viernes, 8 de julio de 2016

Cuerpos contra idealismos

Hace unos meses, escribí un artículo llamado “Cómo amar tu cuerpo en 10 sencillos pasos”. Quitando algunas críticas que me acusaban de ser la versión feminista de Mr. Wonderful, todo fueron aplausos: recuerdo especialmente las fotografías que me mandó una seguidora de los post-its de su carpeta con mis consejos escritos sobre papel fosforescente, que me llegaron al corazón.
En su momento, tenía la mejor de las intenciones y en absoluto pretendía ser la versión feminista de Mr. Wonderful. Cada consejo pretendía ser una solución para problemas que me habían llevado años de auto-odio y quebraderos de cabeza; pretendía condensar en unas cuantas líneas toda mi experiencia de detestarme, aceptarme, y luego por fin empezar a quererme.

Ahora, sin embargo, no me gusta ese artículo. Me pone nerviosa leerlo y estoy de acuerdo con las críticas que recibió: es un artículo perfecto para la Cuore, con algún toquecillo más revolucionario, pero perfecto para la Cuore si le aplicamos unos cuantos retoques. Un artículo fácil de digerir, dirigido a un público de lágrima fácil (el mismo público que yo conformo) y de carácter marcadamente optimista.

¿Qué es lo que ha cambiado desde que lo escribí, si realmente solo han pasado unos pocos meses? ¿Si se basaba en una experiencia personal que sigue construyéndose como mi Biblia al hablar de amor propio? ¿Si incluso mencionaba la necesidad de dejar de lado estar guapa, de querernos vivas y libres?

Lo que ha cambiado es que leí un artículo en un libro que me compré en la bendita Fira del Llibre Anarquista de València. Un artículo llamado “Nuestros cuerpos: territorios ocupados”, encuadrado en un libro que trataba de nuestro cuerpo y nuestra complicada relación con este.
Y ese artículo me abrió los ojos a un mundo oscuro y nocivo, a un mundo venenoso que emponzoñaba nuestras miradas y nos dejaba los ojos chorreando arsénico que plantaba semillas de auto-destrucción al derramarse por todo nuestro cuerpo. Ese artículo me recordó que hablar del cuerpo no puede ser hablar sólo de lo individual, del primer odio y la consecuente batalla por el amor propio, sino también de lo colectivo: de cómo la sociedad en general y los hombres en particular trataban y tratan nuestros cuerpos independientemente de nuestra relación con ellos.
De cómo ocupan nuestros cuerpos, ­­­de cómo acabamos disociándonos de estos para poder sobrellevar la realidad de vivir en un cuerpo usurpado por manos ajenas.

Este artículo me hizo visualizar la otra cara de la moneda; me ayudó a darme cuenta de que más allá del escrutinio al que sometemos a nuestros cuerpos, está la separación que implementamos entre nosotras mismas y estos. De que el problema no es tanto vivir demasiado pegada a mi cuerpo para vigilarlo; como lo es vivir alejada de él y de su realidad cotidiana de comer, moverse, dormir.
Unas chicas que matan de hambre a sus cuerpos ¿están obsesionadas con estos, o demasiado distanciadas de ellos como para poder complacer sus necesidades más básicas? Quizás os parezca una mera distinción en el planteamiento, pero para mí, se ha convertido en una distinción importantísima.

Porque he empezado a plantearme hasta qué punto puedo proclamar que “amo”, que “acepto” incluso mi cuerpo, cuando todavía no se me permite habitarlo plenamente.

Así, me planteo hasta qué punto hemos sido (he sido) individualistas, idealistas incluso, al centrarnos en querernos antes que en analizar cómo nos ha afectado la ocupación de nuestros cuerpos por parte de medio mundo a la hora de relacionarnos con ellos. Hasta qué punto hemos presionado a muchas chicas para que se sacaran selfies y empezaran a mostrarse desnudas, lo cual está muy bien, pero no les hemos proporcionado ninguna herramienta para ayudarles (ayudarnos) a entender por qué eran incapaces de comer cuando tenían hambre o por qué se desconectaban de la realidad cada vez que tenían sexo.

Lo cual no está tan bien.

Creo que, por un lado, ha sido por un mero acto de supervivencia: ante un mundo que sacaba las garras cada vez que aparecía un pelo o un kilo de más, hemos tratado de seguir adelante con lo puesto y para ello ha sido necesario querernos un poquito. Creo que la realidad era demasiado dura como para verla en todo su espanto sin echarse a llorar y después de tantas lágrimas derramadas por los pelos y los kilos de más, necesitábamos alguna que otra sonrisa para compensar.
Y soy la primera que ha necesitado un cierto optimismo desde el feminismo, la primera a la que quererse un poquito le ha ayudado a mejorar su calidad de vida. Soy la primera que defiende la supervivencia como algo más que “reformismo”.

Pero, por otro lado, me parece que si fagocitar y remodelar nuestros planteamientos les ha sido tan fácil a las empresas, los noticiarios y el neoliberalismo igualitarista en general es porque, al final del día, de revolucionarios tenían poco. Porque nos dedicábamos más a consolar a la víctima que a señalar a los culpables, porque éramos las primeras en maquillar las mejorías como si de ganar la guerra se tratara.
Yo he participado en una pegada colectiva de adhesivos con el lema Eres Más Que Tu Talla. He visto el brillo en los ojos de mis compañeras, la rapidez con que se ha expandido por toda España e incluso América del Sur. Me he dado cuenta de cuán necesario era recordarnos que estamos todas juntas en esta dura jornada del querernos, pero también de con qué facilidad convertían los medios (y a veces, nosotras mismas) nuestra lucha contra un canon patriarcal en una batalla individual por “amar nuestras curvas”.

¿Por qué me planteo “amar mis curvas” antes que aprender a convivir con este jodido cuerpo que tan difícil me lo pone todo en un mundo que no existe para él? Porque aprender sobre mi cuerpo, conocerlo, implicaría darme cuenta de quién tiene la culpa de que este se haya hecho pequeño: los hombres que han tratado de usurpármelo y la sociedad que ha ocupado sin reparos el espacio que le correspondía a este mi cuerpo.

A lo que me refiero es a que responsabilizarnos a nosotras mismas de querernos y escribir artículos de lágrima fácil sobre cómo hacerlo es mucho menos duro que señalar a los culpables y ahondar en la mierda de cuán jodida está la relación con nuestro cuerpo. Querernos está bien, está genial, pero quizás es el objetivo final y no el camino y antes hace falta una concienciación colectiva de cuál es la situación global de los cuerpos de las mujeres, de cómo son usurpados no solo mediante básculas y dietas sino también mediante todo tipo de operaciones tanto legales como ilegales para robarnos el control sobre estos.

Por eso, este es un llamamiento a todas, y especialmente a mí que soy la primera que he pecado de esto, para dejar de tenerle miedo a la realidad que enfrentamos. Para sentarnos en círculo, abrir debates en redes sociales, y hablar de lo que nos pasa con nuestros cuerpos. Más allá de si los odiamos. Más allá de si los queremos. Hablar de cómo los tratamos. De cómo los concebimos. De cómo los habitamos.

Y este es un llamamiento, ante todo, a establecer las conexiones entre las ablaciones del clítoris y la ilegalización del aborto. Entre la histórica patologización de la rabia femenina mediante el diagnóstico de histeria y el encierro de mujeres trans en cárceles de hombres. Entre las tallas excluyentes y la esterilización forzosa de mujeres negras, indígenas, discapacitadas, enfermas.
Porque nuestros cuerpos los han ocupado, históricamente, y los siguen ocupando hoy día. Porque aunque parezca que no, lo que le hacen a mi coño y lo que le hacen a mi cintura, lo que le hacen a tu pene y lo que le hacen a sus pechos tiene una constante en común: la toma de algo que no es suyo para regularlo, controlarlo, extirparlo, lobotomizarlo, empequeñecerlo, esterilizarlo… usurparlo.

Porque somos Las Usurpadas. Como dijo Eduardo Galeano, somos las dueñas de nada, porque nos han quitado lo más nuestro.

Y fingir que podemos recuperarlo pronunciando cuatro trucos mágicos frente al espejo y sacándonos muchas selfies no nos va a devolver nuestros cuerpos, solo versiones prestadas de estos.

1 comentario:

  1. Me dan ganas de imprimirlo y hacérselo leer a todo el mundo :**
    En serio, está muy bien. Y aunque ahora veas desde otra perspectiva la entrada que habías escrito, no hace que estuviese 'mal', como tu misma has puesto ha animado a chicas <3 Es necesario y está muy bien explicado el análisis que debemos hacer todes de si realmente somos dueñes de nuestros cuerpos y me parece que lo mejor sería seguir luchando de ambas formas: tanto individual como abordando el problema social.

    Un beso.

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