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martes, 23 de mayo de 2017

Teoría y Praxis de La Loca, parte 1

La loca es, ante todo, una mujer traumatizada.

No todas las mujeres están traumatizadas, en teoría.

Cada mujer que aprieta el paso al volver sola a casa de noche demuestra lo contrario.

Cada mujer que no proclama firmemente “no, no quiero” ante una circunstancia que la violenta en cuerpo y alma demuestra lo contrario.

Cada mujer que hace la “operación bikini” demuestra lo contrario.

Cada mujer que se empequeñece ante el hombre que le levanta la boz demuestra lo contrario.

Esta lista es interminable. Todas las mujeres estamos traumatizadas (algunas, más que otras; no es lo mismo ser una mujer negra y pobre en un país africano en guerra que una mujer negra con estudios universitarios en un barrio marginal de Nueva York, menos aún que una mujer blanca casada con un empresario en un barrio pijo de la misma ciudad).

Todas las mujeres, repito, estamos traumatizadas. No ser capaz de asumirlo es uno de los rasgos básicos del trauma.

Al fin y al cabo, el “Trastorno por Estrés Post-Traumático” se inventa para poder diagnosticar al veterano de guerra: el hombre blanco, previamente estable.

En primer lugar, me pregunto ¿cómo es factible que se empiece a tener en cuenta el trauma cuando es el verdugo el que sangra por dentro? ¿Qué tipo de mundo decide pasar por alto el trauma colectivo y centenario de habitar una tierra usurpada (“conquistada”), un cuerpo esclavizado o explotado?

Un mundo de potencias imperialistas dirigidas por hombres blancos que generan guerras en países ajenos en búsqueda de la acumulación de capital.

Pero no acaban aquí mis preguntas.

En segundo lugar ¿qué era de ese hombre blanco antes de volver de la guerra, antes de partir a la guerra? ¿Era un hombre inestable ya? Si lo era ¿se validaba su inestabilidad, canalizada en forma de agresividad, como pilar básico de la dominación patriarcal y la supremacía blanca?

Mi respuesta es sí.

Los hombres blancos no son “agresivos” porque no son “histéricos” ni “peligrosos”.

Las mujeres que hablan en el mismo tono de voz que ellos, las mujeres impulsivas, las mujeres decididas, las mujeres que no disimulan su propio dolor sí son “histéricas” y hasta no hace mucho se las lobotomizaba por ello.

Los negros, gitanos-romaníes, árabes que conducen coches como ellos (aunque probablemente más baratos), que fuman en parques como ellos (probablemente parques más sucios), que cogen vuelos como ellos (probablemente a países más pobres); sí son “peligrosos” y les esposa la policía tras hacerles bajarse del coche y les asesina de un disparo, les detiene la guardia civil y se les expulsa del país, les para un guardia de seguridad del aeropuerto y no se les permite subir al avión.

Me repito, pero lo tengo claro: la loca es una mujer traumatizada. Todas las mujeres estamos traumatizadas. El trauma empieza a definirse a través de la experiencia del hombre occidental blanco que ejerce a su vez violencias traumáticas para las mujeres y personas racializadas del mundo. Las conductas de este mismo hombre occidental blanco no se patologizan ni se condenan, ni le llevan a la muerte o a la deportación o a la usurpación de sus derechos, como sí les sucede a las mujeres y a las personas racializadas (y especialmente, a las mujeres racializadas).

Sin embargo, si todas las mujeres estamos traumatizadas ¿por qué las locas solo somos unas cuantas (porque “loca” se es, no se “está”)?

Obviamente, no todas las mujeres vivimos la misma experiencia ni sufrimos de forma igual de sangrienta los ataques más o menos directos, más o menos sutiles del patriarcado. Pero esa es tan sólo una aclaración.

El motivo principal por el que, aun estando todas las mujeres traumatizadas, no todas son locas (porque loca se es como se es, por ejemplo, lesbiana; “loca” es una identidad impuesta y reapropiada) es que no todas las mujeres reaccionamos igual al trauma. Algunas callan, otras lloran durante días sin poder levantarse de la cama. Algunas callan, otras escuchan voces y ven manchas borrosas. Algunas callan, otras creen ser perseguidas u odiadas por su entorno. Algunas callan, otras hiperventilan y pierden el contacto con la realidad. Algunas callan, otras se auto-lesionan físicamente y se drogan. Algunas callan, otras se provocan el vómito después de atiborrarse a comida, cuando no ayunan.

Otra lista interminable. Porque las locas somos muy diferentes entre nosotras y reaccionamos al trauma de formas igual de diferentes, pero hay un factor común: nuestras reacciones son formas de resistencia. Y si entre las cuerdas también existen múltiples diferencias (no es lo mismo una mujer empeñada en que la vida le sonríe cuando esta no lo hace que una mujer que sufre pero cuyo sufrimiento nunca será patologizado porque se la necesita como eslabón supuestamente “sano” de la cadena de montaje de una fábrica, porque por ser negra se la identifica con el estereotipo de “mujer fuerte” y se le prohíbe así el acceso a la fragilidad de la llamada “enfermedad mental”); existe igualmente un factor común: su no-reacción es una forma de privilegio.

¿Qué coño quiere decir que reaccionar al trauma es una forma de resistencia? ¿No es, acaso, lo natural? ¿No es, en todo caso, supervivencia o auto-destrucción dependiendo de cómo lo mires y de quién se lo pregunte?

Para mí, reaccionar al trauma es en efecto una forma de resistencia porque reaccionar al trauma, sea de la forma que sea, implica señalar consciente o inconscientemente al mismo mundo que te ha traumatizado. Y recalco el “consciente o inconscientemente” porque esto no quiere decir que las únicas locas seamos las que nos reapropiamos de esta etiqueta política, las que nos hemos dado cuenta de que es el mundo en el que vivimos el que está verdaderamente “enfermo”.

Lo recalco porque lo que quiero decir no es eso, sino que nos demos cuenta o no, nuestros cerebros chillan por nosotras que algo no va bien. Y nuestros cerebros son órganos plásticos que reaccionan al mundo que habitan los cuerpos que los albergan. Nuestros cuerpos. Nuestro mundo de mierda.

Por eso, la locura es siempre para mí una forma de resistencia, quizás una de las formas de resistencia más valientes y peligrosas que conozco. A las locas nos atan e inmovilizan a la fuerza, aislándonos durante horas en habitaciones solitarias. A las locas nos drogan sin informarnos debidamente de los efectos secundarios y la contribución a la cronificación del sufrimiento de la “medicación” que nos recetan. A las locas nos arrebatan a los bebés en los hospitales alegando que no seremos buenas madres, si es que no nos han disuadido ya de serlo ante el convencimiento de que el peligrosísimo “gen” de la “enfermedad mental” lo heredarán nuestras pobres criaturas condenadas ya antes de nacer. A las locas, especialmente si somos racializadas y sobre todo en el caso de que seamos negras, la misma policía a la que nuestro entorno más cercano recurre para ayudarnos nos asesina de un disparo ante cualquiera de las llamadas “crisis” que podamos estar “sufriendo”.

Pero, tras escribir esto, seguía sin tener del todo claro qué diferencia a una mujer cuerda cualquiera de una mujer loca cualquiera. Ha sido al recordar la definición de “persona trans” que me han dado compañeras trans (esta es: aquella que sufre transfobia, y recordemos, la opresión no es solo que te maten o que te nieguen un puesto de trabajo; es también el auto-odio aprendido de una sociedad que te odia en sí misma aunque no siempre te lo demuestre explícitamente…). Ha sido entonces cuando me he dado cuenta de ser o no ser loca no depende de tu reacción más o menos patológica a un mundo que te traumatiza, del tipo de reacción (neurótica o psicótica, ansiosa o depresiva, alucinativa o delirante; y mil términos más para los que me faltan comillas porque no son sino constructos sociales elaborados principalmente por hombres blancos occidentales, cuerdos, para patologizar una respuesta natural por parte de las oprimidas al susodicho mundo de mierda que habitamos).

Y es que ser o no ser loca depende de estar sujeta o no a sufrir abusos de poder por parte de aquellas y, principalmente, aquellos que no lo son. Depende ya meramente de que exista una jerarquía, un poder acaparado por aquellos que pueden permitirse maltratarte si así lo desean y así les conviene.

La loca no lo es por su diagnóstico ni por su vivencia, por peligroso aunque informativo que sea el primero y crucial que sea la segunda, lo es por la violencia estructural que algunos (y, a veces, algunas) ejercen sobre ella de forma directa o indirecta.

Digo “de forma directa o indirecta” porque anteriormente he enumerado unos cuantos ejemplos de los tipos de violencia más visceral que se perpetúa contra nosotras como locas que somos. Y me he dejado otros, como los comentarios sin ninguna mala intención pero que se acumulan uno detrás de otro (eso que muchos llaman “estigma”, palabra que me chirría por simplificar todas las violencias ya mencionadas y reducirlas a actitudes individuales y discriminaciones laborales) y te llevan a ocultar tu diagnóstico o tomarte la medicación a escondidas en el baño del bar en una cita. Como las presiones sociales para estudiar y trabajar cuando tu cuerpo loco, tu mente loca se ve incapacitada por la sociedad para hacerlo en unos ambientes que no se adaptan a sus necesidades y sus tiempos, tus necesidades y tus tiempos. Y un largo etcétera.

Para concluir, ¿por qué hablo de la loca, y no porque utilice todo el rato el femenino genérico, sino porque hablo en efecto de la mujer loca?

Hablo de la mujer loca porque, si la locura es política, está intrínsecamente ligada a la condición de mujer. Porque el hombre (especialmente el hombre blanco occidental) traumatizado por el sistema que se resiste a este y se “vuelve loco” no ve su realidad patologizada con la misma rapidez y eficacia con la que se patologiza la existencia de la loca, y es así cuando su agresividad se consiente e incluso potencia y retroalimenta; porque podemos ser testigos de como su trauma se ve validado cuando, ante los mismos “síntomas”, al loco se le diagnostica TEPT (Trastorno por Estrés Post-Traumático) y a la loca, TLP (trastorno límite de la personalidad).

Pero hablo de la mujer loca antes que del loco en general o del hombre loco en particular, sobre todo, porque si (como ya he dicho antes) es el mundo el que está “enfermo” es la mujer la que limpia el vómito. Es la mujer la que acaba en carne viva de tanto cargar a su espalda con este reloj maldito cuyos engranajes se le clavan en la piel y le rompen los huesos a más de la mitad de la humanidad.

En definitiva, si la locura es política y es radical, si la locura es resistencia, la mujer loca lo es todavía más y de una forma mucho más visceral.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Tres poemas, feminismo y diversidad funcional

La entrada de hoy es una combinación de lindos poemas feministas de @VictoriaKarr en galego y castellano y una reflexión sobre la intersección entre el feminismo y el activismo desde la diversidad funcional de una compañera, @revvolucionaria


[O Monte do Medulio]
A cada paso que daba,
Fecundaba un remuíño
de caracois amarelos.
que bulían rápidamente
polas miñas pernas ata o meu sexo
sen decatarse de que xa estaban dentro.

-Iso supoñendo que dera o paso.-

[El monte del Medulio]
A cada paso que daba,
Fecundaba un remolino
De caracoles amarillos
Que corrían rápidamente
Por mis piernas hacia mi coño
Sin darse cuenta de que ya estaban dentro.

                                                      -Eso suponiendo que diera el paso.-

[La mer(de)]
Ai, fillo de puta! Quen che dera
ter un bate para baterme
                                                                   como baten as baleas.



[La mer(de)]
¡Ay, hijo de puta! Quien te diera
Tener un bate para pegarme
                                                            Como pegan a las ballenas.

[I]
Só tentaba deixar
Algo de min
En ti
Que me sobrevivise
Sen levar una hostia
[I]

Solo intentaba dejar
Algo de mi
En ti
Que me sobreviviese

Sin llevar una hostia


Feminismo y diversidad funcional
Seguro que al leer el título muches os habéis preguntado ¿qué es eso de diversidad funcional? Pues bien, el término de diversidad funcional se utiliza para las personas discapacitadas, este término que se ha utilizado durante mucho tiempo a mí no me gusta…  ¿por qué yo soy menos capaz que cualquier otra persona? ¿por estar en silla de ruedas? ¿por qué es menos capaz una persona neurodivergente, sorda, ciega…? Sin embargo, ``diversidad funcional´´ me parece una manera preciosa de llamarnos, porque somos una diversidad y siento que no se nos discrimina como con las palabras ``discapacitade´´ ``minusválide´´, etc.

Yo, como mujer, lesbiana, diversa busco la igualdad tanto por ser mujer como por ser diversa y lesbiana.  Sinceramente, siento que esas luchas muchas veces van por separado y no entiendo el por qué, es verdad que el transfeminismo mete también a las diversidades funcionales pero no veo colectivos de gente con distintas diversidades y que sea feminista, no consigo entender cómo hay tan pocas personas con diversidades que sean activistas y he estado reflexionando muchísimo tiempo el porqué de esto y creo que es por la discriminación que sufrimos incluso en espacios seguros, porque se nos cuestiona o simplemente piensan que no somos capaces.

Chiques, todes somos válides y desde aquí os animo a que nos unamos como si fuéramos une, debemos acabar con toda la discriminación y demostrarles a les demás que incluso teniendo todas las dificultades del mundo podemos con todo, nosotres somos quienes nos ponemos los límites: no dejemos que les demás lo hagan y aunque no lo creáis ya hacemos muchísimo simplemente con levantarnos cada día y seguir aunque tengamos demasiadas ganas de tirar la toalla.

¡TODES CONTRA EL HETEROPATRIARCADO, LA NEURONORMATIVIDAD, LA TRANSFOBIA, XENOFOBIA Y CUALQUIER TIPO DE DISCRIMINACIÓN!

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Esto es por las enfermas mentales, recital a distancia

ambivalentlyyours.tumblr.com
Desde el primer momento, Esto es por las enfermas mentales se escribió para ser recitada. Mi sueño es declamarla un día frente a una audiencia de personas, de mujeres como yo; enfermas, no solo válidas sino valiosas. Porque a las locas se nos da muy bien gritar, y se nos da todavía mejor escuchar a nuestras hermanas

http://www.goear.com/listen/76c5918/esto-es-enfermas-mentales-pensando-lila

martes, 24 de noviembre de 2015

Mente Diversa I: Esquizofrenia

Este artículo marca el comienzo de una serie de artículos de mitad semana concienciando sobre trastornos mentales y/o neurodivergencias y desmontando mitos alrededor de los enfermos y el tratamiento de estos, basados en este hilo de mi Twitter https://twitter.com/_Missmovin0n/status/664162671361658880. He decidido empezar con la esquizofrenia porque está terriblemente estigmatizada y quienes la tienen sufren y han sufrido de los mayores abusos psiquiátricos y médicos imaginables, pero continuaré con el trastorno límite de la personalidad y el trastorno obsesivo-compulsivos (de los que ya he hablado en el ya mencionado hilo).










lunes, 2 de noviembre de 2015

Esto es por las enfermas mentales

Esto es por las enfermas mentales.

Esto es por las que nunca, jamás marcharán en una manifestación.

Esto es por las que guardan un bote de pastillas en la mesita de noche.
Por las que dijeron no a las pastillas.
Por las que dijeron PASTILLAS, POR FAVOR.
Por las que no pueden permitirse las pastillas
Porque todavía tenemos que pagar por sobrevivir
Incluso cuando quien sostiene el cuchillo
Duerme en nuestro propio pecho.
"Anxiety Girl- destrozando el patriarcado de colapso en colapso"

Esto es por las de manos sudorosas y hombros temblorosos.
Por las que no pueden gritar por sus derechos porque se les descontrola la respiración.
Por las que lo llaman un buen día
Cuando pueden sostener la respiración.
Por las que lo llaman Renacimiento
Cuando pueden sostenerse ellas mismas.

Por las que intercambiaron secretos de la infancia
Por pintura amarilla,
Pero Freud nunca supo realmente cómo ayudar.

Esto es por las que no solo oyen voces,
Por las que tienen un coro entero en la cabeza.

Esto es por aquellas a las que nos dicen
‘el lugar de una mujer está
En la revolución’
Cuando ni siquiera podemos salir de la cama,

Por las que tienen cambios de humor y le prenderían fuego al mundo hoy
Y se tragarían las cenizas mañana por la noche.

Esto es por las que tienen amnesia y olvidan quiénes son
Aun cuando es de lo que más orgullosas están.

Esto es por las que no pueden ni leer un libro
Cómo van a formarse en una ideología entera.

Esto es por las que no pueden luchar de la mano de hombres
Porque sus voces les disparan flashbacks.

Esto es por las que no pueden beber y rechazan todas las invitaciones
Por las que no pueden beber y siguen yendo
Por las que no deberían beber
Pero se presentan borrachas, drogadas, fumadas en las concentraciones y asambleas
"No te veas a ti misma a través de sus ojos"
Porque no logran dejar de consumir.

Esto es por las que llevan con tanto orgullo las cicatrices auto-infligidas como sus banderas
Por las que se avergüenzan todavía de ambas.

Esto es por las que necesitan avisos de contenido sensible para el mero contacto humano.

Esto es por las que leen liberación sexual
Pero solo oyen: folla, folla, folla así, folla más
Cuando ellas solo quieren poder dejar de follar.

Esto es por las supervivientes de abuso sexual que parece que no son lo bastante revolucionarias por no hacer la revolución follando.
Por las que no pueden parar de follar para hacerse daño y no son “buenas víctimas”.

Esto es por las malas feministas,
Por las tontas,
Por las que no denuncian
Por las que permanecen junto a sus maltratadores.

Esto es por las que no se atreven a llamarlo acoso, abuso
O violación.

Esto es por las que convencen a sus amigas y novias de que se puede estar gorda y ser guapa
Pero se racionan la comida cuando engordan un gramo.
Por las que se hinchan a comida vegana en las cafetas
Pero no pueden acostarse sin vomitarla antes al llegar a casa.
Por las que no pueden dejar de comer
Y no parecen tener derecho a quererse mientras lo intentan.
"Lo normal no es tan normal"

Esto es por las que quieren hacerse vegetarianas o veganas
Pero tendrían que dejar de odiar la comida para empezar
Por las que quieren hacerse vegetarianas o veganas
Pero sienten que ya es bastante cruz para sus padres el tener una hija enferma.

Esto es por las que oyen que el suicidio, la medicación, la psiquiatría son de débiles
Y no pueden recordar nada que les requiriera mayor fuerza que el pedir ayuda.
Por las que se saltan manifestaciones, charlas y asambleas porque tienen terapia
Y terapia no es un capricho, terapia es sudor
Terapia es supervivencia.

Esto es por las que no armarán jamás una barricada capaz de parar el diluvio universal que lloran cada día.
Por las que lloran en público.
Por las que sollozan en las charlas.
Por las que berrean en las concentraciones.

Esto es por las que se saben todo el abecedario del consentimiento
Pero nunca logran articular un “no”.
Por las que se quedan paralizadas de miedo ante una agresión y no pueden nunca ayudar a la víctima,
Sobre todo cuando las víctimas son ellas mismas.
Por las que no pueden soñar con hacer suya la noche
Cuando todavía no es suyo ni su cuerpo.

Esto es por las que no saben distinguir entre el miedo inculcado al violador y sus trastornos paranoides.

Esto es por las que no saben distinguir entre sus paranoias y las microagresiones.

Esto es por las que quieren soñar con un futuro distinto pero están demasiado ocupadas teniendo alucinaciones.

Esto es por las que oyen que hay que acabar con la monogamia y tienen impulsos suicidas ya sólo de que sus amigas hablen con otras chicas.
"El dolor te cambiará pero no tiene por qué definirte"

Esto es por las que ven listados sus síntomas en todas las listas de símbolos de maltrato
Por las que temen ser inherentemente tóxicas.

Esto es por las que quieren reventar el sistema y tienen miedo de los ruidos fuertes.

Esto es por las que imparten charlas entre repeticiones obsesivas y compulsiones manuales
Por aquellas a las que nunca dejarán impartir charlas por estos mismos motivos.

Esto es por las esquizofrénicas que ven su enfermedad convertida en una estética “antisistema”.

Esto es por las locas controladas que oyen hablar de ese “loco” controlador
Por las psicópatas maltratadas cuya enfermedad es un insulto intercambiable por “maltratador”.

Por las supervivientes que buscan espacios arco iris y sólo encuentran fiestas y conversaciones alrededor del sexo.
Por las supervivientes a las que nadie cree porque las agredió su pareja del mismo sexo
Por las supervivientes que tienen que verse cara a cara con sus agresores y maltratadores en espacios “liberados”.

Esto es por las que sufren abusos incluso sexuales a manos a manos de amigos, parejas y psiquiatras y se amplifica la tragedia de que, por locas, nadie las cree.

Esto es por las que quieren que el poder sea para la gente
Pero no son capaces de rodearse de esa misma gente.

Esto es por las que sufren maltrato
Pero nadie lo llama así porque es "sólo" psicológico
Aun cuando esos son los golpes que peores cicatrices dejan.

Esto es por las que no son maltratadas por sus parejas ni sus familias
Pero nadie parece entender que un amigo también puede ser mucho más que tóxico.

Esto es por las que quieren cambiar la realidad
Pero no distinguen bien dónde acaba esta
Y donde empieza su enfermedad.

Esto es por las que quieren despertar a los alienados
Y a veces se preguntan si no será porque ellas ya nunca consiguen dormir.

Esto es por las que no permiten que las defina su reflejo en ningún espejo
Pero hace mucho que no son capaces de mirarse en ellos.

Esto es por las que no se reconocen en los espejos.

Esto es por las que se muerden las uñas, se arrancan la piel, se estiran del pelo
Por las que llevan las marcas de lo mental grabadas físicamente en el cuerpo.
"Cuando la herida no se cure, lleva con orgullo tu dolor"

Esto es por las que se hacen daño sin necesidad del filo de una cuchilla
Por las que usan el fuego, la boca, los puños
Por las que no necesitan echar mano de lo físico para hacerse sangrar.


Esto es por las autistas que no encuentran ni un solo manual de relaciones sanas, de sexo con consentimiento
Que incluya sus formas de comunicación.

Esto es por las que huelen mal, por las del pelo graso, por las del aliento con olor a dientes sin cepillar durante días
Por las que no se pueden ni duchar.

Esto es por las que saben que se ha esterilizado a la fuerza a mujeres por ser como ellas
Y aun así su lucha como enfermas mentales es “de segundas”.

Esto es por las que luchan a través de Internet
Porque todavía no pueden hacerlo en la calle.

Esto es por las que nunca podrán salir a la calle.

Esto es por todas nosotras, porque lo somos todo: no sólo válidas sino valiosas, tan importantes, vitales y cruciales como la más cuerda y la más sana. Porque esta también es nuestra lucha, y doblemente, porque además de ser mujeres estamos enfermas y eso les ha ayudado a mandarnos callar tanto desde fuera como desde dentro.

Pero venimos cargadas de palabras, y a las locas se nos da muy bien gritar.

jueves, 29 de octubre de 2015

"El embarazo y la salud mental: Cómo un psiquiatra me dijo que no debería tener hijos", Marisa Lancione

Esta es la segunda traducción que cuelgo en el blog y se trata de un artículo muy importante para mí. Como enferma mental y lesbiana, no necesito que nadie me explique que ser mujer duplica cualquier estigma que una arrastre y todavía no tengo la edad como para enfrentarme a este problema, pero que esto esté pasando y haya pasado en nuestra sociedad me avergüenza, me indigna y me preocupa. Por eso, he traducido (con su permiso) un artículo muy cercano e ilustrativo de Marisa Lancione, una mujer bipolar que escribe sobre sus vivencias y su enfermedad en su web: madgirlslament.com. Espero que aprendáis de ella tanto como yo.

"Cuando participé en un programa de pacientes hospitalizados, conocí a una mujer cuya familia hizo que un médico le practicara una histerectomía completa cuando tenía dieciocho años (entonces ya tenía más de cincuenta) a causa de su trastorno bipolar. Tanto su familia como su médico creían que no estaría en condiciones para ser madre y no querían arriesgarse a que tuviera un hijo que también pudiera desarrollar el trastorno. Me aterrorizó esta historia. Esta mujer no sólo había sobrellevado una enfermedad mental debilitante, sino que había tenido que sobrellevarla cuando la esterilización forzada era una realidad para aquellos internados en hospitales psiquiátricos.
Avanzamos hasta 2012, y se forzó a una mujer con trastorno bipolar y esquizofrenia de Massachusetts a abortar y sufrir una esterilización. En 2013, el gobierno del Reino Unido le retiró su bebé a la fuerza por cesárea a una mujer nacida en Italia y lo entregó a los servicios sociales a causa de la enfermedad mental de la madre.
Como mujer casada que todavía está decidiendo si quiere o no tener hijos, el estigma del embarazo, la maternidad, y la salud mental es preocupante. Pero hasta hace dos años, estas eran sólo historias que había escuchado o sobre las que había leído. Entonces pasé por mi propia experiencia, aunque en mucha menor medida, traumática.
Estábamos en diciembre (lo recuerdo porque era mi cumpleaños) y tenía una consulta con un nuevo psiquiatra. Como dije en una entrada previa, nunca he conocido a un psiquiatra que me haya gustado y estaba segura de que este iba a ser sólo otro nombre en mi lista. Nunca pensé que iba a ser probablemente una de las peores visitas psiquiátricas de mi vida.

Sentada en la sala de espera, sabía quién me estaba esperando. Iba a ser, indudablemente, un hombre (siempre son hombres). Iba a llevar gafas (siempre llevan gafas). Iba a estar ligeramente despeinado (siempre están despeinados). Iba a hacerme preguntas sobre mi historia por las que me siento culpable y avergonzada. Yo iba a llorar. Me iba a preguntar por qué y yo iba a intentar explicarme incoherentemente a través de las lágrimas. Iba a ser horrible, pero después se habría acabado.
Te estarás preguntando, ¿por qué es una evaluación psiquiátrica tan terrible? Es porque no es simplemente un médico echándole un vistazo al lunar de tu hombro. Estás compartiendo tus experiencias más personales y, muy a menudo, las más vergonzosas.

Imagina el momento más vergonzoso de tu vida entera. Quizás fue aquella vez que te tiraste un pedo durante tu presentación de sexto curso o aquel día en décimo que fuiste por ahí con la camisa metida por dentro de las medias TODO EL DÍA. Sea lo que sea, imagina ese momento y recuerda el miedo a que te juzgaran, la vergüenza, y la shame que sentiste. Ahora imagínate volver a contarle cada momento mortificante a un extraño en el bus.
Y no solo le estás volviendo a contar la historia a una audiencia pasiva, quien te escucha está haciendo preguntas. ¿A qué olía el pedo? ¿Qué habías comido ese día? ¿Alguna vez te habías tirado un pedo en público antes? ¿Tiene tu familia un historial de tirarse pedos en público?
Estas preguntas te hacen revivir no sólo el momento vergonzoso en sí mismo, sino todos los momentos que te llevaron a aquel incidente. Ahora te arrepientes de haber tomado judías en la comida porque deberías haberlo sabido. Tu familia siempre ha murmurado sobre el accidente de tu Tío Frank en 1965.

Y mientras hace las preguntas y tú contestas, toma notas. Inacabables notas. Intentas echar un vistazo por encima de su portapapeles para ver qué está garabateando, pero no puedes verlo. Lo sujeta contra su pecho. Y de estas notas salen archivos – archivos de los que nunca estás al tanto – incluso cuando lo solicitas (creedme, lo he preguntado).

Cuando por fin me llamó, le seguí al interior de la oficina que ahora parecía claustrofóbica con nosotros dos dentro. Rápidamente me lancé de lleno a por los detalles sangrientos de mi enfermedad. (Es como arrancar una venda – hazlo rápido y el dolor dura solo un segundo).
Nos sentamos silenciosamente por un momento mientras revuelvo en mi cartera buscando un pañuelo (¡no es una visita al psiquiatra sin algo de lágrimas!). Justo cuando encuentro un pañuelo errante, inhala y me pregunta, “¿Estás pensando en quedarte embarazada?”
Hago una pausa, momentáneamente pasmada ante la pregunta. Había visto a muchos psiquiatras, pero ninguno me había preguntado esto antes. Un momento después, contesto. “No próximamente.”
“Sabes que es peligroso quedarte embarazada mientras estás con esta medicación,” me contesta, ignorando mi respuesta mientras toma más notas en su portapapeles.
“Sí, conozco el riesgo que supone.” Arqueo la espalda, me siento a la defensiva. “Pero no pienso en quedarme embarazada pronto.”
“Bien, porque es peligroso y no solo para ti. No conocemos los riesgos del uso de medicación en el feto. Podría causar defectos de nacimiento y otros asuntos. No es al 100% pero sigue habiendo un riesgo. Necesitas saber todo esto antes de quedarte embarazada.”

“Sí, he hablado de ello con mi médico antes. Pero dado que no planeo quedarme embarazada próximamente, resolvimos que podíamos revisitar el asunto cuando estuviera pensando en ello. Ni siquiera sé si quiero tener hijos, de todas formas.”
Me mira desde abajo, inclina la cabeza a un lado y se ajusta las gafas antes de volver a bajar la mirada, a su portapapeles. “Sabes que tu trastorno es genético.”
Asiento, sintiendo cómo enrojecen mis mejillas. Interpreta mi silencio como que no lo entiendo (he olvidado mencionar que los psiquiatras también son siempre condescendientes).
“Eso quiere decir que se hereda,” habla despacio, enfatizando cada sílaba, “de la familia…”

“Sé lo que significa genético,” escupo entre dientes. No hay nada peor que la gente piense que eres estúpida.

“Así que sabes que hay una posibilidad de que tu hijo sea como tú.”

Le miro fijamente espantada, decaída ante las palabras que salen por su boca. ¡Aparentemente piensa que soy algún tipo de monstruo que no debería procrear! ¿Sería tan terrible que tuviera un hijo y tuviera trastorno bipolar? No le desearía mi enfermedad a mi hijo, pero mi vida no es horrible. Y me imagino que si mi hijo sí tuviera una enfermedad mental, yo tendría las herramientas para ayudarle a lidiar con ella.
De repente intenté imaginar mi vida sin hijos. Lo que una vez había parecido una elección, ahora parecía que era algo que me estaban quitando a la fuerza. Cualquiera que me conozca sabe que odio que me digan lo que hacer y este médico estaba sugiriendo que no debería tener hijos.
Por primera vez en mi vida, quería hijos desesperadamente. Quería un montón de hijos. Quería criarlos para que fueran saludables y felices y entonces quería empujar sus bellas caras de querubín sobre él como prueba, ¡ves, están bien! ¡Puedo ser madre!
Estaba tan enfadada, y dolida, y completamente estupefacta ante sus implicaciones que ni siquiera recuerdo cómo acabó la cita. Todo lo que recuerdo es abandonar el hospital con lágrimas corriéndome por la cara, pensando, es mi cumpleaños. Me ha arruinado el cumpleaños.
Han pasado dos años desde aquella cita y he compartido esta historia repetidas veces para ilustrar el estigma y el temor penetrantes que existen hacia aquellos con una enfermedad mental. Mi experiencia no es de ningún modo tan traumática como la de alguien a quien se le practicó una histerectomía forzada o un aborto forzado por conspiración de la familia, los amigos, y los médicos. Pero os cuento esta historia para ilustrar mi argumento de que los profesionales médicos son todavía profundamente ignorantes cuando llega el momento de discutir la enfermedad mental y la posibilidad de ser padres. Estos comentarios venían de un hombre que estaba supuestamente formado en este campo. Este es un hombre que trata a una población vulnerable. Este es un hombre que está usando su autoridad para extender el temor y la desinformación.
Aunque mi marido y yo todavía no hemos decidido si y/o cuando tendremos hijos, todavía queda un rastro del dolor y el enfado de este encuentro. Algunos días, cuando veo a mis amigos con sus hijos, pienso “Yo podría hacer eso. Yo podría ser madre un día.” Y entonces oigo su voz, “pero podrían salir como tú…”