lunes, 16 de octubre de 2017

Entrevistando a la Resistencia: Javier Erro, autor de Saldremos de esta

En la sexta entrega de la sección Entrevistando a la Resistencia, en que entrevisto a activistas, artistas y, en la mayoría de los casos, ambas; os traigo una entrevista con Javier Erro, autor del libro Saldremos de esta: Guía de salud mental para el entorno de la persona en crisis (Facebook: Javier Erro).


1. ¿Qué te motivó a escribir el libro Saldremos de esta?

Lo que principalmente me motivó… o mejor, creo que es mejor explicar un poco el momento. Fue cuando empecé a trabajar como psicólogo, venía de los movimientos sociales, acostumbrado a aplicar una perspectiva crítica a todo lo que había a mi alrededor; al comenzar a trabajar como psicólogo, me planteo cómo aplicar esta perspectiva crítica a mi trabajo, que es donde pasaré mucho tiempo y donde podré plasmar una posible transformación social.
Me puse a buscar material pero, a pesar de encontrar análisis más o menos certeros, la mayoría se basaban en constructos teóricos, sesudos y con un lenguaje muy especializado para personas especializadas en lo revolucionario, o la revuelta. Lo que no habían eran propuestas prácticas y, además, se planteaba que después de la revolución social todos los sufrimientos psíquicos iban a desaparecer, que en mi opinión es una propuesta un tanto utópica.
Además personas cercanas empezaron a pedirme consejo y me puse a reflexionar como alguien que es parte del entorno de otras personas que han experimentado sufrimiento psíquico o como alguien que lo ha experimentado él mismo. Esto me sirvió para hacer un cúmulo, con mi saber (mi conocimiento profesional) y con las experiencias de otras personas que habían experimentado el sufrimiento psíquico.
¿Que por qué escribí esta guía? Porque, pese a formar parte de ciertos movimientos sociales que en principio intentan aplicar una perspectiva colectiva, me di cuenta de que había una ausencia de herramientas concretas, específicas, sin mucha teoría de por medio, desde una perspectiva colectiva para el sufrimiento psíquico.


2. En una sociedad en que los profesionales de la salud mental reproducen tan a menudo conductas dañinas para sus pacientes, llegando incluso a vulnerar sus derechos mediante prácticas como la medicación forzada o la contención mecánica ¿cuál crees que puede ser el papel de un psicólogo concienciado que intente cambiar algo aun trabajando dentro del sistema?

El sistema son muchas cosas al mismo tiempo. Aquí, en España, un sistema público y un sector más privado donde se pueden hacer otras cosas. También tenemos el sector de asociaciones, colectivos de activistas, Grupos de Apoyo Mutuo… en cada uno de estos territorios se pueden hacer diferentes cosas.
En el terreno público no tengo tanta información de primera mano, pero sí conozco casos de profesionales que intentan sumarse a campañas como la de “0 contenciones” y que se han visto presionados o ninguneados por jefes o compañeros. ¿Se puede hacer más dentro del sistema público? Ahí entramos en una polémica, preguntarnos si introducir por ejemplo un Grupo de Apoyo Mutuo dentro de las instituciones las mejora, o si anula esta propuesta al quitarle el elemento de alternativa.
En cuanto a las asociaciones, por ejemplo de familiares, muchas llevan a cabo un discurso biologicista tradicional y psiquiatrizado; además, a menudo reciben subvenciones por parte de farmacéuticas. Por otro lado tenemos colectivos más de base, como FlipasGAM en Madrid o GAMValencia aquí, que tratan de crear desde una perspectiva completamente horizontal alternativas a las instituciones. Para mí tienen una potencialidad que me parece impresionante, a muchos niveles, a nivel pragmático y a nivel de discurso, pues están aportando visiones nuevas que yo todavía no había visto.
Después quedaría el sector privado, donde yo me muevo ahora mismo, teniendo mi consulta. La verdad es que tienes un poquito más de libertad respecto al sistema público, institucional, pero estás limitado por factores como el económico; tienes que cobrar una cantidad de dinero que hace que no sea accesible para todo el mundo.
Así, en todos los sectores hay un montón de contradicciones. Pero ¿qué puede hacer un profesional en ese sentido? Creo que lo primero es repensar, replantearse en todos los sentidos. Replantearse el tema de los privilegios dentro de los tratamientos o las terapias, cómo los espacios sanitarios son lugares donde el profesional ejerce un poder, disfruta de una serie de privilegios lo quiera o no (que se traducen en una serie de opresiones para la persona con sufrimiento psíquico, todo micro, pero no por ser micro deja de ser importante).
Un ejemplo de un privilegio del psicólogo o psiquiatra es elegir qué lenguaje se va a utilizar, qué temas se van a hablar y qué temas no. El privilegio de poder ser crítico con su propio trabajo, cosa que la persona con sufrimiento psíquico no se suele poder permitir.
Yo creo que ese es el primer paso, y creo que dado el contexto actual en España de explosión de colectivos y activismos de salud mental, hay que esperar un poquito más antes de dar otro paso, ver qué sucede, reflexionando. Y dando paso al debate, que no se está dando ahora mismo dentro del contexto profesional.


3. En tu libro no se habla mayoritariamente de diagnósticos, sino de vivencias o dolencias. Para ti ¿cuál es la diferencia entre ambas etiquetas (pues ninguna deja de serlo)?

La primera diferencia es la de “quién nombra qué”. Los diagnósticos son nombres que hemos puesto, que ponemos los profesionales, a diferentes sufrimientos; y “sufrimientos” me parece un término más global, más válido incluso, que engloba algo que le puede pasar a muchas personas.
No es lo mismo decir que una persona está diagnosticada con un Trastorno de Ansiedad, o con Abuso de Sustancias, que decir que está experimentando un sufrimiento psíquico que le conlleva ansiedad, abuso de sustancias, o lo que sea. Si ya planteas que lo que la persona está pasando es por un sufrimiento psíquico, entonces la atención que le vas a dedicar va a ser completamente diferente; la forma en que vas a hablar con esa persona va a ser totalmente diferente.
Si una persona tiene un diagnóstico de depresión vas a ir directamente a tratar esos síntomas, mientras que si está experimentando un sufrimiento psíquico vas a tratar de hablar lo que le sucede, pues el sufrimiento debe ser compartido.
El diagnóstico ahora mismo es lo que es, pero tiene una historia detrás que marca lo que es; está atravesado por una historia, la historia de la psicopatología, una serie de discursos e ideologías más o menos conservadoras (generalmente bastante) que son las que han marcado que tengan que ser este tipo de clasificaciones tan cerradas y tan exclusivistas.
Una reflexión que no se hace sobre los diagnósticos y sobre, en general, la psicología y la psiquiatría, es una historia crítica (hay alguna excepción, como Rafael Huertas). Recoger esta historia crítica puede llevarnos a afilar mejor lo que tiene que ser o lo que tiene que dejar de ser este sistema de diagnóstico.
También me gustaría apuntar que no me gustaría ser yo quien plantee una alternativa sólida al sistema diagnóstico existente, porque entonces se podría convertir en otro nuevo sistema cerrado, con las mismas taras que lo que tenemos ahora mismo. Esta es una cuestión sobre la que yo creo que hay que reflexionar mucho, el tema de las escuelas terapéuticas, que muchas veces deciden o se auto-proclaman más liberadoras que lo que existe ahora mismo (proclamando que tienen una relación más horizontal con las personas o que promueven un cambio social). Yo no digo que esto no sea así, sino que pueden convertirse en la nueva hegemonía dentro de la salud mental, que hay que centrarse en reflexiones mucho más globales, como por ejemplo el término sufrimiento psíquico, el término horizontalidad, el término colectivo, el término social… también el feminismo, también el racismo, toda una serie de opresiones que se entrecruzan. En vez de hablar de psicoanálisis, Gestalt, psiquiatría comunitaria, psicología social, terapia narrativa o un montón de ejemplos.


4. Si acudiera a ti una persona “loca”, “enferma mental” o cómo queramos o quiera llamarse desesperada por encontrar comprensión y apoyo en un mundo que no promueve la auto-comprensión y los cuidados sino el seguir a ciegas las pautas dictadas por psiquiatras que demasiado a menudo nos tratan de forma impersonal ¿qué le dirías? ¿Cuál o cuáles serían tus consejos?

Ojalá lo supiera. A mí sí que me gusta el término “empoderamiento”. Suele haber una crítica, la gente suele decir “no me gusta el término pero lo voy a utilizar”, pero a mí me gusta: el poder existe, va a seguir existiendo, y es mejor tenerlo nosotros que no tenerlo.
Empoderarse puede ser encontrar la capacidad de criticar al profesional que te está tratando, sea psiquiatra, sea psicólogo o sea lo que sea; supone revalorizar esta perspectiva más colectiva, centrada en el entorno, partiendo de la base de que los trastornos no existen, que lo que existe es una sociedad con problemas para aceptar, encajar el sufrimiento psíquico; o que la persona sea capaz de acomodar, transformar su entorno para adaptarlo al sufrimiento psíquico que está pasando. Creo que es una perspectiva bastante interesante. Una transformación de lo que entendemos por cuidados colectivos y por cuidados institucionales, institucionalizados.
También recomendaría mucha auto-formación, pues estamos hablando de algo tan importante como la vida de esta persona, y todo lo que tenga que ver con auto-gestionar el conocimiento, incluso generarlo uno mismo, me parece también importante; y es algo que no se promueve.


5. En las presentaciones de tu libro y en los posteriores debates, habrás recibido todo tipo de críticas más o menos constructivas hacia su contenido. ¿Puedes compartir con nosotras alguna de las reflexiones que más te han aportado, así como alguna experiencia que te haya conmovido y emocionado?

Efectivamente, he recibido muchas críticas. En Barcelona recibí una, que me llamó la atención y con la que estoy más o menos de acuerdo, que consistía en que el libro no dejaba de aportar una perspectiva centrada en la persona; es decir, un poco individualista, lo cual es cierto. Y también me plantearon en ese mismo debate que en el libro no hablo de cuestiones meramente sociales, lo cual también es cierto. Pero cuándo yo escribí el libro mi objetivo no era proporcionar una herramienta a personas involucradas en movimientos sociales o políticos, sino proporcionar una herramienta a cualquier persona, aunque no estuviera involucrada en estos movimientos.
La perspectiva de hacer activismo solamente dentro del campo de los movimientos sociales es demasiado exclusiva, privilegiada también; y para mí la política, o el campo social, es más amplio y tiene que ver con la sociedad en general, no solo con que los movimientos sociales tengan herramientas privilegiadas a las que el resto de personas no tengan acceso.
Eso como crítica. Asumo la incoherencia, que también es política, soy consciente de ello.
En cuanto a experiencias emocionantes, afortunadamente algo impagable para mí ha sido que muchas personas se acercaban después de muchas charlas y me daban las gracias por haberlo escrito porque les había cambiado un poco la perspectiva. Más que por utilizar las herramientas concretas que yo sugiero en el libro, me han comentado que lo que les ha empoderado (puedo utilizar este término pues hace referencia a la perspectiva que doy, de que la persona puede cambiar su entorno, desde lo colectivo, no desde lo individual) es la perspectiva que les puede haber dado.
Entonces, para mí eso es emocionante, esos momentos han sido bastante bonito. Es lo único que me ha dado la sensación de que realmente he hecho algo que es útil y válido.
Concretamente, en Madrid una chica me regaló un libro (fue un intercambio por el mío) que había escrito. Un libro muy chulo, muy bonito, donde explicaba una época que pasó, una serie de delirios. Me pareció, aparte de ser un gesto precioso, el que me lo diera y la emoción que yo veía que ella sentía; algo impagable. 

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