1. Primero, me gustaría preguntarte ¿cómo empezaste a escribir? ¿Cómo
reaccionó tu entorno? Creo que muchas de nosotras empezamos a escribir pronto,
desahogando nuestros sentimientos y percepciones en la poesía, pero aunque
desde el momento en que mi familia supo que escribía me apoyaron, me consta que
no siempre es así (especialmente con la poesía).
No siempre es sencillo saber cuando empezamos a escribir, cuál es el
momento en que pensamos lo escrito como poema (relato etc.). No sé hasta qué
punto los “desahogos de diario”, tan valiosos, tan importantes en la
construcción de la persona, pueden llamarse escritura. Cuando aquella maestra
me soltó “si fueras rica podrías llegar a ser escritora” (escuela rural mixta,
años cincuenta, ninguna posibilidad aparente de cursar estudios más allá de una
primaria miserable) mi memoria grabó la frase para que yo todavía pueda
reproducirla ahora. Quizás fue ahí donde empecé a escribir, sin escribir aún.
Después, los desahogos, el silencio, lo secreto. Mucho después, la intención,
querer construir un relato o un poema, querer que lo fueran. Los primeros
intentos de leer “mis cosas” a mi entorno más próximo no interesaron, me
sacaban de sus casillas. En un concurso de poemas sueltos que no gané, Carlos
Murciano se interesó por mi poema y aquello significó un empujón. Poco después,
la Ed. Torremozas me incluyó en sus “VOCES NUEVAS”. Era 1989, yo tenía más de 40 años, llegaba tarde a empezar a
pensar que a pesar de haber nacido en aquella aldea, a pesar de lo otro y lo
otro y lo otro, iba a poder escribir siempre que alguien de esa familia
expandida que son los/las poetas me soplara un poquito. Para entonces ya había
tirado a la basura una buena cantidad de versos. Siempre he necesitado que los
afectos me empujaran. Ahora también. Tengo mucha suerte.
2. Hablando de los primeros años, querría preguntarte sobre tu niñez. Creo
que nuestra niñez marca muchísimo nuestra poesía posterior, al menos en mi caso
¿cuáles son tus recuerdos más nítidos, y cómo crees que estos se reflejan en tu
poesía?
Hay una casa de piedra en una aldea que se llama Alén. Arriba duermen
los niños y los padres; abajo, las vacas. Hay una vaca pariendo y el bichito
viene con la pata doblada (mi hermano Pepe, que tendría 15 años, lo soluciona.
La vaca, agradecida, lo lame antes de lamer a su hijo). Hay una escuela con dos
idiomas, el de la maestra y el de los niños, cada cual habla el suyo, se
entienden. Alén quiere decir “más allá”. Antes de empezar las clases bajaba el
marido de la maestra, que no era maestro pero era fascista y venía a obligarnos
a cantar una famosa canción que se cantaba con el brazo extendido y la mano
también extendida y así como hacia lo alto y hacia lo lejos. El “maestro” no
tenía oficio conocido pero los vecinos le hicieron un gallinero donde hacía
cosas muy feas. La maestra no era mala y muchas veces estaba de mal humor,
claro. Había muchas clases de palos: los de apoyarse mi padre, los de conducir
el ganado, los de pegar a los niños, los de encender el fuego. Al encender el
fuego tooooda la casa se llenaba de humo. Había sabañones. Había una hermana
mayor que hacía de mamá de los otros seis, tenía 14 años. La mamá era una
princesa que se había ido a Barquisimeto, un país que pertenecía a la ciudad
maravillosa de Venezuela. Cuando alguien regresaba de allá, nos traía cajas de
zapatos llenas de calcetines de parte de la mamá. Después se fue mi hermano
mayor y le pedí que al volver me trajera unos zapatos. Después se fue mi
hermano siguiente porque era enfermo. Después se fue mi hermana-mamá y eso fue
lo peor y no me gusta recordarlo. Los dos más pequeños lloramos mucho por las
calles de Vigo, al ir a acompañarla al barco. Desde entonces, este hermano mío y
yo fuimos siempre uña y carne y así seguirá siendo y aunque estemos muuuuuy
lejos. Siempre había frío. Hambre
hambre, lo que se dice hambre no hubo nunca. Papá hacía muy buen pan. El caldo
gallego es un alimento pobre muy completo. En el campo las postguerras se
sobrellevan mejor. Galicia es el país de la patata.
Mi poesía no se comprende sin este mundo. Todo esto
está allí. Mi lengua de la poesía es la de mi gente de Alén y no estoy
dándomelas de aldeana, estúpido.
3. Algo que siempre me ha llamado la atención de la poesía, y que de más
pequeña me frustraba incluso, ha sido el tópico de que todos los poemas (o casi
todos) versan sobre el amor de pareja. Yo, la verdad, cuando escribo suelo
escribir más sobre mí misma y sobre lo que me rodea; incluso creo que les he
escrito más poemas a mis amigas que a mis parejas. ¿Cuál es el papel del amor en
tu poesía? Y ¿crees que el amor va ganando protagonismo en la poesía de una
según madura y crece?
No sé si atreverme a decir que la poesía es un acto de amor (también es
un acto egoísta, ¿como siempre el amor?). Si hay amor en mi poesía, entendido
como fascinación por algo-alguien, es el amor por el lenguaje.
4. Yo di con tus poemas gracias a la antilogía Raíces, donde compartes
páginas con las tres poetas Francisca Aguirre, Luisa Castro y Amalia Bautista.
¿Qué supuso para ti la oportunidad de formar parte de esta
"antilogía"? Y, partiendo de que se trata de un compendio de poemas
escritos por mujeres en una sociedad como la nuestra (y en un mundo tan
masculinizado como lo es el de la literatura) ¿qué crees que la hace diferente
de la usual antología compuesta por decenas de poemas escritos por hombres?
Estar en la “antilogía” RAÍCES supuso sobre todo una celebración de la
amistad y de las casualidades sorprendentes de la vida. De pronto, María
Sotomayor, alguien que desconocía mi amistad con las tres poetas y mi
admiración por ellas, nos reúne en un libro. Una fiesta encontrármelas en una
antología muy completa de cada una de las cuatro, un libro cuidadísimo por
parte de Casimiro Parker.
Claro, el hecho mismo de haber seleccionado sólo mujeres ya puede
parecer extraño. Con toda seguridad no pareció igualmente extraña la antología
anterior de cuatro hombres por parte de la misma editorial. Ahí es donde se
aprecia hasta donde sigue viva la discriminación de la mujer.
5. En esa misma línea, me gustaría preguntarte sobre tu percepción de la
situación de las mujeres en el panorama literario, y especialmente poético, en
la actualidad. ¿Cómo crees que hemos avanzado y qué obstáculos nos quedan,
todavía, por superar? ¿Crees que en la escritura de mujeres aparecen unos temas
o se da un estilo propio, que no son tan comunes en la escritura masculina, o
se tratan temas completamente universales?
Creo que hemos avanzado muchísimo, creo que la mujer ha tenido que
demostrar tanto que al final eso ha redundado en una calidad muy alta en todo
cuanto hace, no sólo (también) en poesía. Pero creo que el poder genera
adicción y es la casa de los hombres desde siempre: no nos la van a abrir tan
fácilmente, aunque reconozcan que deben hacerlo. Seguiremos ahí.
Me resulta difícil contestar a la última pregunta. Supongo que los temas
de nuestra poesía serán tan diferenciables como nuestros mundos pero la poesía
es sobre todo trabajo con el lenguaje, construcción. ¿Estamos las mujeres
construyendo poesía de manera diferente por el hecho de serlo? Nuestros modelos
artísticos, históricamente hablando, son mayoritariamente masculinos, ¿podemos
evitar su influencia? ¿habría alguna razón para hacerlo?
6. Una pregunta que también le hice a Amalia Bautista y cuya respuesta me
interesa mucho tiene que ver con el acercamiento a la poesía desde la infancia,
desde los colegios y la literatura "para niños". Yo recuerdo que,
cuando era más pequeña, la poesía no me llamaba la atención; quizás por el
omnipresente tópico del amor de pareja ya mencionado, o porque nos hacían
desmenuzar las estrofas antes que sentir los versos. ¿Tú crees que se propicia
un acercamiento a la poesía, y a la literatura en general, desde la educación?
¿Cómo crees que se podría propiciar que más niños entren en contacto con el
Universo de la poesía, que tan acompañados puede hacerles (hacernos) sentir?
Desde mi experiencia de profesora puedo afirmar que la enseñanza de la literatura, tanto desde el
currículum escolar como desde la práctica cotidiana por parte del profesorado
en general, es deformante y desmotivadora porque no se atiende en primer lugar
a lo esencial (la lectura y la escritura), no vaya a ser que lo pasemos bien,
no vaya a ser que aprendamos a pensar. La enseñanza de la escritura nunca se ha
concebido como parte de la enseñanza de la literatura, y lo es. La lectura no
va antes que la información, sino después, si va. La cantidad de “contenidos”
(habría que analizar esta palabra) es un despropósito. Desde hace cuarenta
años, no se ha avanzado en absoluto, más bien se retrocedió. No hay interés en
investigar, en hacer lectores, en educar para ser adultos que piensan con
capacidad crítica. No interesa eso, no vaya a ser que.
7. Por último ¿cuáles son tus mayores fuentes de inspiración? Y ¿quiénes
son tus principales referentes en lo que respecta a la poesía, quiénes son esos
y esas poetas que te hacen desear escribir más y más y te acompañan en el dolor
y en la alegría con sus versos?
Me inspira el trabajar. Me siento con mi ordenador en un lugar
tranquilo, eso sí, y me pongo a trastear. No sale nada y de repente sale, pero
no viene del aire sino de haber estado intentándolo. Mis poetas son tantas y
tantos que la selección va a ser muy injusta. Y no es fácil saber quién te influyó
más. Cuando en la década de los 80 leí a Luisa Castro (Baleas e baleas, Los
versos del eunuco) encontré en ella una fuerza enorme. Me pasó lo mismo con
otras poetas en aquel momento mío de
obsesión con la lectura de poesía (Blanca Andreu, Silvia Plath, Gertrude Stein...). Pero yo leí mucho a
los clásicos mucho antes y supongo que han dejado huella también por ahí.
Quienes actualmente me acompañan son mis amigas del Seminario Euraca, Patricia
Esteban, María Salgado, Ángela Segovia. En realidad no te estoy respondiendo
pero es que esta pregunta es incontestable.