Esta es la segunda traducción que cuelgo en el blog y se trata de un artículo muy importante para mí. Como enferma mental y lesbiana, no necesito que nadie me explique que ser mujer duplica cualquier estigma que una arrastre y todavía no tengo la edad como para enfrentarme a este problema, pero que esto esté pasando y haya pasado en nuestra sociedad me avergüenza, me indigna y me preocupa. Por eso, he traducido (con su permiso) un artículo muy cercano e ilustrativo de Marisa Lancione, una mujer bipolar que escribe sobre sus vivencias y su enfermedad en su web: madgirlslament.com. Espero que aprendáis de ella tanto como yo.
"Cuando participé en un programa de pacientes
hospitalizados, conocí a una mujer cuya familia hizo que un médico le
practicara una histerectomía completa cuando tenía dieciocho años (entonces ya
tenía más de cincuenta) a causa de su trastorno bipolar. Tanto su familia como
su médico creían que no estaría en condiciones para ser madre y no querían
arriesgarse a que tuviera un hijo que también pudiera desarrollar el trastorno.
Me aterrorizó esta historia. Esta mujer no sólo había sobrellevado una
enfermedad mental debilitante, sino que había tenido que sobrellevarla cuando
la esterilización forzada era una realidad para aquellos internados en hospitales
psiquiátricos.
Avanzamos hasta 2012, y se forzó a una mujer con trastorno bipolar y esquizofrenia de Massachusetts a abortar y sufrir una esterilización. En 2013, el gobierno del Reino Unido le retiró su bebé a la fuerza por cesárea a una mujer nacida en Italia y lo entregó a los servicios sociales a causa de la enfermedad mental de la madre.
Avanzamos hasta 2012, y se forzó a una mujer con trastorno bipolar y esquizofrenia de Massachusetts a abortar y sufrir una esterilización. En 2013, el gobierno del Reino Unido le retiró su bebé a la fuerza por cesárea a una mujer nacida en Italia y lo entregó a los servicios sociales a causa de la enfermedad mental de la madre.
Como mujer casada que todavía está decidiendo si quiere o no tener hijos,
el estigma del embarazo, la maternidad, y la salud mental es preocupante. Pero
hasta hace dos años, estas eran sólo historias que había escuchado o sobre las
que había leído. Entonces pasé por mi propia experiencia, aunque en mucha menor
medida, traumática.
Estábamos en diciembre (lo recuerdo porque era mi
cumpleaños) y tenía una consulta con un nuevo psiquiatra. Como dije en una
entrada previa, nunca he conocido a un psiquiatra que me haya gustado y estaba
segura de que este iba a ser sólo otro nombre en mi lista. Nunca pensé que iba
a ser probablemente una de las peores visitas psiquiátricas de mi vida.
Sentada en la sala de espera, sabía quién me estaba esperando. Iba a ser, indudablemente, un hombre (siempre son hombres). Iba a llevar gafas (siempre llevan gafas). Iba a estar ligeramente despeinado (siempre están despeinados). Iba a hacerme preguntas sobre mi historia por las que me siento culpable y avergonzada. Yo iba a llorar. Me iba a preguntar por qué y yo iba a intentar explicarme incoherentemente a través de las lágrimas. Iba a ser horrible, pero después se habría acabado.
Te estarás preguntando, ¿por qué es una evaluación psiquiátrica tan terrible? Es porque no es simplemente un médico echándole un vistazo al lunar de tu hombro. Estás compartiendo tus experiencias más personales y, muy a menudo, las más vergonzosas.
Imagina el momento más vergonzoso de tu vida entera. Quizás fue aquella vez
que te tiraste un pedo durante tu presentación de sexto curso o aquel día en
décimo que fuiste por ahí con la camisa metida por dentro de las medias TODO EL
DÍA. Sea lo que sea, imagina ese momento y recuerda el miedo a que te juzgaran,
la vergüenza, y la shame que sentiste. Ahora imagínate volver a contarle cada
momento mortificante a un extraño en el bus.
Y no solo le estás volviendo a contar la historia a una audiencia pasiva, quien
te escucha está haciendo preguntas. ¿A qué olía el pedo? ¿Qué habías comido ese
día? ¿Alguna vez te habías tirado un pedo en público antes? ¿Tiene tu familia
un historial de tirarse pedos en público?
Estas preguntas te hacen revivir no sólo el momento vergonzoso en sí mismo,
sino todos los momentos que te llevaron a aquel incidente. Ahora te arrepientes
de haber tomado judías en la comida porque deberías haberlo sabido. Tu familia
siempre ha murmurado sobre el accidente de tu Tío Frank en 1965.
Y mientras hace las preguntas y tú contestas, toma notas. Inacabables notas.
Intentas echar un vistazo por encima de su portapapeles para ver qué está
garabateando, pero no puedes verlo. Lo sujeta contra su pecho. Y de estas notas
salen archivos – archivos de los que nunca estás al tanto – incluso cuando lo
solicitas (creedme, lo he preguntado).
Cuando por fin me llamó, le seguí al interior de la
oficina que ahora parecía claustrofóbica con nosotros dos dentro. Rápidamente
me lancé de lleno a por los detalles sangrientos de mi enfermedad. (Es como
arrancar una venda – hazlo rápido y el dolor dura solo un segundo).
Nos sentamos silenciosamente por un momento mientras revuelvo en mi cartera
buscando un pañuelo (¡no es una visita al psiquiatra sin algo de lágrimas!).
Justo cuando encuentro un pañuelo errante, inhala y me pregunta, “¿Estás
pensando en quedarte embarazada?”
Hago una pausa, momentáneamente pasmada ante la pregunta. Había visto a
muchos psiquiatras, pero ninguno me había preguntado esto antes. Un momento
después, contesto. “No próximamente.”
“Sabes que es peligroso quedarte embarazada mientras estás con esta
medicación,” me contesta, ignorando mi respuesta mientras toma más notas en su portapapeles.
“Sí, conozco el riesgo que supone.” Arqueo la espalda, me siento a la
defensiva. “Pero no pienso en quedarme embarazada pronto.”
“Bien, porque es peligroso y no solo para ti. No conocemos los riesgos del
uso de medicación en el feto. Podría causar defectos de nacimiento y otros
asuntos. No es al 100% pero sigue habiendo un riesgo. Necesitas saber todo esto
antes de quedarte embarazada.”
“Sí, he hablado de ello con mi médico antes. Pero dado que no planeo quedarme embarazada próximamente, resolvimos que podíamos revisitar el asunto cuando estuviera pensando en ello. Ni siquiera sé si quiero tener hijos, de todas formas.”
“Sí, he hablado de ello con mi médico antes. Pero dado que no planeo quedarme embarazada próximamente, resolvimos que podíamos revisitar el asunto cuando estuviera pensando en ello. Ni siquiera sé si quiero tener hijos, de todas formas.”
Me mira desde abajo, inclina la cabeza a un lado y se ajusta las gafas
antes de volver a bajar la mirada, a su portapapeles. “Sabes que tu trastorno
es genético.”
Asiento, sintiendo cómo enrojecen mis mejillas. Interpreta mi silencio como
que no lo entiendo (he olvidado mencionar que los psiquiatras también son
siempre condescendientes).
“Eso quiere decir que se hereda,” habla despacio, enfatizando cada sílaba, “de la familia…”
“Sé lo que significa genético,” escupo entre dientes. No hay nada peor que la gente piense que eres estúpida.
“Así que sabes que hay una posibilidad de que tu hijo sea como tú.”
Le miro fijamente espantada, decaída ante las palabras que salen por su boca. ¡Aparentemente piensa que soy algún tipo de monstruo que no debería procrear! ¿Sería tan terrible que tuviera un hijo y tuviera trastorno bipolar? No le desearía mi enfermedad a mi hijo, pero mi vida no es horrible. Y me imagino que si mi hijo sí tuviera una enfermedad mental, yo tendría las herramientas para ayudarle a lidiar con ella.
“Eso quiere decir que se hereda,” habla despacio, enfatizando cada sílaba, “de la familia…”
“Sé lo que significa genético,” escupo entre dientes. No hay nada peor que la gente piense que eres estúpida.
“Así que sabes que hay una posibilidad de que tu hijo sea como tú.”
Le miro fijamente espantada, decaída ante las palabras que salen por su boca. ¡Aparentemente piensa que soy algún tipo de monstruo que no debería procrear! ¿Sería tan terrible que tuviera un hijo y tuviera trastorno bipolar? No le desearía mi enfermedad a mi hijo, pero mi vida no es horrible. Y me imagino que si mi hijo sí tuviera una enfermedad mental, yo tendría las herramientas para ayudarle a lidiar con ella.
De repente intenté imaginar mi vida sin hijos. Lo que una vez había
parecido una elección, ahora parecía que era algo que me estaban quitando a la
fuerza. Cualquiera que me conozca sabe que odio que me digan lo que hacer y
este médico estaba sugiriendo que no debería tener hijos.
Por primera vez en mi vida, quería hijos desesperadamente. Quería un montón de hijos. Quería criarlos para que fueran saludables y felices y entonces quería empujar sus bellas caras de querubín sobre él como prueba, ¡ves, están bien! ¡Puedo ser madre!
Por primera vez en mi vida, quería hijos desesperadamente. Quería un montón de hijos. Quería criarlos para que fueran saludables y felices y entonces quería empujar sus bellas caras de querubín sobre él como prueba, ¡ves, están bien! ¡Puedo ser madre!
Estaba tan enfadada, y dolida, y completamente estupefacta ante sus
implicaciones que ni siquiera recuerdo cómo acabó la cita. Todo lo que recuerdo
es abandonar el hospital con lágrimas corriéndome por la cara, pensando, es mi
cumpleaños. Me ha arruinado el cumpleaños.
Han pasado dos años desde aquella cita y he compartido esta historia repetidas veces para ilustrar el estigma y el temor penetrantes que existen hacia aquellos con una enfermedad mental. Mi experiencia no es de ningún modo tan traumática como la de alguien a quien se le practicó una histerectomía forzada o un aborto forzado por conspiración de la familia, los amigos, y los médicos. Pero os cuento esta historia para ilustrar mi argumento de que los profesionales médicos son todavía profundamente ignorantes cuando llega el momento de discutir la enfermedad mental y la posibilidad de ser padres. Estos comentarios venían de un hombre que estaba supuestamente formado en este campo. Este es un hombre que trata a una población vulnerable. Este es un hombre que está usando su autoridad para extender el temor y la desinformación.
Han pasado dos años desde aquella cita y he compartido esta historia repetidas veces para ilustrar el estigma y el temor penetrantes que existen hacia aquellos con una enfermedad mental. Mi experiencia no es de ningún modo tan traumática como la de alguien a quien se le practicó una histerectomía forzada o un aborto forzado por conspiración de la familia, los amigos, y los médicos. Pero os cuento esta historia para ilustrar mi argumento de que los profesionales médicos son todavía profundamente ignorantes cuando llega el momento de discutir la enfermedad mental y la posibilidad de ser padres. Estos comentarios venían de un hombre que estaba supuestamente formado en este campo. Este es un hombre que trata a una población vulnerable. Este es un hombre que está usando su autoridad para extender el temor y la desinformación.
Aunque mi marido y yo todavía no hemos decidido si y/o cuando tendremos
hijos, todavía queda un rastro del dolor y el enfado de este encuentro. Algunos
días, cuando veo a mis amigos con sus hijos, pienso “Yo podría hacer eso. Yo
podría ser madre un día.” Y entonces oigo su voz, “pero podrían salir como tú…”