1. ¿Qué te motivó a escribir el libro Saldremos de esta?
Lo que principalmente
me motivó… o mejor, creo que es mejor explicar un poco el momento. Fue cuando
empecé a trabajar como psicólogo, venía de los movimientos sociales,
acostumbrado a aplicar una perspectiva crítica a todo lo que había a mi
alrededor; al comenzar a trabajar como psicólogo, me planteo cómo aplicar esta
perspectiva crítica a mi trabajo, que es donde pasaré mucho tiempo y donde podré
plasmar una posible transformación social.
Me puse a buscar
material pero, a pesar de encontrar análisis más o menos certeros, la mayoría
se basaban en constructos teóricos, sesudos y con un lenguaje muy especializado
para personas especializadas en lo revolucionario, o la revuelta. Lo que no
habían eran propuestas prácticas y, además, se planteaba que después de la
revolución social todos los sufrimientos psíquicos iban a desaparecer, que en
mi opinión es una propuesta un tanto utópica.
Además personas
cercanas empezaron a pedirme consejo y me puse a reflexionar como alguien que
es parte del entorno de otras personas que han experimentado sufrimiento
psíquico o como alguien que lo ha experimentado él mismo. Esto me sirvió para
hacer un cúmulo, con mi saber (mi conocimiento profesional) y con las
experiencias de otras personas que habían experimentado el sufrimiento
psíquico.
¿Que por qué escribí
esta guía? Porque, pese a formar parte de ciertos movimientos sociales que en
principio intentan aplicar una perspectiva colectiva, me di cuenta de que había
una ausencia de herramientas concretas, específicas, sin mucha teoría de por
medio, desde una perspectiva colectiva para el sufrimiento psíquico.
2. En una sociedad
en que los profesionales de la salud mental reproducen tan a menudo conductas
dañinas para sus pacientes, llegando incluso a vulnerar sus derechos mediante
prácticas como la medicación forzada o la contención mecánica ¿cuál crees que
puede ser el papel de un psicólogo concienciado que intente cambiar algo aun
trabajando dentro del sistema?
El sistema son muchas
cosas al mismo tiempo. Aquí, en España, un sistema público y un sector más
privado donde se pueden hacer otras cosas. También tenemos el sector de
asociaciones, colectivos de activistas, Grupos de Apoyo Mutuo… en cada uno de
estos territorios se pueden hacer diferentes cosas.
En el terreno público
no tengo tanta información de primera mano, pero sí conozco casos de
profesionales que intentan sumarse a campañas como la de “0 contenciones” y que
se han visto presionados o ninguneados por jefes o compañeros. ¿Se puede hacer
más dentro del sistema público? Ahí entramos en una polémica, preguntarnos si
introducir por ejemplo un Grupo de Apoyo Mutuo dentro de las instituciones las mejora,
o si anula esta propuesta al quitarle el elemento de alternativa.
En cuanto a las
asociaciones, por ejemplo de familiares, muchas llevan a cabo un discurso
biologicista tradicional y psiquiatrizado; además, a menudo reciben subvenciones
por parte de farmacéuticas. Por otro lado tenemos colectivos más de base, como
FlipasGAM en Madrid o GAMValencia aquí, que tratan de crear desde una
perspectiva completamente horizontal alternativas a las instituciones. Para mí
tienen una potencialidad que me parece impresionante, a muchos niveles, a nivel
pragmático y a nivel de discurso, pues están aportando visiones nuevas que yo
todavía no había visto.
Después quedaría el
sector privado, donde yo me muevo ahora mismo, teniendo mi consulta. La verdad
es que tienes un poquito más de libertad respecto al sistema público,
institucional, pero estás limitado por factores como el económico; tienes que
cobrar una cantidad de dinero que hace que no sea accesible para todo el mundo.
Así, en todos los sectores
hay un montón de contradicciones. Pero ¿qué puede hacer un profesional en ese
sentido? Creo que lo primero es repensar, replantearse en todos los sentidos.
Replantearse el tema de los privilegios dentro de los tratamientos o las
terapias, cómo los espacios sanitarios son lugares donde el profesional ejerce
un poder, disfruta de una serie de privilegios lo quiera o no (que se traducen
en una serie de opresiones para la persona con sufrimiento psíquico, todo
micro, pero no por ser micro deja de ser importante).
Un ejemplo de un
privilegio del psicólogo o psiquiatra es elegir qué lenguaje se va a utilizar,
qué temas se van a hablar y qué temas no. El privilegio de poder ser crítico
con su propio trabajo, cosa que la persona con sufrimiento psíquico no se suele
poder permitir.
Yo creo que ese es el
primer paso, y creo que dado el contexto actual en España de explosión de
colectivos y activismos de salud mental, hay que esperar un poquito más antes de
dar otro paso, ver qué sucede, reflexionando. Y dando paso al debate, que no se
está dando ahora mismo dentro del contexto profesional.
3. En tu libro no
se habla mayoritariamente de diagnósticos, sino de vivencias o dolencias. Para
ti ¿cuál es la diferencia entre ambas etiquetas (pues ninguna deja de serlo)?
La primera diferencia
es la de “quién nombra qué”. Los diagnósticos son nombres que hemos puesto, que
ponemos los profesionales, a diferentes sufrimientos; y “sufrimientos” me
parece un término más global, más válido incluso, que engloba algo que le puede
pasar a muchas personas.
No es lo mismo decir
que una persona está diagnosticada con un Trastorno de Ansiedad, o con Abuso de
Sustancias, que decir que está experimentando un sufrimiento psíquico que le
conlleva ansiedad, abuso de sustancias, o lo que sea. Si ya planteas que lo que
la persona está pasando es por un sufrimiento psíquico, entonces la atención
que le vas a dedicar va a ser completamente diferente; la forma en que vas a
hablar con esa persona va a ser totalmente diferente.
Si una persona tiene
un diagnóstico de depresión vas a ir directamente a tratar esos síntomas,
mientras que si está experimentando un sufrimiento psíquico vas a tratar de
hablar lo que le sucede, pues el sufrimiento debe ser compartido.
El diagnóstico ahora
mismo es lo que es, pero tiene una historia detrás que marca lo que es; está
atravesado por una historia, la historia de la psicopatología, una serie de
discursos e ideologías más o menos conservadoras (generalmente bastante) que
son las que han marcado que tengan que ser este tipo de clasificaciones tan
cerradas y tan exclusivistas.
Una reflexión que no
se hace sobre los diagnósticos y sobre, en general, la psicología y la
psiquiatría, es una historia crítica (hay alguna excepción, como Rafael Huertas).
Recoger esta historia crítica puede llevarnos a afilar mejor lo que tiene que
ser o lo que tiene que dejar de ser este sistema de diagnóstico.
También me gustaría
apuntar que no me gustaría ser yo quien plantee una alternativa sólida al sistema
diagnóstico existente, porque entonces se podría convertir en otro nuevo
sistema cerrado, con las mismas taras que lo que tenemos ahora mismo. Esta es
una cuestión sobre la que yo creo que hay que reflexionar mucho, el tema de las
escuelas terapéuticas, que muchas veces deciden o se auto-proclaman más
liberadoras que lo que existe ahora mismo (proclamando que tienen una relación
más horizontal con las personas o que promueven un cambio social). Yo no digo
que esto no sea así, sino que pueden convertirse en la nueva hegemonía dentro
de la salud mental, que hay que centrarse en reflexiones mucho más globales, como
por ejemplo el término sufrimiento psíquico, el término horizontalidad, el
término colectivo, el término social… también el feminismo, también el racismo,
toda una serie de opresiones que se entrecruzan. En vez de hablar de
psicoanálisis, Gestalt, psiquiatría comunitaria, psicología social, terapia
narrativa o un montón de ejemplos.
4. Si acudiera a
ti una persona “loca”, “enferma mental” o cómo queramos o quiera llamarse
desesperada por encontrar comprensión y apoyo en un mundo que no promueve la
auto-comprensión y los cuidados sino el seguir a ciegas las pautas dictadas por
psiquiatras que demasiado a menudo nos tratan de forma impersonal ¿qué le
dirías? ¿Cuál o cuáles serían tus consejos?
Ojalá lo supiera. A mí
sí que me gusta el término “empoderamiento”. Suele haber una crítica, la gente
suele decir “no me gusta el término pero lo voy a utilizar”, pero a mí me
gusta: el poder existe, va a seguir existiendo, y es mejor tenerlo nosotros que
no tenerlo.
Empoderarse puede ser
encontrar la capacidad de criticar al profesional que te está tratando, sea
psiquiatra, sea psicólogo o sea lo que sea; supone revalorizar esta perspectiva
más colectiva, centrada en el entorno, partiendo de la base de que los
trastornos no existen, que lo que existe es una sociedad con problemas para
aceptar, encajar el sufrimiento psíquico; o que la persona sea capaz de
acomodar, transformar su entorno para adaptarlo al sufrimiento psíquico que
está pasando. Creo que es una perspectiva bastante interesante. Una
transformación de lo que entendemos por cuidados colectivos y por cuidados
institucionales, institucionalizados.
También recomendaría
mucha auto-formación, pues estamos hablando de algo tan importante como la vida
de esta persona, y todo lo que tenga que ver con auto-gestionar el
conocimiento, incluso generarlo uno mismo, me parece también importante; y es
algo que no se promueve.
5. En las
presentaciones de tu libro y en los posteriores debates, habrás recibido todo
tipo de críticas más o menos constructivas hacia su contenido. ¿Puedes
compartir con nosotras alguna de las reflexiones que más te han aportado, así
como alguna experiencia que te haya conmovido y emocionado?
Efectivamente, he
recibido muchas críticas. En Barcelona recibí una, que me llamó la atención y
con la que estoy más o menos de acuerdo, que consistía en que el libro no
dejaba de aportar una perspectiva centrada en la persona; es decir, un poco individualista,
lo cual es cierto. Y también me plantearon en ese mismo debate que en el libro
no hablo de cuestiones meramente sociales, lo cual también es cierto. Pero
cuándo yo escribí el libro mi objetivo no era proporcionar una herramienta a personas
involucradas en movimientos sociales o políticos, sino proporcionar una
herramienta a cualquier persona, aunque no estuviera involucrada en estos
movimientos.
La perspectiva de
hacer activismo solamente dentro del campo de los movimientos sociales es
demasiado exclusiva, privilegiada también; y para mí la política, o el campo
social, es más amplio y tiene que ver con la sociedad en general, no solo con
que los movimientos sociales tengan herramientas privilegiadas a las que el resto
de personas no tengan acceso.
Eso como crítica. Asumo
la incoherencia, que también es política, soy consciente de ello.
En cuanto a
experiencias emocionantes, afortunadamente algo impagable para mí ha sido que
muchas personas se acercaban después de muchas charlas y me daban las gracias
por haberlo escrito porque les había cambiado un poco la perspectiva. Más que
por utilizar las herramientas concretas que yo sugiero en el libro, me han
comentado que lo que les ha empoderado (puedo utilizar este término pues hace
referencia a la perspectiva que doy, de que la persona puede cambiar su entorno,
desde lo colectivo, no desde lo individual) es la perspectiva que les puede
haber dado.
Entonces, para mí eso
es emocionante, esos momentos han sido bastante bonito. Es lo único que me ha
dado la sensación de que realmente he hecho algo que es útil y válido.
Concretamente,
en Madrid una chica me regaló un libro (fue un intercambio por el mío) que
había escrito. Un libro muy chulo, muy bonito, donde explicaba una época que
pasó, una serie de delirios. Me pareció, aparte de ser un gesto precioso, el
que me lo diera y la emoción que yo veía que ella sentía; algo impagable.
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