domingo, 30 de diciembre de 2018

Entrevista: Ángelo Néstore, poeta, actor, profesor y traductor

Resultado de imagen de angelo nestore
Os traigo una entrevista con Ángelo Néstore, poeta, actor y profesor en el Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga.

Actualmente co-dirige el Festival Internacional de Poesía de Málaga Irreconciliables y la editorial de poesía feminista La Señora Dalloway. Ha publicado Adán o nada (Bandaàparte Editores) y Actos impuros (Ediciones Hiperión, XXXII Premio de Poesía Hiperión).
Con dieciocho años se alzó con el Premio a la Mejor Interpretación Masculina en el Concurso Nacional de Teatro Vittorio Gassman de Roma. Su últimas obras teatrales son el monólogo en homenaje a Gloria Fuertes Esto no es un monólogo, es una mujer  (autor y director) y la pieza en solitario Lo inhabitable, en la que dialogan poesía, teatro y performance. Recientemente se le ha otorgado el Premio Ocaña a su trayectoria poética en el XXII Festival Internacional de Cine LGBT de Extremadura.

·Para mí, tu poesía aúna la Historia compartida y la individualidad única en un conjunto de versos que hablan, como pocas además de la Literatura pueden hacerlo, de una genealogía que retrocede muy atrás en el tiempo pero que se expresa en ansias y dolores contemporáneos. ¿Cómo ha sido el proceso de desarrollar tu propio estilo a la hora de escribir, y cómo ha cambiado todo desde que empezaste a hacerlo por primera vez?


Realmente, mi historia con la escritura es un poco peculiar porque comencé tarde, con 25 años. Empecé a escribir en castellano, lengua que aprendí con 21 años. En realidad, nunca me había lanzado a la escritura, ni siquiera en Italia, por ejemplo, el país donde pasé los primeros los 21 años de mi vida.
Tengo la sensación de que he ido acumulando dentro de mí durante todo este tiempo mucho material vital que de repente he lanzado al mundo, y realmente, al reflexionar sobre esto, sentía casi una frustración cuando me subía, por ejemplo, a un tren y de repente aparecía una imagen… Lo típico que nos pasa a las personas que escribimos. Pero trabajaba sobre todo con lo visual; recuerdo por ejemplo la imagen de una silla de plástico al lado de un árbol, de un olivo, en un tren, me preguntaba por qué había acabado allí, me inventaba una historia.
Quiero decir que en todo este recorrido vital nunca me había planteado que ese podía ser el germen de la escritura. Sin embargo, con 25 años, todo cambió y fue gracias a la traducción, porque traducir tiene mucho que ver con la interpretación, algo a lo que sí me he dedicado desde temprana edad; te metes en la piel de una autora y, de repente, eres esta autora en otro idioma. Empecé a traducir a María Eloy García, y después de traducirla, no conseguía quitarme la máscara; y me di cuenta de que quizás esa máscara me pertenecía a mí también.
Y a partir de ahí rescato todo un Universo que tenía dentro, y de la lectura. A mí, por ejemplo, me ha influenciado mucho la lectura de Pasolini, de Leopardi… sobre todo son referentes italianos, y desgraciadamente, masculinos todos; porque es lo que de pequeño leía en los libros de textos. Pero luego sí que empecé a acercarme a los feminismos a través de Virginia Woolf, que sé que es muy cliché, pero es verdad. A los 15 años leí a Virginia Woolf y empecé a hacerme preguntas como: ¿por qué no hay más mujeres?
Y allí emprendí este camino, que he llevado dentro hasta los 25 años. Por eso quizás en mi proceso creativo, en mi escritura, intento crear un puente entre estos distintos momentos de mi vida, que tienen que ver también con distintos momentos históricos y mi manera de abordar el Arte y la Poesía en un contexto distinto con respecto al español. Yo, de España, me sabe mal, pero prefiero ser honesto; era muy cateto, sólo conocía El Quijote. Y a partir de los 21 años fue todo leer, aprender el idioma… empezar a construir mis referentes. Pero ya podía empezar a construir desde una visión un poco más crítica.

·Pero no podemos hablar de tu poesía sin hablar de la ruptura con la norma, de la honestidad de saber que o rompemos con el rol de género impuesto y con la imposición de la heterosexualidad, o nos rompen ellos a nosotras. ¿Hay algo que caracterice a la poesía queer, a la poesía LGTBI, esa poesía que va “más allá” del supuesto del binario hombre/mujer y del esquema heterosexual? ¿Qué crees que es lo más fundamental que la poesía puede aportarnos a las personas que nos salimos de esas normas, y viceversa?

Desde luego, yo no concibo la poesía (o mi manera de hacer poesía) sin que sea política. Porque en el momento en que abres una ventana hacia el mundo y decides compartir algo que tiene que ver con una reflexión, no es un texto espontáneo, sino que es un texto que surge a raíz de una reflexión y no puede no ser político. Es muy importante compartir. Y está claro que yo tengo otros textos que igual decido no compartir porque, aunque no pretendo que sean Universales, me gusta que los textos puedan trascender lo personal, y se conviertan en algo político. Y ahora más que nunca, después de lo que pasó anoche. La poesía queer puede poner de manifiesto los esquemas del poder normativo y patriarcal y poner en el centro otros sujetos que siempre han sido silenciados. Y que hoy en día, después de lo que pasó ayer, por ejemplo, en las Elecciones andaluzas, te das cuenta de que se siguen empleando como herramientas para obtener poder. Es decir, un partido como VOX ¿qué elementos, qué sujetos, utiliza para poder justificar su poder, o para poder adquirir un poder, que físicamente son escaños? Un discurso que va contra personas homosexuales, inmigrantes… Evidentemente, todo el tema también del machismo, contra las Leyes que tengan que ver con la Violencia de Género. Otra vez, se está intentando desplazar a estos sujetos.
Lo que creo que hace cada vez más necesaria la poesía queer es no sólo visibilizar, porque eso ya con el tema de las redes sociales y todo lo que se está haciendo, ya la convierte en una herramienta más; pero lo que puede hacer esta disciplina es dotar de un sentido político esta visibilización, esta reflexión.
Y sobre todo, vincular este empoderamiento a aspectos de la vida cotidiana. Porque la poesía muchas veces, la que yo hago, intenta recoger cosas que ocurren en la vida y ofrecer una visión, un punto de vista. Es como ver lo mismo pero desde otro prisma. Y la vida, desgraciadamente (y no), te da todos estos objetos a los que dirigir la mirada.

·A ese respecto ¿cómo ves el panorama actual del mundo editorial, literario y poético en lo que se refiere a la aceptación e incluso reconocimiento de poetas LGTBI, poetas queer? ¿Cómo de rígido es el molde que trata de aprisionarnos a quienes escribimos fuera de los márgenes, o nos lo hemos cargado ya?

Resultado de imagen de libros angelo nestoreNo, desgraciadamente, no. Aún estamos trabajando dentro de unos moldes rígidos en los que prima siempre, a nivel editorial, la venta. Prima el beneficio económico y todo se mercantiliza; lo estamos viendo, cómo se mercantiliza la poesía y cómo se convierte en un género de grandes ventas.
Sin embargo, también creo que aunque siga el sistema neoliberal muy vinculado a los círculos de producción de la poesía, y de difusión de esta, últimamente están naciendo propuestas muy potentes, contraculturales, y que apuestan por un cambio verdadero. Y por ofrecer miradas distintas.
Se me ocurren, por ejemplo, editoriales más pequeñas, lo que no significa que no sean editoriales que están luchando en esta dirección; harpo libros, ya lo dijo Casimiro Parker, saltadera, tránsito, Amor de Madre… las hay, hay realidades como estas, que existen y que están haciendo una labor impresionante.
Y también te digo una cosa que es verdad, y no me gusta mucho hablar de mí en ese sentido, pero el haber sido otorgado un Premio Hiperión, un premio canónico, mainstream, a un libro que se expresa en estas condiciones, es significativo. Está en un contexto temporal y político en el que ha sido posible colarse, porque para mí se ha colado. Y eso lo reivindico mucho.
Cuando me preguntas si ya nos hemos cargado estos moldes, pienso en algo que reivindica una autora estadounidense, Alison Bechdel, que lo hace desde su disciplina, el cómic, y aunque empieza desde los márgenes, con un discurso subversivo… ahora está dentro de la norma, quiero decir que trabaja desde allí. Y yo creo que eso es muy importante; y no podemos conseguir un cambio si no nos desplazamos también hacia la norma. Reventarla desde dentro, y con esto me refiero a darle la vuelta. Por eso me alegra, a través de este libro, haber llegado a una editorial mainstream; todo lo mainstream que puede ser el mundo de la poesía.

·Eres, además de poeta, actor, traductor, profesor y editor. A veces resulta desmoralizante querer dedicarnos en cuerpo y alma al mundo de las letras y de las artes en general, porque parece que no se puede vivir de esto; a mí, además, me llega a desanimar ser consciente del canon literario preexistente, ya que a veces parece que la única Literatura y el único Arte con mayúsculas sean los del varón blanco, occidental, heterosexual… ¿Qué nos dirías a todas aquellas personas que queremos dedicarnos de alguna forma a escribir, a editar (y auto-editar), al Arte en general? ¿Cómo ha sido tu experiencia como artista multidisciplinar, y cuál es para ti el futuro para este mundo tan rico pero al mismo tiempo tan obstaculizado a veces?

Yo, realmente, digo: más que multidisciplinario, lo llamaría transdisciplinario. Es intentar trascender el mismo concepto de disciplina. Por ejemplo, cuando hago una obra de teatro, para mí es poesía también; el primer libro tiene una estructura teatral. Intento pensar más allá de las etiquetas, mi manera de abordar la disciplina a la que me dedico es hacerlo desde este punto de vista transdisciplinar.
Y me lanzo muchas veces al vacío, porque este tipo de apuestas, como la última, Lo Inhabitable, si queremos integrarlo en una etiqueta, podría ser una obra de teatro, un recital escénico… aunque en realidad mezcla poesía, artes escénicas (teatro), performance… es una mezcla de todo, y también artes audiovisuales. Así que es muy difícil, desde luego, colocar este tipo de apuesta en festivales, porque ni es una obra de teatro ni es un recital.
Muchas veces el molde, como tú dices, obliga a poner una etiqueta; porque claro, tienes que comer, te tienes que mover, ponerlo en marcha. Pero, por otro lado, en mi caso recibo una buena respuesta. Es decir, que trabajemos yendo un poco más allá de las etiquetas, y lo propongamos como un ejercicio híbrido, porque mi concepción de la poesía, y del teatro, y de todo es híbrida. Y la gente se va abriendo a este tipo de propuestas.
Mi recomendación es siempre hacer lo que de verdad nos mueve, intentando obviar los obstáculos del sistema.

Resultado de imagen de festival irreconciliables
·Co-diriges el Festival Internacional de Poesía de Málaga Irreconciliables, así como la editorial feminista La Señora Dalloway. ¿Qué es lo más importante que vienes aprendiendo de estos procesos de dar con otros autores, con otros escritores y poetas; qué te aportan fundamentalmente estos proyectos en los que te vienes embarcando?

Para mí, son los proyectos que me dan vida. Sobre todo, porque trabajo con personas estupendas; y hace que ese trabajo, la poesía, que muchas veces se relaciona con la soledad, ya no sea así, que se convierta de repente en una fiesta. Y la fiesta, la celebración, son algo muy importante en la vida; me he dado cuenta con estos procesos.
Como con el lanzamiento de un libro, que lo celebras, y formas parte de este camino con esta autora; como en un festival, que compartes espacio-tiempo con autoras.
Por eso, por un lado siento que estamos intentando romper, crear fisuras, dentro de la norma; y de la misma norma poética. Porque evidentemente estos mecanismos funcionan también dentro de los festivales de poesía, dentro del mundo editorial. A mí me produce placer crear estas fisuras, tanto dentro de las editoriales como de los festivales de poesía; y sí, nos encontramos con resistencia, pero por otro lado creo que ha sido tan enriquecedor, llevamos los proyectos con tanto entusiasmo… que, por parte de las instituciones, no hemos encontrado ningún tipo de resistencia.
Allí se instaura, y eso es lo bonito, una relación también de confianza y apoyo a la hora de realizar proyectos de tanta envergadura. Porque sobre todo el festival es un proyecto muy difícil de llevar para dos personas. Porque yo digo que co-dirijo, pero realmente también adelantamos dinero, es algo muy artesanal, en realidad. Y este matiz artesanal hace que sea aún más bonito.

·Últimamente me ronda mucho la cabeza la cuestión de las redes sociales, del papel que tienen estas a la hora de volver más accesible y hasta comunitaria la poesía, puesto que muchas más personas que empezamos “de cero” escribiendo podemos acceder a una visibilidad antes quizás reservada a aquel a quien le publicaban; además, parece que en el medio virtual más personas que escribimos desde la vivencia de resistir, desde la migración, la racialización, lo LGTBI y queer… somos leídas y escuchadas. Pero, al mismo tiempo, me preocupa que en las redes sociales cuente más lo que es rápido y fácil de consumir, lo que repite un mantra ya masticado y memorizado, que lo que de verdad nos conmueve y hace reflexionar. ¿Qué piensas tú de este fenómeno de la poesía en redes sociales?

La red social siempre se ha puesto otra etiqueta, porque claro, nos encantan las etiquetas. Hablo todo el rato en contra de ellas, porque desde la teoría queer, lo que se aplica al género se puede aplicar a todo. La etiqueta de la poesía de las redes sociales, que siempre se relaciona con algo de muy poca calidad, algo muy efímero.
Pero en realidad yo creo que las redes sociales son un medio de comunicación, y no tenemos que confundir el medio con el objeto. Yo he visto muchos libros impresos que tienen la misma o peor calidad. Es muy fácil encontrar el enemigo fuera, y eso, salvando la distancia, es lo mismo que hacemos con la homofobia, la xenofobia. Esto está mal, y fin. Y no, perdemos todos los matices; las redes sociales son un escaparate, he visto poemas muy buenos compartidos en las redes sociales, pero yo creo que estamos reflexionando sobre la función que tienen las redes.
Las redes sociales se suelen emplear cuando tienes poco tiempo, estás en un medio de transporte, cuando estás aburrida… es una forma de ver algo de manera rápida. Es otro tipo de poesía, de texto; otra que implica una reflexión más efímera. Lo que quiero decir es que las redes sociales, está claro, no están hechas para reflexiones más atentas, más elaboradas; sino para textos más efímeros, y sí que he visto textos potentes y muy buenos, pero no tienen el mismo gancho, o la misma facilidad para que alguien dé me gusta, o RT, o comente. Porque en este momento en que nos acercamos a la red social eso no es probablemente lo que estamos buscando.
Por eso, creo que se le está intentando otorgar un papel a las redes sociales que no tienen. Es más fácil que textos más sencillos tengan mayor repercusión ahí. Y yo no soy nadie para decir a la gente lo que tiene que hacer, los momentos en los que tienen que leer. Quién soy yo para decir eso.
Y creo que ahí está, probablemente, el fallo; en buscar en las redes sociales algo que no te van a dar. He hecho experimentos con mis propias redes, poniendo por ejemplo una foto, y plasmando un hecho en el texto, un texto sin reflexión; y tiene muchos comentarios, muchos me gusta. Pongo luego, por la tarde, un texto sobre la importancia de la lucha por la visibilización y la normalización del VIH y no tengo nada. Ningún tipo de interacción, de me gusta… de nada. Entonces esto es probablemente porque la gente que usa las redes sociales no quiere eso, acude para eso a un libro, a otro tipo de medio. Esa es de momento mi visión de las redes sociales. Quizás no tenemos que reincidir en ellas y en lo que lee la gente ahí, sino luego, trabajar desde un punto de vista más formal, desde la educación, para educar para leer otro tipo de texto. Pero no digamos no a las poetas de redes sociales, ni a nosotras, que las disfrutamos.
Para mí, por eso, la educación es la base; de hecho, este mes voy a cinco institutos, gracias a Cristina Consuegra, que es una gran cabeza cultural aquí en Málaga. Lo que estamos haciendo es promover un diálogo entre autoras e institutos, adolescentes. Allí sí que tenemos que trabajar; en vez de ir diciendo “es que la gente, en redes sociales…”, trabajando con los institutos. Tener la posibilidad de hablar con adolescentes de feminismos.

·Por último, te llevo a mi terreno: ¿me recomiendas alguna poeta lesbiana que, a tus ojos, esté pasando más desapercibida? Si quieres, también puedes hablarnos sobre algún proyecto futuro o en proceso que te ilusione especialmente. ¡Gracias!

Desgraciadamente las mujeres lesbianas han tenido muchos más problemas de aceptación dentro de los discursos normativos con respecto a los poetas hombres homosexuales, porque no sólo son homosexuales, sino también mujeres.
Ese es un gran tabú, una gran barrera que tenemos que conseguir romper ya, porque ha llegado el momento. Por eso, entre poetas lesbianas, te recomiendo a Sara Torres, que está a punto de sacar un libro nuevo. Berta García Faet, María Eloy-García y, por supuesto, a Violeta Niebla.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Entrevista: Vicenta Mendoza, creadora de Fanzina

Os traigo una entrevista con Vicenta Mendoza, creadora de Fanzina, publicación sensorial chilena hecha por y para mujeres. Ella creó Fanzina queriendo juntar tres cosas que le interesaban mucho: el mundo editorial, el feminismo y la sexualidad. Es una publicación sobre sexualidad femenina, que parte queriendo resolver inquietudes personales que resultan ser bastante colectivas.

·Me gusta mucho la denominación de “publicación sensorial”. Creo que retrata de forma muy auténtica lo que es el mundo del fanzine y las publicaciones desde la auto-edición; escribamos, dibujamos, pintemos, fotografiemos o lo que sea… estamos siempre abiertas a todo tipo de simbiosis creativas.

Creo que SENTIR siendo mujer aún se subestima y se ridiculiza ¡hay que reivindicar eso inmediatamente! En ese sentido, lo sensorial tiene que ver con contemplar y valorar TODOS nuestros sentidos (tacto, vista, olfato, oído, gusto), lo que contribuye tanto al relato como a la síntesis visual de nuestras publicaciones.

·¿Por qué elegiste el fanzine como soporte para toda esta creatividad, y cómo va el proyecto de revista?

El soporte de FANZINA comenzó en formato zine por el espacio que ya había formado en este formato a través de FANZINOMBRE y porque es absolutamente consecuente con lo que yo llamo una publicación sustentable: barata en términos de costos, eficiente en el uso del espacio y lo más importante, su libertad editorial, publicamos y decimos lo que queremos, así que da espacio a que se mantengan distintas visiones de nosotras por nosotras. Pienso que nuestra sexualidad no es solo lo que se ve en el mercado, y ese flujo para mantener, publicar, y potenciar ideas también es netamente sustentable, limpiador y sanador.
Mi idea inicial comienza con una revista porque le da un carácter expositivo más “formal” y validado comúnmente, creo que masificar estos temas es importante y necesario.

·¿Qué te ha supuesto el primer número de FANZINA, El Periodo, en lo que respecta al encuentro entre artistas y, sobre todo, entre diferentes formas de arte?

El feedback fue inmediato ¡todas queríamos hablar de esto! En ese sentido el encuentro fue súper natural y retroalimentado, lo único que hacemos constantemente es unirnos más y más, además de apoyarnos y abrirnos caminos. Las diferentes formas son solo distintos modos de proceder, que en su esencia van a lo mismo.

·El mundo editorial, el feminismo y la sexualidad eran y son los ejes centrales de FANZINA. ¿Cómo ves el panorama editorial actual, a nivel de Latinoamérica y en general, en lo relativo al avance del feminismo y de la escritura y publicación de las mujeres? Y ¿por qué feminismo y sexualidad, y no feminismo y trabajo, feminismo y cuerpo, o cualquier otro par?

En el feminismo la sexualidad es esencial, es parte constituyente de quienes somos y no una caja negra separada de nuestra experiencia cotidiana. Sentir y vivir nuestra sexualidad y sensorialidad como algo que importa, que puede ser público, es una de las grandes contribuciones del feminismo. Yo quiero seguir indagando en este movimiento desde el mundo privado hacia lo público, poder reestructurar esta visión. Como muchas mujeres (cualquiera que se dé el espacio para su cuestionamiento), estoy aburrida de vincularme personalmente y socialmente de esta manera con mi sexualidad, quiero que podamos hablarlo alto, con volumen, con ruido.

·Por ahora FANZINA se auto-edita desde FANZINOMBRE, proyecto creado junto a Martín Sepúlveda. Si te pregunto qué es lo mejor de lo que llevas recorrido con este proyecto, FANZINOMBRE ¿con qué te quedas? ¿Qué estás aprendiendo a lo largo de este proceso, de este viaje, sobre el arte, y hasta sobre ti misma?

FANZINOMBRE partió con una idea que tuve en la universidad (estudiando diseño) respecto a cómo mostrar de una forma atractiva y en un mismo espacio imágenes (ilustración, fotografía) y letras (textos, narraciones, cuentos, poesías), así que lo hicimos de manera monográfica y colaborativa. Lo más genial de esto para mí fue aprender a concretar una idea en algo real, porque lo hicimos (junto a Martín que invité a incorporarse al proyecto y estuvo desde el día uno) y ha crecido mucho más de lo que pensamos, pero por sobre todo la cantidad de gente que he conocido personal y artísticamente. Gente que después de sus publicaciones en el zine y el paso del tiempo han logrado reconocimiento en otros ámbitos por su trabajo. Me gusta ver como algo que partió de una idea puede crecer a través del compañerismo y buena energía que puede generar trabajar en equipo.

·El primer número de FANZINA ha sido El Periodo, y tanto la convocatoria abierta a diferentes artistas para contribuir con el fanzine como el ejemplar final han tenido su buena difusión, se ha pasado la palabra. ¿Qué está suponiendo esta experiencia de visibilizar lo invisibilizado, de hablar por fin con voz propia a través del arte y la auto-edición, para ti? Y ¿por qué el periodo?

FANZINA supone que ya es momento de hablar de estos temas, no hay más tiempo de espera para seguir haciendo visible lo natural. Esto finalmente termina en represión con nosotras mismas y desigualdad en nuestro entorno cultural-social. Quiero que nos sintamos cómodas ahora y que nadie avasalle nuestros derechos. FANZINA es solo un grano de arena más para liberarnos. Ahora que sé que soy capaz de auto gestionar algo así, estoy obligada a moverme y poner de mi parte, si me duermo en los laureles me sentiría profundamente culpable.
Respecto a la decisión de hacer esta temática… Técnicamente busqué muchos temas y siempre quise hablar de esto… También hice muchas encuestas y era un tema muy frecuente… La menstruación es algo común que compartimos todas las mujeres biológicamente y nos han enseñado a no decir nada. Esta tensión es perturbadora sobre todo para una niña que no entiende bien qué le está pasando y se llena de respuestas estigmatizadas. Es un daño psicológico atroz, me indigna la vulnerabilidad a la que estamos permanentemente expuestas por construcciones desiguales. Para mí auto-publicar esto también es liberador.

·Para mí, lo más importante de hablar por fin sobre lo durante siglos silenciados es hacerlo honestamente; no quiero una reivindicación de la regla que la presente como lo mejor que me ha pasado en la vida, tampoco necesariamente un discurso que la demonice, sencillamente aspiro a que a todas las personas que menstruamos se nos escuche en lo que a nuestra salud, nuestro bienestar y nuestra experiencia con la regla respecta. ¿Hay un hilo que une a las diferentes artistas que han formado parte de El Periodo, más allá del hecho de menstruar? ¿Cuál es, para ti, el principal mensaje de El Periodo en lo que se refiere a la vivencia de menstruar?

Concretamente el hilo conductor es la necesidad de crear este espacio que apunta a la falta de vínculo con nuestro período. En ese sentido el desconocimiento y desconexión es enorme, por ejemplo, te cuento que hace dos años dejé de tomar anticonceptivos y la relación con mi cuerpo y mis ciclos cambió por completo muy positivamente, fue una “limpieza” para mi, pero en general el uso de anticonceptivos, y otros malos hábitos, está normalizado.
Me enteré hace un par de meses de que en algunas comunidades y antiguamente, las mujeres teníamos un espacio exclusivo que se llama “la carpa roja”, ahí sólo pueden entrar mujeres y todas menstrúan sincrónicamente en el mismo momento acorde a los ciclos de la luna. En este espacio las mujeres conversan, lloran, ríen, escriben, cantan. ¡Y nadie las molesta! En nuestra sociedad nadie respeta este ciclo y por eso está tan desconectado de nuestro cuerpo, en ese sentido es como si estuviéramos “drogadas”, y también por eso nos cuesta disfrutar algo hermoso. Yo cada vez tengo una relación más estrecha con mi período y lo disfruto (por eso crear este espacio, aparte de un lugar de libre expresión, también me permite investigar, saber qué sentimos), ha sido increíble, desde practicar el Free Bleeding hasta permitirme sentir lo que siento sin prejuicios, o poder detenerme un rato, tener el tiempo que merezco. Hacer FANZINA fue mi mejor terapia contra el patriarcado ¡Nunca había sido tan hermoso y honesto mi período!

·Por último ¿puedes contarnos sobre algún proyecto futuro, quizás sobre el próximo número de FANZINA? ¿En qué estás trabajando ahora mismo que te ilusione compartir?

Sólo puedo adelantar que habrá otra edición formato zine de FANZINA a principios del próximo año, el tema es un misterio para el público aún, así que tienen que estar atentos, igual que para nuestros próximos proyectos conjuntos.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Entrevista: Desnúdate Autoestima Corporal

Os traigo una entrevista con Noemí Conde; ella y Aizea Villarreal son las dos mujeres apasionadas e implicadas con el mundo de la mujer y la cuestión de género que, a través de Desnúdate Autoestima Corporal, ponen sus conocimientos y experiencia al servicio de mujeres en procesos de recuperación de trastornos de la conducta alimentaria y construcción de una verdadera autoestima.


·Os especializáis en el tratamiento con enfoque de género, es decir, desde una perspectiva feminista, de los problemas de autoestima, de la insatisfacción y el desamor con nuestros cuerpos. ¿Qué os llevó a empezar con Desnúdate Autoestima Corporal? ¿Qué os está suponiendo esta trayectoria profesional, y no por ello menos personal y colectiva, en vuestro propio crecimiento y aprendizaje?

Aunque Aizea y yo venimos de mundos diferentes, la relación con el cuerpo nos ha unido: Un proceso de recuperación de Bulimia. Ocho años de experiencia como estilista y publicista para medios de comunicación. Mañanas y tardes acompañando a mujeres con Trastornos de la Conducta Alimentaria. Jornadas completas vistiendo a modelos y actrices.

La vida es aprendizaje, cada una de las experiencias vividas se transforman en conocimientos de un valor incalculable que nos ayudan a crecer y avanzar.

Ambas hemos vivido la presión del cuerpo en nuestra piel, llegando a olvidarnos de nosotras mismas, de nuestra esencia. Y concretamente ése ha sido nuestro motor. Aizea, durante su carrera profesional como estilista, ha visto como mujeres que aparentemente cumplían con los cánones vivían infelices con la presión del cuerpo.

Por mi parte, una enfermedad me hizo despertar y relacionarme en un mundo donde la exigencia y la perfección hacían mucho daño.

Nuestra especialización desde la psicología y el trabajo corporal expresivo despertaron en nosotras la misión de acompañar a este colectivo que tanto nos había tocado de cerca.

Acompañar a mujeres que tienen dificultad en la relación con su cuerpo, llegando muchas de ellas a padecer un Trastorno Alimentario, es un privilegio, un recordatorio constante de cómo nos atraviesa a todas las mujeres el patriarcado, y en este caso la presión social en el cuerpo. A nivel tanto profesional como personal, nos enriquece y nos hace tomar consciencia de una realidad social con hechos concretos: los abusos sexuales, maltratos y violaciones están más presentes de lo que podemos llegar a imaginar.

Cada día nos encontramos a mujeres muy bellas por dentro y por fuera que se fustigan por no llegar a ése ideal de belleza que se han marcado. Cada día tenemos más claro que no se trata de una cuestión de peso.


·¿Podríais contarnos un poquito sobre lo que hacéis en un tratamiento promedio, es decir, qué podéis ofrecer a las mujeres que acuden a vosotras a nivel práctico y cómo de constructiva está siendo hasta ahora la experiencia de ofrecer estos tratamientos?


En Desnúdate ponemos a disposición nuestro bagaje, dos mochilas de experiencias vitales y profesionales únicas sumadas a una amplia formación especializada en psicología y crecimiento personal.  

Nuestro método es creativo y flexible. No existe un proceso igual, todos son totalmente personalizados y adaptados a las necesidades de cada una de nuestras pacientes. Nos basamos en una combinación original de disciplinas, corrientes y técnicas que nos han ayudado a conocernos y amar nuestro cuerpo.

Algunas de ellas son:

La Terapia Gestalt. La PNL, centrada en el diálogo interno de la persona. El Movimiento vital expresivo. La escucha y la observación. El Estilismo libre color, el disfraz y vestuario creativo. La música, el ritmo y la danza. Plástica. El juego, el contacto, la dramatización, la expresión y la creatividad. La respiración, la relajación, el masaje. La meditación y la visualización. El trabajo grupal, la identificación de emociones y paradigma personal.

El resultado, después de acompañar a muchas mujeres, nos hace confirmar nuestras hipótesis. El trabajo emocional y corporal, la detección de necesidades y contactar con el placer, la flexibilidad, desde el permiso; siendo consciente de lo que quieres en tu vida y lo que no, es lo que hace que esa flexibilidad y adaptación también se empiecen a aplicar en la relación con el cuerpo, en ver aquellas partes “imperfectas” como parte de la esencia de cada una.

Los resultados son claros: las mujeres que empiezan con Desnúdate, en un largo plazo de trabajo personal, son capaces de empezar a relacionarse con su cuerpo desde una postura más compasiva y amorosa.


·Vuestro método de tratamiento bebe de diferentes disciplinas terapéuticas, algunas especialmente creativas. ¿Cuál es para vosotras el mayor defecto del acercamiento hegemónico ahora mismo a los trastornos de la conducta alimenticia y los problemas de autoestima desde las clínicas y las consultas? Como mujer que lleva años en tratamiento, entre otras razones, por mis problemas de autoestima y con mi cuerpo, me interesa especialmente saber ¿qué podéis ofrecer vosotras a las mujeres que recurran a vuestro tratamiento que no vayan a encontrar igual en centros de otro corte?


Desde nuestro punto de vista, las clínicas centradas en el tratamiento de los Trastornos de la Conducta Alimentaria están muy centradas en el síntoma, en la parte visible del trastorno. Nosotras siempre hacemos la comparación del iceberg para explicar qué es un TCA. La parte visible del iceberg es el síntoma: lo que se puede observar desde fuera por el comportamiento. La parte sumergida son las emociones: el trasfondo que hace surgir la enfermedad y aviva las inseguridades.

Desde los centros de tratamiento hay un foco puesto en la parte visible del iceberg, en el control o descontrol con la comida y con el cuerpo. Y en un momento concreto de la enfermedad es muy necesario este foco, no obstante, si sólo se trata el síntoma y no se baja a los fondos marinos, el trastorno es muy probable que vuelva a resurgir en otro momento en el que se presenten situaciones adversas, dificultades o vivencias que alteren la cotidianidad. Esas recaídas vuelven como un fantasma hasta que hay un trabajo emocional profundo que te consiga dar herramientas para enfrentarte a esas adversidades que pueden hacer balancear ese “equilibrio” creado desde un tratamiento cognitivo conductual.


·Igual es una pregunta muy básica, pero me parece importante recalcarlo ¿por qué es necesaria una perspectiva feminista, una perspectiva de género, en el tratamiento de los problemas de autoestima y amor propio corporales? ¿Creéis que en el programa de estudio habitual y especializado en estos tratamientos se profundiza lo suficiente en el canon de la socialización patriarcal?


La sexualización del cuerpo femenino y la creación de unos cánones de belleza concretos impuestos por el sistema heteropatriarcal en el que vivimos; un sistema sociopolítico donde el género masculino y la heterosexualidad priman sobre otros géneros u orientaciones sexuales. Así, en este caso, el cuerpo femenino se ha moldeado y se ha normativizado según la visión masculina, con el objetivo de agradar al hombre. Cánones que han ido variando según el momento histórico, siendo ahora la delgadez la norma que impera. 

Además, dentro de la delgadez, existen unos atributos concretos que hacen un cuerpo deseable, como: pechos turgentes, piel lisa, blanca y suave, labios carnosos, mirada penetrante, cabello largo y sedoso… Atributos muy coincidentes con una etapa concreta de edad: la juventud, momento de plenitud según lo que se entiende para el género femenino.

Así, para llegar a esos atributos concretos, las mujeres han aceptado todo tipo de medidas de adoctrinamiento: dietas, cosméticos, tintes, tratamientos anticelulíticos, operaciones estéticas… Y en todo este sinfín de medidas aparecen los TCA, llevando la represión y el control a un extremo incontrolable y llevando al descontrol, en muchas ocasiones fruto de ese descontrol.

Por ello, la perspectiva de género y las herramientas feministas las consideramos básicas y uno de los motores más empoderadores que puede llegar a tener la mujer para la conciliación con su cuerpo.


·Otro problema que he percibido en mis años de tratamiento ha sido la ausencia de una verdadera conciencia de la problemática que suponen los abusos, las agresiones y el acoso sexual en la configuración de la autoestima y los hábitos de vida saludables de nosotras las mujeres. Con cada vez más estudios apuntando a la correlación entre el haber sido víctima de abusos y los problemas de autoestima (llegando estos a cristalizar, incluso, en trastornos de la conducta alimenticia) ¿cuál es vuestra propuesta a este respecto, cómo creéis que se puede abordar este sufrimiento desde la posición de la especialista?

Como bien comentábamos en la primera pregunta, los abusos sexuales, acoso y bullying están muy presentes en nuestras sesiones tanto individuales como grupales. El abordaje de estas experiencias es muy delicado y siempre se tiene que hacer desde una posición muy respetuosa, pautada y lenta. El ritmo y la manera de incidir siempre estará en constante revisión y supervisión al ritmo de cada persona. No hay que olvidar que son experiencias traumáticas que crean mucho sufrimiento y que marcan de manera muy clara el desarrollo de cada mujer. Por ello, el abordaje desde la ternura, la autocompasión y el respeto es muy necesario. Estos casos requieren de un ritmo muy lento que respete el momento de cada mujer. Desde estas experiencias, en muchas ocasiones proponemos también el trabajo grupal desde organizaciones que incidan en estas experiencias, para poder sentirse acompañadas y respaldadas en todo momento.


·Por último, quisiera preguntaros ¿cuál es vuestro lema de cabecera, aquello que le diríais a una mujer que no sólo padece por su autoestima y su relación con su cuerpo, sino que ya quiere tirar la toalla? A veces, todas necesitamos un poco de apoyo.

A nuestra consulta muchas veces vienen mujeres que ya han probado todo, que han pasado por diferentes especialistas y nos dicen “es que estoy cansada”.


Y desde aquí dejamos claro tres ejes muy importantes: tienes la suerte de que tu cuerpo te habla, tu cuerpo te avisa cuando hay algo que no funciona. Esa alarma, en tu caso, está muy relacionada con la relación con el cuerpo y la comida. Cuando esa relación tiene etapas que son más conflictivas, es importante que puedas atenderlas, porque te están dando mucha información de aquello que te pasa, de que hay algo que no estás atendiendo. En otras personas, puede que la alarma se active de otras maneras: hacer muchas cosas, deportes de riesgo que creen emociones fuertes, alcohol, drogas, relaciones tóxicas, tabaco…. Tu cuerpo tiene esa salida.

Desde ahí, es importante atender a que el TCA es el automatismo que tu cuerpo ha elegido para reclamar atención, para que pares y te atiendas. Así, es como si tu cuerpo tuviera una patita coja, y a esa patita coja es importante que puedas diseñarle una muleta a tu medida, una muleta con tus colores, con tu altura y que siempre puedas ir revisándola, puedas ir tuneándola porque a lo mejor conforme vaya pasando el tiempo esa patita necesite otro tipo de soporte, otro diseño, etc. Es un trabajo de largo recorrido y de escucharte constantemente, de oír esas señales que tu cuerpo te está mandando. La niña te está gritando, te está pidiendo que la mires.

Dale gracias a tu trastorno porque ha elegido una opción menos adaptativa que hace que tengas que atenderte de manera más incisiva.

Asimismo, algo que hace descansar mucho, aunque parezca mentira; es que tomen consciencia que es algo que siempre te va a acompañar, tu cuerpo siempre te va a preocupar y ese síntoma en ocasiones se puede reactivar cuando aparezcan imprevistos o situaciones que les hagan sufrir. La idea es, como hemos comentado, poder encontrar esa muleta a tu medida, exclusiva y única; con herramientas para enfrentarte a esas situaciones y que no tenga que saltar la alarma.

domingo, 28 de octubre de 2018

Mujeres y comida: delgadez-belleza-virtud.


Prácticamente todo el mundo que me lee sabe lo mucho que escribo y reflexiono sobre los trastornos de la conducta alimentaria, sobre la ausencia de una verdadera autoestima y de unos hábitos alimentarios sanos y constructivos entre las mujeres… y sobre mi propia experiencia con un principio de bulimia y una dismorfia corporal que nunca ha desaparecido del todo.
Escribo esto porque llevo años dándole vueltas a la idea de que nuestro acercamiento al problema mortífero de los trastornos de la conducta alimentaria y de la baja autoestima, desde el feminismo, desde la Psicología y desde prácticamente cualquier ámbito, es insuficiente, y tremendamente pobre y limitado. Desde especialistas que casi hasta descartan el factor de la socialización patriarcal como condicionante para desarrollar este tipo de problemas de salud tan graves, hasta otros que se sorprenden de que con tu inteligencia o tu conciencia feminista hayas llegado a desarrollar esos problemas; pasando por activistas y escritoras feministas que a mi modo de ver se quedan en la superficie y se limitan a despotricar contra el canon de belleza y la dictadura de la delgadez. Que yo también lo he hecho. Que hay que despotricar, y mucho. Pero ¿cuál es nuestro análisis?
Supongo que hablo desde la vivencia de alguien que lleva siendo consciente de la fragilidad de su autoestima desde mucho antes de preocuparme verdaderamente por mi peso y por lo que comía o dejaba de comer, pero también desde la vivencia de alguien que ahora, a sus veinte años de edad, en medio del proceso de recuperación y sin haber presentado nunca un cuadro de emergencia en lo que a los hábitos alimentarios respecta; sigue fantaseando con reducir la ingesta de comida y provocarse el vómito ante cada “exceso” para poder sentir que tiene el control absoluto sobre algo en su vida. Que, si no se me dan bien otras cosas, al menos se me dará bien estar delgadísima.

Pero también hablo desde la vivencia de alguien que se encontró con el libro “Mi cuerpo es un campo de batalla”, de la Colectiva francesa de mujeres Ma Colère, y que dio entre sus páginas con un artículo de una experta en trastornos de la conducta alimentaria estadounidense. Un artículo sobre cómo la socialización patriarcal nos disocia a las mujeres de nuestros cuerpos. Un artículo sobre la alta incidencia de trastornos de la conducta alimentaria tras haber sufrido abusos sexuales.
Y, por eso, hablo también desde la vivencia de esa chica que soy yo que cada vez que ha sufrido tocamientos indeseados, e incluso intimidaciones, por parte de hombres que se aprovechaban de mi ebriedad o de mi miedo a reaccionar ha estado a punto de volver al váter y a ese alivio inmediato de, por fin, sentirse limpia.

Sin embargo, ha sido ahora, leyendo un artículo de una teóloga sobre la significatividad religiosa de la anorexia, cuando se me ha quedado grabada la siguiente frase leída: “la anorexia es un trastorno ascético, en que es la virtud y no la belleza lo que está en juego.”
Joder. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? La virtud, en la cultura occidental profundamente marcada por sus instituciones religiosas, va intrínsecamente ligada al auto-control más titánico y la represión más férrea de nuestros instintos más naturales. No hay más que citar tres de los archiconocidos pecados capitales: lujuria, pereza (muy relacionada originalmente con la tristeza)… y gula. Siempre gula.

¿Cómo podemos pretender que cualquier mujer, y cualquier persona que vive con un trastorno de la conducta alimentaria, la verdad, se recupere fácilmente de uno de estos trastornos cuando nuestra cultura entera está montada para que mantengamos a raya el hambre? Y no se trata ya de la herencia histórica de la Iglesia y sus mandatos; vivimos en una época en que el perfeccionismo y el éxito son dos de las exigencias máximas por parte de nuestro entorno, en que “triunfar en la vida” es el objetivo supremo (y, a veces, si no lo logras no tendrás acceso ni a uno de esos supuestos derechos básicos que debería proporcionarnos el mismo Estado). Quiero decir que este modus operandi, esta lente de la perfección, se aplica perfectamente (valga la redundancia) a nuestra relación con la comida.

Porque abstenerse es virtud. Porque controlarse es virtud. Porque reprimirse es virtud. Y, si existes como mujer en el patriarcado de la obsesión con la apariencia en redes sociales, de la cultura de las dietas relámpago y las cirugías estéticas, todas sabemos qué tienes que reprimir para ser verdaderamente virtuosa a ojos de la sociedad.

Esto me recuerda, no puedo evitarlo, a una frase que le leí hace ya años a una activista feminista que había sobrevivido a la anorexia nerviosa en un artículo (y qué rabia no acordarme nunca de su nombre): “la anorexia es la ingeniería perfecta del patriarcado”. Pues sí. Es fácil llevarnos las manos a la cabeza cuando nuestras hijas, hermanas, amigas, conocidas y parejas están en una camilla en Urgencias porque se han quedado en los huesos, incluso antes, cuando encontramos restos de sangre en el agua de la cisterna o de comida en los cajones, pero ¿qué hay de la educación prematura, del tipo de sociedad en que nos educamos las mujeres?
¿Cómo vamos a prevenir los trastornos de la conducta alimentaria si “gorda” y “fea” son de las peores cosas que se nos pueden decir a las mujeres? Si “gorda” y “fea” van de la mano en esta sociedad, y de hecho, “gorda” y “fea” son antónimos de esa virtud ya mencionada; porque cuando hablamos de anorexia no hablamos sencillamente de obsesión con la belleza, sino de obsesión con la virtud, pero ¿no es acaso la conexión irrompible delgadez-belleza-virtud la que cimienta la socialización femenina?

Supongo que no le daría tantas vueltas a todo esto, no plantearía todos estos interrogantes cuyas respuestas creo que conocemos todas, si no fuera porque yo he tardado años en atar cabos y percatarme de que el vivir disociada de mis impulsos, de mi intuición y de mis emociones más básicas (hola, enfado) me han llevado hasta el extremo de virar entre la angustia absoluta cada vez que me enfrentaba a un plato de comida (adiós, hambre) y la necesidad de utilizar la comida como ansiolítico hartándome a todas horas de lo primero que pillo en la nevera, porque ¿cómo voy a comer sólo cuando tengo hambre si hace siglos que dejé de identificar el hambre?
Nos pasa, a muchas, durante el sexo. Nos pasa, a muchas, cuando se trata de identificar, como decía, nuestro enfado más legítimo y de verbalizarlo, de nuestro derecho a una disculpa o, al menos, a una aclaración. Recuerdos suprimidos y emociones que nos son ajenas son el aliño de la ensalada que hace tanto que nos cuesta comer a pesar de su baja carga calórica, porque sigue siendo comida, y ya sabemos cómo de sucias nos hace sentir el metérnosla en la boca. Mucho más fácil engullir tabletas de chocolate y correr al baño después.

Porque la realidad es que los trastornos de la conducta alimentaria suponen una epidemia sistemáticamente feminizada, y según estudios, no hace falta llegar a cumplir con el cuadro clínico de uno para tener una relación insana, dañina y hasta peligrosa con la comida y con nuestros cuerpos: 3 de cada 4 mujeres estadounidenses (es decir, el 75%) recurren a hábitos alimentarios insalubres que sí se cuentan como síntomas de TCAs. Dietas de dudosa efectividad y peligro de enganche y, cómo no, de rebote y de la consecuente frustración; uso de laxantes; vómitos auto-provocados; ejercicio físico compulsivo; evitación obsesiva de grupos enteros de alimentos… ¿a alguien le suena?

Y ya no sé qué concluir después de escribir todo esto ¿estamos perdidas? No, no lo estamos, pero lo estaremos si seguimos dejando el análisis y tratamiento de los TCAs y de sus síntomas en manos de especialistas ajenos a cualquier enfoque sociológico y crítico con el patriarcado, mientras nosotras nos resignamos a gritar cánticos contra la escasez de tallas en manifestaciones y llorar por nuestras amigas. Que yo también lloro. Que yo también grito… pero no puede ser lo único que hacemos.

Comencemos a revolucionar la forma en que educamos, y permitimos que otros eduquen, a las niñas de nuestro entorno. Comencemos a investigar, a leer, a debatir y a poner, por fin, en el centro la vida porque nos la están arrebatando a golpe de báscula y virtud.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Querido Psiquiatra: Soy cuerpo, y mi mente también lo es.


Reflexionar sobre las lecturas sociales y comunitarias de la llamada “enfermedad mental” o locura siempre me lleva a plantearme una pregunta: ¿estoy negando acaso la vinculación de tantas de mis dolencias psicológicas o emocionales con la biología, con la neurociencia y sus entresijos?

Sin embargo, cada vez tengo más claro que no somos quienes nos resistimos al patológico modelo biologicista de la salud mental las que estamos pasando por encima del cuerpo y su funcionamiento. Al revés: es ese planteamiento científico occidental, pariente de sangre de la economía liberal e imprescindible para el patriarcado, el que proporciona herramientas a los médicos y especialmente a los psiquiatras que se empeñan en diferenciar sistemáticamente el cuerpo y la mente. Es la herencia filosófica, científica y religiosa de la cultura hegemónica la que nos condiciona para privilegiar a la mente, ahora entendida como el cerebro y sus neurotransmisores, como si se tratara de un “sujeto” que es posible diferenciar y sustraer del “objeto” que es nuestro cuerpo.
Lo que quiero decir con todo esto es que por supuesto que la biología, entendida como la ciencia que estudia a los seres vivos y nuestros “procesos vitales”, tiene mucho que ver con la salud mental; pero un modelo médico que bebe de la racionalización de la mente como “comandante” supremo del cuerpo, como elemento ajeno al cuerpo, nunca será capaz de beneficiarnos fundamentalmente a las personas con los denominados “problemas de salud mental”.

Y es que ¿nos importa tanto la influencia de lo biológico sobre lo psicológico si ignoramos la manera en que nuestras vivencias vitales se inscriben en nuestros cuerpos y modelan nuestro cerebro (un órgano, al fin y al cabo, enteramente plástico)? ¿Si nos medicamos periódicamente (ingiriendo, al fin y al cabo, drogas legales) para “reconducir” los caudales de nuestros cerebros pero dejamos de lado prácticas como la meditación, el yoga, el ejercicio físico en general o el contacto con la naturaleza y con otros seres humanos que nos cuiden y se dejen cuidar? ¿Se trata verdaderamente de intereses científicos íntegros, de velar por el bienestar de los seres humanos, o de obedecer a los intereses comerciales de las farmacéuticas cuando se privilegian unos tratamientos y se menosprecian otros con la excusa de la “biología”?

Porque no se trata ya de protestar contra la manifestación de los sesgos sistémicos en la administración de un tratamiento u otro por parte de especialistas, es decir, de señalar la probabilidad de que a un niño negro le diagnostiquen "trastorno de adaptación" sipresenta los mismos síntomas que un niño blanco con diagnóstico de “autismo”. De señalar, también, esa misma probabilidad de que a una mujer le diagnostiquen “trastorno límite de lapersonalidad” presentando los mismos síntomas que un hombre, al que lediagnosticarían “trastorno por estrés post-traumático”. Que a esa misma mujer, si es heterosexual, le diagnosticarían antes “depresión” y si es lesbiana o bi,el susodicho trastorno de la personalidad. Y podría seguir y seguir y seguir.
Pero, sencillamente, no se trata de eso.

Porque no basta con “reformar” la psiquiatría; no basta con exigirles a los especialistas que nos tratan que traten de mantener sus prejuicios aprendidos al margen de los diagnósticos y las pastillas y los encierros a los que nos arrojan. Se trata de ir a la raíz de la cuestión, y si vas a la raíz, te acabas dando cuenta de que los cimientos al completo de la institución de la psiquiatría, de la medicina incluso, están impregnados de violencia y prejuicio.

¿Hay acaso violencia mayor que aquella que categoriza los cuerpos y los comportamientos en “más funcional” o “menos funcional”, en vez de según criterios de dignidad y bienestar vitales? Es esa la misma violencia que categoriza nuestras mentes en “enfermas” y “sanas”, según el mismo criterio de gran utilidad económica de la “funcionalidad”, y que niega nuestro derecho a estar tristes (y, especialmente si somos mujeres sistemáticamente violentadas, a enfadarnos). A sentir emociones “malas”, “equívocas”, “negativas”. Como si cada emoción no fuera intrínsecamente necesaria y esencial.

Y, contra esta violencia sistémica, no queda sino construir maneras de vivir y sentir alternativas dentro de nuestras posibilidades en esta sociedad. El primer paso, nadie me va a convencer de lo contrario, es empezar a escuchar a nuestros cuerpos; y no necesitamos del “teléfono loco” que supone el psiquiatra para que nos traduzca las señales de nuestra cabeza y nuestros órganos.
Claro está que, para todos aquellos sujetos profundamente traumatizados por la truncada convivencia en estos contextos tan violentos (de formas más o menos directas, más o menos sutiles); escuchar a nuestros cuerpos es a menudo un arma de doble filo. Si mi cuerpo ha desarrollado hipervigilancia para sobrevivir a un ambiente de maltratos escolares o familiares, de abusos sexuales o de racismo o de machismo en el trabajo ¿cómo hago para escucharlo? Si parece que todo lo que hace es disparar mis alarmas a todas horas, protegiéndome de un peligro que o bien es inevitable independientemente de mis esfuerzos por mantenerme alerta; o bien ya ha menguado.

Sin embargo, me mantengo en mis trece: escuchemos a nuestros cuerpos. Escuchar a nuestros cuerpos, al fin y al cabo, no implica obedecerlos; nuestros cuerpos los configuran al final del día nuestras decisiones también, con quién me quedo, dónde me quedo, cuándo y por qué me quedo. Un cuerpo que se asusta a todas horas también merece ser escuchado, y nunca dejado de lado en favor de una falsa racionalización de pensamientos “fiables” y pensamientos “irracionales”.

No pretendo concluir otra cosa que la siguiente: integrar la biología en la ecuación de nuestra salud mental no puede ser simplemente un reto de los psiquiatras que nos tratan, que tan a menudo nos medicarán con droga que, más allá de lo insalubre y cronificante que pueda llegar a ser; está ante todo diseñada en gran medida para que podamos seguir yendo a trabajar o a estudiar y nuestros síntomas no sean tan vistosos, tan marcadamente diferentes.

No, integrar la biología en la ecuación de nuestra salud mental implica comprender de una vez, como tantos pueblos colonizados sí han comprendido a lo largo de la Historia de la Humanidad, que nuestras mentes no son entes separados de nuestros cuerpos que gobiernen las irracionalidades e impulsos de estos. Que hablar de salud implica hablar del cuerpo, porque somos cuerpo, y seremos cuerpo, y hemos sido cuerpo por mucho que se nos pretenda, demasiadas veces, convencer de lo contrario anulando nuestras reacciones fisiológicas y las inscripciones históricas del dolor ancestral en estas.

lunes, 22 de octubre de 2018

Entrevista: Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz, antropólogo, activista y autor de Bifobia

Os traigo una entrevista con Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz. Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz (Madrid, 1991) está terminando un doctorado en antropología por la Universidad Autónoma de Madrid, centrándose en la promoción turística, el Orgullo LGTBI y la ciudad de Madrid. Es el autor de Bifobia (Egales, 2017), el primer libro sobre la bisexualidad en el activismo LGTBI español. Ha publicado en diferentes formatos y contextos académicos y periodísticos, habiendo impartido también conferencias sobre la intersección de los estudios urbanos y de la diversidad sexual y de género. Activista LGTBI, como miembro de la madrileña asociación Arcópoli, ha estado igualmente vinculado a la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB).


·Eres activista LGTB, luchando desde Madrid por una sociedad libre de LGTBIfobia. ¿Cómo empezaste a moverte en el mundo del activismo, qué te llevó a decidir definitivamente dedicar al menos una parte de tu vida a luchar por una sociedad mejor? Y ¿cuáles son para ti los mayores retos a afrontar por las organizaciones y colectivos LGTBI en la actualidad?

Antes de participar en la asociación Arcópoli estuve varios años militando en Juventudes Socialistas de Madrid y, tras dejarlo, pensé durante meses en volver a militar en alguna organización, dedicando tiempo a algo más que los estudios o el trabajo. En los cuatro años que llevo en Arcópoli los grandes desafíos han ido cambiando, y creo que ahora mismo la mayor barrera es la sociocultural y no la legal: tenemos leyes en gran parte de las Comunidades Autónomas, y lo que queda es que vayamos todos, todas y todes aceptando no solo las leyes sino los principios que hay detrás.


·También eres antropólogo, e investigas el cruce de la diversidad sexual y de género con los estudios urbanos y turísticos. En lo que respecta al fenómeno de que el auge turístico de una ciudad vaya de la mano de la promoción del ambiente LGTBI, y sobre todo G, hay voces a favor y voces en contra; se debate sobre la inclusión y la participación de la ciudadanía, pero también sobre los posibles efectos negativos, como las consecuencias sobre los barrios pobres y los colectivos marginados que comporta la gentrificación. ¿Qué puedes contarnos tú sobre este fenómeno desde una perspectiva más profesional, cuál es tu punto de vista? ¿Por qué se caracteriza, en concreto, el caso madrileño con el Orgullo LGTBI, el Barrio de Chueca…?

El turismo LGTBI —sí, de hecho sobre todo G— lleva unas pocas décadas siendo investigado por cada vez más disciplinas académicas, y gran parte de los estudios o bien no entran en juicios de valor o en visiones dicotómicas, o bien comparan los efectos positivos y negativos de estas formas de turismo, que han de ser en todo momentos descritas en plural. La gentrificación y la turistificación, vayan de la mano o no, son procesos en los que debemos o podemos pensar al hacer turismo, y para las personas LGTBI no es una excepción: al elegir nuestros destinos turísticos, dónde y qué consumir, o qué hacer, estamos incidiendo de formas variadas en nuestros lugares de origen y de destino, que pueden verse como una red. Algunos eventos como la sección LGBT de FITUR, la feria internacional de turismo de Madrid, nos muestran cómo de conectados y comparados están los diferentes destinos y las prácticas turísticas LGTBI. También nos muestran que este segmento no está libre de las inercias del turismo en general: o bien podemos optar por viajes totalmente organizados, distribuidos de forma masiva, o bien podemos buscar un viaje individualizado, o bien podemos caer en la infinita variedad entre los dos extremos. Chueca tiene un papel importante en cualquier caso: puede ser una visita inexcusable para el turismo LGTBI más previsible en Madrid o en el Estado español o, buscando una experiencia menos masificada, puede ser precisamente un punto a evitar. En todo caso, Chueca tiene, como otros barrios similares, características que ayudan a que sea popular para el turismo: una ciudad bien conectada con medios de transporte; una presencia importante en productos culturales como películas, series o novelas; un evento anual que la lleva a pantallas y a redes sociales, etc.


·Ahora, hablemos de tu libro. Eres autor de Bifobia (Egales, 2017), el primer libro publicado sobre la bisexualidad en el activismo LGTBI español. ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro, y qué ha caracterizado el proceso de escritura y, sobre todo, de investigación que ha llevado a que este se materialice? ¿Qué es, para ti, lo más importante que has aprendido gracias a escribirlo?

Bifobia nació desde la asociación Arcópoli. Yo ya tenía la intención de participar como socio en los actos del Año de la Visibilidad Bisexual en la Diversidad, un año temático convocado por la FELGTB, Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales. Pensé en aportar algo más, desde la antropología, y me fijé en la escasa o nula producción académica y de divulgación sobre la cuestión en el Estado español, y pensé, de forma totalmente pragmática, que era un buen nicho que aprovechar y ocupar. Desde esa decisión fueron meses de búsqueda bibliográfica y, sobre todo, de entrevistas y de observación participante con activistas bisexuales en Arcópoli. Ambas técnicas son las más típicas del trabajo de campo etnográfico y de la antropología, y en este caso supusieron ir acompañando a los y las activistas durante los actos de todo el Año Bisexual, entrevistándoles cada cierto tiempo. Fue un proceso apasionante y divertido, aunque con momentos duros, al encontrar formas de bifobia en las que yo había caído en el pasado —soy un aliado monosexual—, incluso entre personas activistas muy politizadas.


·El título del libro, Bifobia, deja bien claro que las personas bis sufren en esta sociedad patriarcal una violencia y una discriminación por ser quienes son, por existir fuera de la norma heterosexual y de la obligatoriedad de la elección “de un sexo u otro, de un género u otro”. Me interesa especialmente saber sobre la fundamentación de este prejuicio tan antiguo pero tan en auge todavía sobre las personas bis, sobre su identidad y sus elecciones de vida: ¿qué relación hay entre el patriarcado que rige nuestras vidas en esta sociedad y la susodicha bifobia?

La bifobia, al igual que la homofobia y la transfobia, puede rastrearse hasta una raíz: el patriarcado o el sexismo. Como sistema de clasificación y de distribución de recursos —como la visibilidad—, el sexismo marca claramente un binarismo que las bisexualidades se cargan. Puede verse ahí la relación, aunque puede argumentarse también que lo binario tiene un papel fundamental en gran parte de las culturas y sociedades del mundo. Puede verse la analogía con la represión de las personas, al margen de su orientación sexual, por resistirse a satisfacer las expectativas del sistema patriarcal.


·Al respecto de la bifobia, en la presentación de tu libro a la que tuve el placer de asistir, nos explicabas que es muy difícil encontrar estadísticas que reflejen los índices de agresiones, de violencia física sufrida con motivo de ser bis. ¿Qué tipo de violencia es, desde tu punto de vista como investigador, la que más repercute en las vidas de las personas bis? En la misma presentación, una mujer comentaba que no hay que olvidar los altísimos índices de abusos sexuales sufridos por las mujeres bis. ¿Pudiste investigar y entender mejor esta epidemia de violencia sexual mediante la investigación para tu libro?

Diversos estudios, incluyendo la investigación que hay detrás de Bifobia, afirman que la invisibilidad y los estereotipos son las formas más comunes de violencia que sufren las personas no monosexuales. La combinación no deja de ser paradójica: se junta una escasa visibilidad de las personas bisexuales con un conocimiento de estas basado en estereotipos y mitos. Estas formas de violencia pueden parecer menores, al compararlas con agresiones físicas motivadas por la homofobia y la transfobia, pero estudios cuantitativos hablan de graves efectos de la bifofia y del monosexismo, sobre todo en cuanto a salud mental. Al investigar un contexto activista y con un grupo reducido de personas no monosexuales tuve pocas ocasiones para encontrarme con violencia más allá de la simbólica, por lo que solo pude encontrar información sobre abusos sexuales en la literatura académica. El cruce del monosexismo con el sexismo, o de la bisexualidad con el género, está por suerte ampliamente estudiado, de formas cuantitativas y cualitativas.


·A menudo, conversando y debatiendo con compañeros y amigos bis, me cuentan cómo algunos de los peores casos de bifobia los han sufrido por parte de gais y lesbianas de su entorno, de los movimientos incluso. ¿Has podido investigar esta violencia interna mientras escribías Bifobia? ¿Qué sucede con el movimiento contra la LGTBIfobia que tan a menudo caemos, nosotros mismos, en bifobia?

Al estudiar la bifobia en un contexto activista LGTB la violencia más presente fue, precisamente, por parte de gais y de lesbianas. Las reuniones, la preparación de actos o incluso las fiestas fueron escenarios diversos en los que pude conocer una bifobia por parte de compañeros que yo también reproduje antes de concienciarme —asumiendo que siempre es un trabajo en proceso—. Una primera explicación de esta fuente de violencia, por parte de compañeros y compañeras, está en la educación: nos hemos criado en el mismo sistema, y, salvo que nos vayamos politizando y concienciando, vamos reproduciendo las mismas formas de opresión, aunque sean incoherentes con nuestros objetivos personales o colectivos. Por otra parte están los factores específicos. Investigadoras como Amanda Udis-Kessler o Paula Rust han estudiado la bifobia en contextos activistas, señalando cómo las personas LG podemos reproducir el monosexismo por intereses personales, políticos, así como por entender las reivindicaciones bisexuales como un agravio comparativo o como una incompatibilidad con las trayectorias personales de activistas.


·Por último, no puedo dejar de preguntarte desde mi propia resistencia como lesbiana y, también, desde la esperanza: a través de la escritura de tu libro y de tu trayectoria como activista del movimiento LGTBI ¿cuál es tu perspectiva de los logros y retos para el colectivo, cómo definirías todo lo que vamos consiguiendo a día de hoy y, por supuesto, todo lo que nos queda por conseguir?

Los meses desde la publicación del libro y sus presentaciones me han ayudado a conocer a muchas personas, así como la situación del activismo y de la política en varias ciudades y comunidades autónomas. Me han animado a pensar que vamos mejorando, y que gracias a las leyes, las redes sociales y la educación, podemos encontrar personas LGTBI cada vez más concienciadas en cualquier parte del Estado español —y no solo en las grandes ciudades, o donde están las asociaciones más visibles—. Las agresiones físicas y simbólicas o el desajuste entre los discursos y vocabularios de los diferentes activismos y del resto de la sociedad me parecen retos importantes para el presente y el futuro más inmediato, pero creo que vamos en buen camino.