lunes, 30 de noviembre de 2015

Cantautoras y feminismo

Yo he crecido con el pop rock. Pero sobre todo, con el pop.

He sido de las que se levantaban con canciones pop y las escuchaban de camino al instituto; de las que bailaban pop y se enamoraban al son del pop.

El pop me ha alegrado la vida, me ha endulzado los madrugones, le ha puesto banda sonora a mis amistades y mis amoríos y sobre todo, a mi autoestima. El pop feminista es el que me ha mostrado la cara joven del feminismo, la informal, la que sigue a las sufragistas y continúa su legado enseñándonos a querernos a nosotras mismas. Sueño con chillar en algún concierto y me sé de memoria los estribillos más pegadizos.

Y no me da vergüenza. Lo popular no tiene por qué dar vergüenza. Lo adolescente, lo femenino, menos todavía. Pero este año he descubierto algo nuevo.

He descubierto a las cantautoras. He descubierto las canciones más lentas, los acordes de 
una guitarra que acompaña el corazón, las letras que casi rozan la poesía.

La Otra
Y este pasado domingo, en el concierto de La Otra en Valencia, descubrí también la cercanía de la imperfección. Descubrí que, cuando una se equivoca, tiene siempre derecho a volver a empezar. Que hay públicos que no solo perdonan sino que no encuentran ningún error que perdonar. Descubrí lo que en el pop no habría descubierto nunca.

Cuando comencé a escuchar cantautoras, al principio me daba una cierta rabia que no fuera todo redondo como acostumbraba a suceder con la música que yo escuchaba. De repente, las voces eran humanas, sin la tecnología de por medio decorándolas y corrigiéndolas. No había ruido de fondo construyendo melodías sintéticas de las que luego no conseguías deshacerte, y las voces se columpiaban en el aire sin mayor potencia que la de la garganta que las albergaba.

Pero poco a poco, me fui acostumbrando. Y empecé a apreciar la humanidad de esa música. Su proximidad. Parecía que la cantautora y yo fuéramos amigas, que cantara solo para mí, que me dedicara aquella canción. Parecía que yo misma pudiera ser como ella. Parecía un recordatorio de que todas, cantemos como cantemos, tenemos una voz y podemos usarla.

Y por eso, pienso yo, las cantautoras tienen algo que enseñarnos a las chicas adolescentes. Que tenemos voz. Que cualquiera puede coger una guitarra y cantarle a la revolución, a las pequeñas y enormes revoluciones de disolver los celos, de quererte un poco más a ti misma, de seguir caminando mientras puedas. Si el pop nos enseña que podemos hacer lo que nos propongamos, con sus canciones de amores de película y cargadas de sex appeal, las cantautoras nos explican cómo hacerlo.

Y es sencillo. Y está al alcance de nuestras manos.

Akelarre
Y eso, queridas, la voz de las mujeres y el que algunas la estén usando para animarnos a otras a alzar la nuestra, aunque sea con la necesidad de una melodía de fondo, me parece casi revolucionario.

Pero esto no ha sido lo único que me han enseñado las cantautoras. Las cantautoras me han enseñado también que no hace falta ser perfecta para cumplir tus sueños. Que no hacen falta trajes de infartos, focos ni escenarios; que tú sola, en tu casa y con una cámara y una guitarra, ya puedes llegar muy lejos. Las cantautoras me han enseñado algo que contradice todo lo que la sociedad lleva diciéndome desde que nací: que las mujeres, las chicas como yo, no tenemos por qué ser perfectas.

Que no nos hace falta ser perfectas para ser tan grandes como ellas.

Que no nos hace falta ser bellas para merecer ser escuchadas. Que tenemos derecho a equivocarnos, como se equivocó La Otra en su concierto, y a ninguna de sus espectadoras nos importó. Porque todas comprendimos, de repente (al menos yo), que aquella era la Muerte al guión.

Porque las cantautoras no tienen guión. Solo alma y corazón.

Y por eso, os recomiendo que, alguna vez, dejéis de lado vuestros gustos musicales habituales y les deis una oportunidad a mujeres, cantautoras tan grandes como La Otra. De las que te hacen cuestionarte hasta tu nombre, pero qué dulces, qué dulces que te saben las preguntas cuando las hacen sus bocas.


Porque ni somos perfectas, ni debemos, ni queremos serlo. Porque tenemos voz, y cuán, cuán imparables seremos cuando todas nos demos cuenta de ello.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Tres poemas, feminismo y diversidad funcional

La entrada de hoy es una combinación de lindos poemas feministas de @VictoriaKarr en galego y castellano y una reflexión sobre la intersección entre el feminismo y el activismo desde la diversidad funcional de una compañera, @revvolucionaria


[O Monte do Medulio]
A cada paso que daba,
Fecundaba un remuíño
de caracois amarelos.
que bulían rápidamente
polas miñas pernas ata o meu sexo
sen decatarse de que xa estaban dentro.

-Iso supoñendo que dera o paso.-

[El monte del Medulio]
A cada paso que daba,
Fecundaba un remolino
De caracoles amarillos
Que corrían rápidamente
Por mis piernas hacia mi coño
Sin darse cuenta de que ya estaban dentro.

                                                      -Eso suponiendo que diera el paso.-

[La mer(de)]
Ai, fillo de puta! Quen che dera
ter un bate para baterme
                                                                   como baten as baleas.



[La mer(de)]
¡Ay, hijo de puta! Quien te diera
Tener un bate para pegarme
                                                            Como pegan a las ballenas.

[I]
Só tentaba deixar
Algo de min
En ti
Que me sobrevivise
Sen levar una hostia
[I]

Solo intentaba dejar
Algo de mi
En ti
Que me sobreviviese

Sin llevar una hostia


Feminismo y diversidad funcional
Seguro que al leer el título muches os habéis preguntado ¿qué es eso de diversidad funcional? Pues bien, el término de diversidad funcional se utiliza para las personas discapacitadas, este término que se ha utilizado durante mucho tiempo a mí no me gusta…  ¿por qué yo soy menos capaz que cualquier otra persona? ¿por estar en silla de ruedas? ¿por qué es menos capaz una persona neurodivergente, sorda, ciega…? Sin embargo, ``diversidad funcional´´ me parece una manera preciosa de llamarnos, porque somos una diversidad y siento que no se nos discrimina como con las palabras ``discapacitade´´ ``minusválide´´, etc.

Yo, como mujer, lesbiana, diversa busco la igualdad tanto por ser mujer como por ser diversa y lesbiana.  Sinceramente, siento que esas luchas muchas veces van por separado y no entiendo el por qué, es verdad que el transfeminismo mete también a las diversidades funcionales pero no veo colectivos de gente con distintas diversidades y que sea feminista, no consigo entender cómo hay tan pocas personas con diversidades que sean activistas y he estado reflexionando muchísimo tiempo el porqué de esto y creo que es por la discriminación que sufrimos incluso en espacios seguros, porque se nos cuestiona o simplemente piensan que no somos capaces.

Chiques, todes somos válides y desde aquí os animo a que nos unamos como si fuéramos une, debemos acabar con toda la discriminación y demostrarles a les demás que incluso teniendo todas las dificultades del mundo podemos con todo, nosotres somos quienes nos ponemos los límites: no dejemos que les demás lo hagan y aunque no lo creáis ya hacemos muchísimo simplemente con levantarnos cada día y seguir aunque tengamos demasiadas ganas de tirar la toalla.

¡TODES CONTRA EL HETEROPATRIARCADO, LA NEURONORMATIVIDAD, LA TRANSFOBIA, XENOFOBIA Y CUALQUIER TIPO DE DISCRIMINACIÓN!

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Esto es por las enfermas mentales, recital a distancia

ambivalentlyyours.tumblr.com
Desde el primer momento, Esto es por las enfermas mentales se escribió para ser recitada. Mi sueño es declamarla un día frente a una audiencia de personas, de mujeres como yo; enfermas, no solo válidas sino valiosas. Porque a las locas se nos da muy bien gritar, y se nos da todavía mejor escuchar a nuestras hermanas

http://www.goear.com/listen/76c5918/esto-es-enfermas-mentales-pensando-lila

martes, 24 de noviembre de 2015

Mente Diversa I: Esquizofrenia

Este artículo marca el comienzo de una serie de artículos de mitad semana concienciando sobre trastornos mentales y/o neurodivergencias y desmontando mitos alrededor de los enfermos y el tratamiento de estos, basados en este hilo de mi Twitter https://twitter.com/_Missmovin0n/status/664162671361658880. He decidido empezar con la esquizofrenia porque está terriblemente estigmatizada y quienes la tienen sufren y han sufrido de los mayores abusos psiquiátricos y médicos imaginables, pero continuaré con el trastorno límite de la personalidad y el trastorno obsesivo-compulsivos (de los que ya he hablado en el ya mencionado hilo).










lunes, 23 de noviembre de 2015

A las deprimidas nos han robado nuestras depresiones

A las deprimidas nos han robado nuestras depresiones.

¿Que qué quiero decir? Quiero decir que la depresión aparece en la tele, en las series y en las películas y también en los libros, pero no lo hace de forma realista. Ved Skins, American Horror Story; el repertorio de camisetas de Urban Outfitters con estampados tan sanos como depression o eat less. Se mercantiliza la depresión de forma que guionistas y productoras toman una enfermedad asesina, una dura realidad, y la convierten en un producto estético que vender a jóvenes vulnerables cuando no en una tragedia poética.

Así, tenemos chicas delgadas y guapas como deprimidas, como si las gordas no pudieran estar tristes. Como si las feas no pudieran estar tristes. Como si los chicos no pudieran estar tristes. Porque la imagen que estamos transmitiendo a la juventud de la depresión está tan feminizada que si ya nos parece inimaginable que un chico tenga emociones “de mujer”, más todavía que lo hundan. Tenemos chicas delgadas y guapas llorando en la bañera, cortándose las muñecas y bebiendo y drogándose (que es, desde luego, una cara de la depresión; pero, recalco, solo una); pero no tenemos jóvenes que tardan horas en lograr levantarse de la cama, que se quedan sin ganas de comer, que se olvidan de 
ducharse.

Porque esa depresión, la de verdad, no es atractiva. Porque las depresiones de verdad no venden.

Así, nos encontramos con que se ha mercantilizado la depresión y se ha proyectado una imagen que casi roza el fetiche de la joven deprimida. Una joven deprimida que espera a su príncipe azul, a aquel que la hará feliz de nuevo y le curará la depresión. Aquel que le besará los cortes de las muñecas hasta cicatrizarlos mágicamente. Porque así son los príncipes azules, siempre lo han sido. De pequeña te rescataban del dragón y de mayor te rescatan de ti misma.
El problema es que los príncipes azules no existen, ni pequeños ni mayores. El problema es que nadie te salva de ti misma, menos aun de tu depresión. El problema es que educamos a las chicas para que sueñen con que las salven en vez de para que aprendan a salvarse ellas mismas. El problema es que yo misma soñaba con el galán que me salvaría de mi depresión en vez de esforzarme por aprender a convivir con ella yo sola.
El problema es que reducimos a las mujeres con depresión a lastimeras imágenes, vírgenes de la desolación, siempre al alcance de algún príncipe salvador. El problema es que soy una mujer, soy una persona, no un conglomerado de lágrimas y cicatrices que hace bonito en una escena cinematográfica.

Pero lo peor de todo es que este público masculino que fantasea con chiquillas dependientes e inseguras a las que engatusar no fantasea con sacar de la cama a una joven mujer maloliente. Con acompañarte a ducharte cuando los mechones de cabello graso se te pegan a la frente. Con tener que interrumpir una película porque eres incapaz de concentrarte en nada. Con quedarse sin follar porque, ya sea por la depresión o por efectos secundarios de la medicación, has perdido la libido.
Así, nos retratan a las chicas con depresión como algo que no somos y acabamos atrayendo compañías que no están preparadas para cuidarnos con lo que tenemos.

Sin embargo, quizás no deberíamos quejarnos. Al menos, nosotras aparecemos en los medios como algo más que un chiste (como nuestras hermanas las obsesivo compulsivas) o una historia de terror (como nuestras primas las esquizofrénicas, psicóticas, psicópatas y sociópatas y las de los trastornos de personalidad). Al menos, con nosotras al público se le permite simpatizar. Aunque no sea con nosotras de verdad.
Porque hasta aquí llega la representación para las enfermas mentales, para las neurodivergentes. Deprimidas, auto-lesivas, anoréxicas y bulímicas. Las demás son tan solo disparadores de risas y miedos. Si es que existen en los medios.

Nosotras, mientras tanto, somos carnaza de fetiche y por eso existen artículos como este llamado “5 razones por las que salir con una chica con un trastorno alimenticio* (solo de los que te hacen perder peso, desde luego; a las que viven con trastorno alimenticio por atracón ni las menciona).
“Su obsesión con su cuerpo mejorará su imagen en general”, porque no hay nada tan estiloso como la ropa talla saco para ocultar una supuesta gordura.
“Te costará menos dinero” porque no come, en teoría, pero no estás contabilizando el tiempo que perderás esperando en la consulta del psiquiatra (si tienes suerte; a una mala, acabarás en la sala de espera del hospital) y las lágrimas que derramarás por ella. Ah, no, que los hombres no lloran.
“Es frágil y vulnerable” y yo creo que esta frase habla por sí sola. Un hombre que encuentra un punto a favor de una mujer el que sea más fácil de controlar y de hacer trizas de una sola palabra es un hombre que no se merece volver a tocar a otra jamás.
“Probablemente tenga dinero propio” que se gastará en medicinas cuando mejore y en laxantes cuando recaiga. No hay regalos suficientes que puedan compensar por la impotencia de ver sufrir a tu pareja. Ni necesitas que te la compensen cuando realmente la amas, porque ya lo hacen su brillante personalidad y sus horas a tu lado.
“Es mejor en la cama” porque “es un hecho conocido que las locas son geniales en la cama”. Sí; las locas, cuando nuestras obsesiones corporales nos permiten desnudarnos y no nos aterroriza la posibilidad de que nos utilicen para luego humillarnos públicamente, cuando aún nos queda algo de libido, podemos ser geniales en la cama.

Y podría escribir tanto sobre esto. Sobre cómo unas enfermas mentales tenemos algo de espacio y a otras se las expulsa del espacio público directamente porque lo suyo no se puede mercantilizar para un público femenino adolescente vulnerable y un consumidor masculino fetichista. Sobre las muñecas rotas y atractivas que hacéis de nosotras las deprimidas.
Porque mi enfermedad mental tiene público mientras venda, pero no se supone que yo hable públicamente de ella; en teoría, para eso ya está mi psiquiatra. Porque mi depresión os gusta en vuestras pantallas en blanco y negro y en vuestros brazos salvadores, pero no en mi boca sincera de enferma que nunca se queda sin voz para gritar. Porque mi depresión no es ni tan trágica, ni tan estética. Es mi realidad, y convivo (como muchas otras miles) con ella.

Pero prefiero acabar este artículo, como siempre, de protesta con la promesa de una declaración de amor: pronto publicaré otro que ya esbocé en mi cuenta de Twitter, otro en el que escribo sobre cuánto me gustamos las enfermas mentales. Con los síntomas que dan miedo. Con los efectos secundarios más jodidos. Con las marcas y las manchas más feas.

Tal como somos. Mujeres. Personas. Algo más que títeres, que bestias sexuales, que princesas que salvar del dragón de la depresión.

*afortunadamente, en respuesta a este nauseabundo artículo existe un poema slam de Megan Maughanhttps://www.youtube.com/watch?v=HRklWPkftiA

sábado, 21 de noviembre de 2015

El mundo no es nuestro, pero salimos a la conquista

Las calles no son nuestras. Las calles son vuestras y las infestáis de miedo y vergüenza.

Estoy hasta el coño de no poder andar de la mano de otra mujer sin escuchar a gritos vuestra lesbofobia. Estoy hasta el coño de no poder besar a otra mujer sin que ancianos nos sigan como quien se cambia de fila en un cine porno. Estoy hasta el coño de no poder despedirme en el metro de otra mujer sin que un señor se queje de la indecencia de los jóvenes. Estoy hasta el coño de que vuestras miradas nos taladren, vuestras palabras nos asusten y seamos siempre nosotras las que acabamos apretando el paso para huir de vuestros juicios y prejuicios. Mis amigas están nerviosas porque no saben qué ponerse para su cita; yo estoy nerviosa porque no sé qué nos pasará si nos cogemos públicamente de la mano. Cuidado, tenemos suficiente rabia acumulada como para prenderles fuego a las calles que hace tanto que nos robasteis.

Los colegios no son nuestros. Los colegios son vuestros y los infestáis de odio y soledad.

Me odio a mí misma por haber mantenido la mirada baja en los vestuarios por miedo a que me pillaran mirando a otra chica, porque las bolleras dan igual en el patio pero dan asco entre nosotras. Me odio a mí misma por no haber respondido cada vez que alguien usaba “maricón” como insulto. Me odio a mí misma por no haber callado cada boca que reía ante la palabra “travesti” como si la mera existencia de mis hermanas trans fuera un chiste de sangriento desenlace. Me odio a mí misma por no poder rescatar a las miles de niñas que acuden a las aulas cada día como quien pone un pie en el purgatorio, que temen los pasillos de sus institutos como los ciervos temen la veda abierta de caza y miran suplicantes a profesoras que no son más que abogadas del diablo. Me odio a mí misma porque hay días que odiar este mundo que sacrifica a sus pequeñas por ser diferentes es demasiado agotador y es más fácil dirigir mi rabia hacia mi reflejo en el espejo por no poder pararlos.

Los hogares no son nuestros. Los hogares son vuestros y los infestáis de orfandad y rechazo.

Cuando salgo del armario con mis padres lloro de alivio porque ni tan siquiera sabía qué pensaban ellos de las lesbianas; nunca había oído esa palabra dicha en voz alta en mi casa. Me tengo que considerar afortunada porque no me bastan los dedos de las manos para contar las amigas que tengo que lloran de desesperanza, de abandono, lágrimas pesimistas avistando un futuro sin padres que te quieran como eres. Una madre que necesita días para asumirlo es un buen pronóstico porque hay otras que no lo lograrán nunca. La posibilidad de que las echen de casa es algo a barajar; menos mal que nosotras hemos aprendido a hacer hogares de los brazos de nuestras hermanas. Mi mejor amiga es bisexual y sus padres me siguen queriendo tal como soy pero no son capaces de hacer lo mismo con ella, porque una cosa es que el pecado camine por nuestras calles y otra muy distinta que viva en nuestras casas. Mi otra mejor amiga es bisexual y si sus padres ya no aprueban el lesbianismo a saber qué piensan de la bisexualidad, si eso es solo vicio. A los 15 años me duermo llorando porque a un amigo de un amigo su padre lo apalea por ser maricón. A los 17 me duermo con pena porque tengo amigas a las que sus padres intentan constantemente convencer de que sus religiones no son compatibles con los siete colores del arco iris de sus almas.

Nada es nuestro. Quiero chillarles que hay días que me dan igual los matrimonios y las banderas colgando de sus ayuntamientos mientras nos sigan dando el suicidio a cucharadas con los cuentos de príncipes y princesas que nunca, nunca se enamoran de sus doncellas. Quiero chillarles que hay días que me dan igual los Orgullos; no tienes tiempo para enorgullecerte cuando te paraliza el miedo al pervertido que os sigue por la calle. Por no ser, no son mías ni mis manos cuando aprietan las de ella para recordarle que aunque sus ojos y palabras se claven en nosotras, en nuestros cuerpos y traseros, estamos juntas en esto. Por no ser, no es mía ni mi boca cuando besarla es el comienzo de un interrogatorio sobre cómo follamos las lesbianas. Porque es impensable que se produzca un orgasmo en ausencia de un pene, porque es impensable que una de nosotras sí tenga pene, porque es impensable que pueda querer a otra mujer para algo más que follar. 

¿Acaso vosotros solo las queréis para follar y por eso estáis tan desesperados por saber cómo “nos las arreglamos” para hacerlo?

Pero como leí hace poco, “Que este mundo no esté construido para nosotras no quiere decir que no sea nuestro para conquistarlo”.

¿Que no tenemos nada? Mentira, tenemos un mundo entero que conquistar. Cogidas de la mano, con tanta fuerza que a veces pienso que somos una, que bebes de mi boca y yo me pierdo en la tuya. Que se queden con sus medias naranjas, que igual que no necesitamos su aprobación para besarnos, no necesitamos sus metáforas de posesión para hablar de amor. Nosotras somos naranjas enteras, lirios entrelazados floreciendo, la verdadera revolución del amor y del sexo.


Nunca ha habido una revolución tan romántica. Nunca nadie nos ha podido parar. Llevamos tantos siglos como siglos vamos a durar.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Machismo en Ciencias

La colaboración de hoy consta de dos experiencias de amigas íntimas mías, sobre un tema que también es muy importante para mí: el machismo en la educación y, sobre todo, el machismo en las Ciencias.
Creo que todos sabemos ya que el machismo es imperante en nuestras aulas; que faltan referentes femeninos, no ya porque en su época el acceso de la mujer a la Ciencia fuera todavía más complicado que hoy en día, sino porque a las que sí lo consiguieron las hemos vuelto invisibles y escondido tras sus maridos y compañeros. Que hay estudios que demuestran que los padres son más reacios a contestar las preguntas de las niñas en museos de Ciencia que las de los niños. Que no educamos a nuestras hijas alentando el deseo a construir e investigar, si no (y es igual de importante, no lo dudo) a cuidar y atender. Muñecas en vez de Legos. Cocinitas en vez de juegos de Magnetos.
Sin embargo, a veces se nos olvida que esto repercute en el día a día de las valientes mujeres que, ellas sí, deciden cursar carreras de Ciencias. Yo estudié un bachillerato científico y ya le noté sus tintes machistas; pero en la Universidad cambié de campo y sin embargo estas amigas mías se han enfrentado directamente al machismo, al ser discriminadas personalmente por ser mujeres, por estudiar lo que estudian.
Espero que su experiencia no solo nos indigne, sino que nos abra los ojos y dejemos de negar las experiencias femeninas cuando nos las cuentan.

"Este artículo no está basado en estadísticas, sino en la experiencia personal.

Ser una mujer en un mundo de hombres es difícil y quien diga lo contrario miente o es tan inocente que debería meterse en una burbuja y no salir.
Ya de normal vivimos en un mundo de hombres, sólo hay que ver que la mayoría del poder, ya sea político o económico, recae sobre hombres; pero hay subsistemas donde no es que haya más hombres, es que ver mujeres es raro. Concretamente en mi facultad de ingeniería informática sólo un 10% del alumnado son mujeres (y otro tanto respecto al profesorado, aunque no tengo cifras exactas). 1 mujer por cada 10 hombres. Hay clases en las que hay una o ninguna chica.

Me gusta estar con chicos. Y no tiene nada que ver con el sexo, ni con que así es más fácil liarte con alguien. Simplemente es más fácil estar con ellos. Al menos en mi experiencia, lo he pasado mucho peor en clases donde la mayoría eran mujeres. Y he estado mejor con hombres.
Pero eso no quita que sea un mundo donde las chicas no son lo más normal. Y eso repercute, mucho.

En primer lugar está la cosificación. Es lo primero que encontré cuando llegué a la facultad. Cada vez que pasaba una chica se quedaban mirándola y analizándola. A mí se me quedaron mirando y no me considero alguien a la que valga la pena mirar de esa forma. Cuando estábamos dentro de clase, y la puerta estaba abierta, si se oían unos tacones la mitad de la clase se giraba para mirar. Debo decir que estos eran los primeros cursos y que la edad media era 17-18 años. Pero aún ahora cada vez que pasa una chica, los chicos se pegan codazos entre ellos y la señalan y comentan. No lo veo mal, al fin y al cabo yo si estoy con mis amigas tampoco voy a dejar de hablar si pasa un chico por delante y nos gusta. Lo malo es lo fácil que salen las palabras como “guarra”. Y de nada sirve que yo diga “No tiene pinta de no haberse duchado” porque enseguida sale de sus bocas: “feminazi”.
Sí, me alegra comunicaros que soy la feminazi de mi grupo de amigos de la universidad simplemente por ser feminista. A veces intento explicarles las diferencias, intento de verdad explicarles cosas importantes como que una mujer no tiene por qué ser una puta por acostarse con muchos mientras un hombre es el puto amo. Pero no lo entienden. Y yo me frustro. Y ellos me llaman feminazi y vuelta a empezar.

Algo que me ha pasado recientemente es que estoy haciendo un trabajo en grupo, yo contra siete chicos. Me estoy sintiendo bastante dejada de lado. Primero me recuerdan que haga cosas con un poco de suficiencia y que yo obviamente sé que tengo que hacer. ¿Por qué me lo recuerdas a mí y no a los demás que son los que no lo hacen? Por otro lado yo iba a encargarme de hacer una cosa que se me da bien (diseñar), al final acabó haciéndolo otro al que le costó el doble de lo que me podría haber costado a mí. Y yo me tuve que dedicar a hacer trabajo casi de secretaria (acordar ciertas cosas del trabajo con la profesora), para que después viniera alguien y tocara lo que había hecho yo porque sí. Me he sentido desplazada y no saber cómo poner solución me trajo más de un ataque de ansiedad (gracias, chicos).
No es la primera vez que me siento así, pero esta ha sido la que más me ha afectado porque no han tenido en cuenta mis capacidades y parece que hayan hecho piña y me hayan apartado.
Sé que puede ser mi percepción y que igual no ha sido su intención, pero con esto quiero mostraros que no es fácil meterse a hacer una carrera “de hombres” siendo mujer y salir indemne. Aún así no dejéis de intentarlo porque lo de las ingenierías para chicos y las letras y sociales para chicas es una de las cosas que más daño hace a la sociedad, desde mi punto de vista.


No me arrepiento de estar donde estoy. Pero ojalá la sociedad estuviera más sana y ninguna mujer tuviera que pasar por cosas así y mucho peores."

Mari Carmen Fombuena, @BrujaEnLaLuna en Twitter.

"Es curioso el pensamiento que tenemos sobre el machismo. Luchamos contra ese monstruo al que aborrecemos, vamos a manifestaciones, evitamos el lenguaje sexista y denunciamos la degradación del sexo femenino, así como la violencia hacia éste. Luchamos por la igualdad.
Bien, esto está más que claro. Pero una cosa es luchar contra ello, que te cuenten que a una conocida de tu vecina le pasó esto, que a una prima de tu amiga le paso eso otro…pero vivirlo tú misma, sentir como te menosprecian por ser mujer…es la peor sensación que he experimentado en toda mi vida.

Estudio arquitectura. Hace unas cuanta semanas mandaron en clase de construcción un trabajo por grupos. Teníamos que analizar una vivienda, hacer un PowerPoint, un documento de mínimo 15 páginas y una exposición en clase. Yo estaba sin grupo aun y cuatro chicos de mi clase me ofrecieron ir con ellos. Yo acepté, me caían muy bien y tenían pinta de trabajadores.

Quedamos un viernes a la salida de clase para hacer el trabajo. Como éramos cinco nos dividiríamos lo más importante y lo juntaríamos a la semana siguiente, vamos, lo que hace todo grupo de trabajo que se precie. Aquí viene lo interesante del asunto. Teníamos que montar el PowerPoint y calcular las cimentaciones de la vivienda (que son las bases que sirven de sustentación al edificio, para que nos entendamos, lo que hay abajo que aguanta la casa). Obviamente calcular esto resulta muchísimo más interesante que hacer un soso PowerPoint, o al menos para mí, y yo me ofrecí a hacerlo. Y cuál es mi sorpresa cuando uno de mis compañeros me responde:

-       No, no, tú mejor monta el PowerPoint, que como eres una chica seguro que se te da mucho mejor. Déjanos el cálculo para nosotros.

Espera, ¿qué? ¿Esto es en serio?
Pues sí. Pestañea todas las veces que quieras que no estoy de broma.
Al parecer para hacer cálculos matemáticos y de estructuras es necesario disponer de toda la fuerza y la inmensa inteligencia que te aporta el hecho de ser un hombre.

 Ante esta situación yo salí por la tangente de “precisamente por ser una chica lo haría igual o mejor que tú”, pero cuando uno tiene la mente tan sumamente cerrada ni a palazos se es capaz de abrir.

Intenté que mis compañeros me ayudaran, pero en lugar de eso guardaron silencio y le apoyaron a él.
Acudí después al profesor de la asignatura, nadie mejor para solucionarlo. Pero para mi sorpresa según él, el problema era mío al haber escogido ese grupo y no otro, y por lo tanto yo debía cargar con las consecuencias. Cágate lorito.

 Nunca en toda mi vida me había sentido peor. Me habían insultado de la peor de las maneras. Yo, por ser mujer, era inferior a ellos, por ser hombres. Y me sentía tan mal, tan sumamente mal. Me sentí sola e incomprendida, insultada y humillada. Es un dolor indescriptible.

Después de esto he de darles las gracias a mis compañeros de delegación de alumnos por ayudarme tanto y darme soluciones reales y efectivas. También a mis padres por apoyarme y ayudarme a denunciarlo y, cómo no, a mis niños, por escucharme y darme fuerzas. Te sientes menos sola cuando comprendes que hay gente que te quiere."

Experiencia anónima de una amiga mía.