lunes, 22 de octubre de 2018

Entrevista: Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz, antropólogo, activista y autor de Bifobia

Os traigo una entrevista con Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz. Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz (Madrid, 1991) está terminando un doctorado en antropología por la Universidad Autónoma de Madrid, centrándose en la promoción turística, el Orgullo LGTBI y la ciudad de Madrid. Es el autor de Bifobia (Egales, 2017), el primer libro sobre la bisexualidad en el activismo LGTBI español. Ha publicado en diferentes formatos y contextos académicos y periodísticos, habiendo impartido también conferencias sobre la intersección de los estudios urbanos y de la diversidad sexual y de género. Activista LGTBI, como miembro de la madrileña asociación Arcópoli, ha estado igualmente vinculado a la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB).


·Eres activista LGTB, luchando desde Madrid por una sociedad libre de LGTBIfobia. ¿Cómo empezaste a moverte en el mundo del activismo, qué te llevó a decidir definitivamente dedicar al menos una parte de tu vida a luchar por una sociedad mejor? Y ¿cuáles son para ti los mayores retos a afrontar por las organizaciones y colectivos LGTBI en la actualidad?

Antes de participar en la asociación Arcópoli estuve varios años militando en Juventudes Socialistas de Madrid y, tras dejarlo, pensé durante meses en volver a militar en alguna organización, dedicando tiempo a algo más que los estudios o el trabajo. En los cuatro años que llevo en Arcópoli los grandes desafíos han ido cambiando, y creo que ahora mismo la mayor barrera es la sociocultural y no la legal: tenemos leyes en gran parte de las Comunidades Autónomas, y lo que queda es que vayamos todos, todas y todes aceptando no solo las leyes sino los principios que hay detrás.


·También eres antropólogo, e investigas el cruce de la diversidad sexual y de género con los estudios urbanos y turísticos. En lo que respecta al fenómeno de que el auge turístico de una ciudad vaya de la mano de la promoción del ambiente LGTBI, y sobre todo G, hay voces a favor y voces en contra; se debate sobre la inclusión y la participación de la ciudadanía, pero también sobre los posibles efectos negativos, como las consecuencias sobre los barrios pobres y los colectivos marginados que comporta la gentrificación. ¿Qué puedes contarnos tú sobre este fenómeno desde una perspectiva más profesional, cuál es tu punto de vista? ¿Por qué se caracteriza, en concreto, el caso madrileño con el Orgullo LGTBI, el Barrio de Chueca…?

El turismo LGTBI —sí, de hecho sobre todo G— lleva unas pocas décadas siendo investigado por cada vez más disciplinas académicas, y gran parte de los estudios o bien no entran en juicios de valor o en visiones dicotómicas, o bien comparan los efectos positivos y negativos de estas formas de turismo, que han de ser en todo momentos descritas en plural. La gentrificación y la turistificación, vayan de la mano o no, son procesos en los que debemos o podemos pensar al hacer turismo, y para las personas LGTBI no es una excepción: al elegir nuestros destinos turísticos, dónde y qué consumir, o qué hacer, estamos incidiendo de formas variadas en nuestros lugares de origen y de destino, que pueden verse como una red. Algunos eventos como la sección LGBT de FITUR, la feria internacional de turismo de Madrid, nos muestran cómo de conectados y comparados están los diferentes destinos y las prácticas turísticas LGTBI. También nos muestran que este segmento no está libre de las inercias del turismo en general: o bien podemos optar por viajes totalmente organizados, distribuidos de forma masiva, o bien podemos buscar un viaje individualizado, o bien podemos caer en la infinita variedad entre los dos extremos. Chueca tiene un papel importante en cualquier caso: puede ser una visita inexcusable para el turismo LGTBI más previsible en Madrid o en el Estado español o, buscando una experiencia menos masificada, puede ser precisamente un punto a evitar. En todo caso, Chueca tiene, como otros barrios similares, características que ayudan a que sea popular para el turismo: una ciudad bien conectada con medios de transporte; una presencia importante en productos culturales como películas, series o novelas; un evento anual que la lleva a pantallas y a redes sociales, etc.


·Ahora, hablemos de tu libro. Eres autor de Bifobia (Egales, 2017), el primer libro publicado sobre la bisexualidad en el activismo LGTBI español. ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro, y qué ha caracterizado el proceso de escritura y, sobre todo, de investigación que ha llevado a que este se materialice? ¿Qué es, para ti, lo más importante que has aprendido gracias a escribirlo?

Bifobia nació desde la asociación Arcópoli. Yo ya tenía la intención de participar como socio en los actos del Año de la Visibilidad Bisexual en la Diversidad, un año temático convocado por la FELGTB, Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales. Pensé en aportar algo más, desde la antropología, y me fijé en la escasa o nula producción académica y de divulgación sobre la cuestión en el Estado español, y pensé, de forma totalmente pragmática, que era un buen nicho que aprovechar y ocupar. Desde esa decisión fueron meses de búsqueda bibliográfica y, sobre todo, de entrevistas y de observación participante con activistas bisexuales en Arcópoli. Ambas técnicas son las más típicas del trabajo de campo etnográfico y de la antropología, y en este caso supusieron ir acompañando a los y las activistas durante los actos de todo el Año Bisexual, entrevistándoles cada cierto tiempo. Fue un proceso apasionante y divertido, aunque con momentos duros, al encontrar formas de bifobia en las que yo había caído en el pasado —soy un aliado monosexual—, incluso entre personas activistas muy politizadas.


·El título del libro, Bifobia, deja bien claro que las personas bis sufren en esta sociedad patriarcal una violencia y una discriminación por ser quienes son, por existir fuera de la norma heterosexual y de la obligatoriedad de la elección “de un sexo u otro, de un género u otro”. Me interesa especialmente saber sobre la fundamentación de este prejuicio tan antiguo pero tan en auge todavía sobre las personas bis, sobre su identidad y sus elecciones de vida: ¿qué relación hay entre el patriarcado que rige nuestras vidas en esta sociedad y la susodicha bifobia?

La bifobia, al igual que la homofobia y la transfobia, puede rastrearse hasta una raíz: el patriarcado o el sexismo. Como sistema de clasificación y de distribución de recursos —como la visibilidad—, el sexismo marca claramente un binarismo que las bisexualidades se cargan. Puede verse ahí la relación, aunque puede argumentarse también que lo binario tiene un papel fundamental en gran parte de las culturas y sociedades del mundo. Puede verse la analogía con la represión de las personas, al margen de su orientación sexual, por resistirse a satisfacer las expectativas del sistema patriarcal.


·Al respecto de la bifobia, en la presentación de tu libro a la que tuve el placer de asistir, nos explicabas que es muy difícil encontrar estadísticas que reflejen los índices de agresiones, de violencia física sufrida con motivo de ser bis. ¿Qué tipo de violencia es, desde tu punto de vista como investigador, la que más repercute en las vidas de las personas bis? En la misma presentación, una mujer comentaba que no hay que olvidar los altísimos índices de abusos sexuales sufridos por las mujeres bis. ¿Pudiste investigar y entender mejor esta epidemia de violencia sexual mediante la investigación para tu libro?

Diversos estudios, incluyendo la investigación que hay detrás de Bifobia, afirman que la invisibilidad y los estereotipos son las formas más comunes de violencia que sufren las personas no monosexuales. La combinación no deja de ser paradójica: se junta una escasa visibilidad de las personas bisexuales con un conocimiento de estas basado en estereotipos y mitos. Estas formas de violencia pueden parecer menores, al compararlas con agresiones físicas motivadas por la homofobia y la transfobia, pero estudios cuantitativos hablan de graves efectos de la bifofia y del monosexismo, sobre todo en cuanto a salud mental. Al investigar un contexto activista y con un grupo reducido de personas no monosexuales tuve pocas ocasiones para encontrarme con violencia más allá de la simbólica, por lo que solo pude encontrar información sobre abusos sexuales en la literatura académica. El cruce del monosexismo con el sexismo, o de la bisexualidad con el género, está por suerte ampliamente estudiado, de formas cuantitativas y cualitativas.


·A menudo, conversando y debatiendo con compañeros y amigos bis, me cuentan cómo algunos de los peores casos de bifobia los han sufrido por parte de gais y lesbianas de su entorno, de los movimientos incluso. ¿Has podido investigar esta violencia interna mientras escribías Bifobia? ¿Qué sucede con el movimiento contra la LGTBIfobia que tan a menudo caemos, nosotros mismos, en bifobia?

Al estudiar la bifobia en un contexto activista LGTB la violencia más presente fue, precisamente, por parte de gais y de lesbianas. Las reuniones, la preparación de actos o incluso las fiestas fueron escenarios diversos en los que pude conocer una bifobia por parte de compañeros que yo también reproduje antes de concienciarme —asumiendo que siempre es un trabajo en proceso—. Una primera explicación de esta fuente de violencia, por parte de compañeros y compañeras, está en la educación: nos hemos criado en el mismo sistema, y, salvo que nos vayamos politizando y concienciando, vamos reproduciendo las mismas formas de opresión, aunque sean incoherentes con nuestros objetivos personales o colectivos. Por otra parte están los factores específicos. Investigadoras como Amanda Udis-Kessler o Paula Rust han estudiado la bifobia en contextos activistas, señalando cómo las personas LG podemos reproducir el monosexismo por intereses personales, políticos, así como por entender las reivindicaciones bisexuales como un agravio comparativo o como una incompatibilidad con las trayectorias personales de activistas.


·Por último, no puedo dejar de preguntarte desde mi propia resistencia como lesbiana y, también, desde la esperanza: a través de la escritura de tu libro y de tu trayectoria como activista del movimiento LGTBI ¿cuál es tu perspectiva de los logros y retos para el colectivo, cómo definirías todo lo que vamos consiguiendo a día de hoy y, por supuesto, todo lo que nos queda por conseguir?

Los meses desde la publicación del libro y sus presentaciones me han ayudado a conocer a muchas personas, así como la situación del activismo y de la política en varias ciudades y comunidades autónomas. Me han animado a pensar que vamos mejorando, y que gracias a las leyes, las redes sociales y la educación, podemos encontrar personas LGTBI cada vez más concienciadas en cualquier parte del Estado español —y no solo en las grandes ciudades, o donde están las asociaciones más visibles—. Las agresiones físicas y simbólicas o el desajuste entre los discursos y vocabularios de los diferentes activismos y del resto de la sociedad me parecen retos importantes para el presente y el futuro más inmediato, pero creo que vamos en buen camino.

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