Las calles no son nuestras. Las calles son vuestras y las infestáis
de miedo y vergüenza.
Estoy hasta el coño de no poder andar de la mano de otra
mujer sin escuchar a gritos vuestra lesbofobia. Estoy hasta el coño de no poder
besar a otra mujer sin que ancianos nos sigan como quien se cambia de fila en
un cine porno. Estoy hasta el coño de no poder despedirme en el metro de otra
mujer sin que un señor se queje de la indecencia de los jóvenes. Estoy hasta el
coño de que vuestras miradas nos taladren, vuestras palabras nos asusten y
seamos siempre nosotras las que acabamos apretando el paso para huir de
vuestros juicios y prejuicios. Mis amigas están nerviosas porque no saben qué
ponerse para su cita; yo estoy nerviosa porque no sé qué nos pasará si nos
cogemos públicamente de la mano. Cuidado, tenemos suficiente rabia acumulada
como para prenderles fuego a las calles que hace tanto que nos robasteis.
Los colegios no son nuestros. Los colegios son vuestros y
los infestáis de odio y soledad.
Me odio a mí misma por haber mantenido la mirada baja en los
vestuarios por miedo a que me pillaran mirando a otra chica, porque las
bolleras dan igual en el patio pero dan asco entre nosotras. Me odio a mí misma
por no haber respondido cada vez que alguien usaba “maricón” como insulto. Me
odio a mí misma por no haber callado cada boca que reía ante la palabra “travesti”
como si la mera existencia de mis hermanas trans fuera un chiste de sangriento
desenlace. Me odio a mí misma por no poder rescatar a las miles de niñas que
acuden a las aulas cada día como quien pone un pie en el purgatorio, que temen
los pasillos de sus institutos como los ciervos temen la veda abierta de caza y
miran suplicantes a profesoras que no son más que abogadas del diablo. Me odio
a mí misma porque hay días que odiar este mundo que sacrifica a sus pequeñas
por ser diferentes es demasiado agotador y es más fácil dirigir mi rabia hacia
mi reflejo en el espejo por no poder pararlos.
Los hogares no son nuestros. Los hogares son vuestros y los
infestáis de orfandad y rechazo.
Cuando salgo del armario con mis padres lloro de alivio
porque ni tan siquiera sabía qué pensaban ellos de las lesbianas; nunca había
oído esa palabra dicha en voz alta en mi casa. Me tengo que considerar
afortunada porque no me bastan los dedos de las manos para contar las amigas
que tengo que lloran de desesperanza, de abandono, lágrimas pesimistas
avistando un futuro sin padres que te quieran como eres. Una madre que necesita
días para asumirlo es un buen pronóstico porque hay otras que no lo lograrán
nunca. La posibilidad de que las echen de casa es algo a barajar; menos mal que
nosotras hemos aprendido a hacer hogares de los brazos de nuestras hermanas. Mi
mejor amiga es bisexual y sus padres me siguen queriendo tal como soy pero no
son capaces de hacer lo mismo con ella, porque una cosa es que el pecado camine
por nuestras calles y otra muy distinta que viva en nuestras casas. Mi otra
mejor amiga es bisexual y si sus padres ya no aprueban el lesbianismo a saber
qué piensan de la bisexualidad, si eso es solo vicio. A los 15 años me duermo
llorando porque a un amigo de un amigo su padre lo apalea por ser maricón. A los
17 me duermo con pena porque tengo amigas a las que sus padres intentan
constantemente convencer de que sus religiones no son compatibles con los siete
colores del arco iris de sus almas.
Nada es nuestro. Quiero chillarles que hay días que me dan
igual los matrimonios y las banderas colgando de sus ayuntamientos mientras nos
sigan dando el suicidio a cucharadas con los cuentos de príncipes y princesas
que nunca, nunca se enamoran de sus doncellas. Quiero chillarles que hay días
que me dan igual los Orgullos; no tienes tiempo para enorgullecerte cuando te
paraliza el miedo al pervertido que os sigue por la calle. Por no ser, no son
mías ni mis manos cuando aprietan las de ella para recordarle que aunque sus
ojos y palabras se claven en nosotras, en nuestros cuerpos y traseros, estamos
juntas en esto. Por no ser, no es mía ni mi boca cuando besarla es el comienzo
de un interrogatorio sobre cómo follamos las lesbianas. Porque es impensable
que se produzca un orgasmo en ausencia de un pene, porque es impensable que una
de nosotras sí tenga pene, porque es impensable que pueda querer a otra mujer
para algo más que follar.
¿Acaso vosotros solo las queréis para follar y por
eso estáis tan desesperados por saber cómo “nos las arreglamos” para hacerlo?
Pero como leí hace poco, “Que este mundo no esté construido
para nosotras no quiere decir que no sea nuestro para conquistarlo”.
¿Que no
tenemos nada? Mentira, tenemos un mundo entero que conquistar. Cogidas de la
mano, con tanta fuerza que a veces pienso que somos una, que bebes de mi boca y
yo me pierdo en la tuya. Que se queden con sus medias naranjas, que igual que
no necesitamos su aprobación para besarnos, no necesitamos sus metáforas de
posesión para hablar de amor. Nosotras somos naranjas enteras, lirios entrelazados
floreciendo, la verdadera revolución del amor y del sexo.
Nunca ha habido una revolución tan romántica. Nunca nadie
nos ha podido parar. Llevamos tantos siglos como siglos vamos a durar.
Esto es tan cierto, de verdad. Lo de los vestuarios lo he vivido tanto en mis carnes, lo de los docentes que apoyaban el bullying por ser diferente, la indiferencia de otres hacia nuestra persona... Hacen falta más entradas como esta, de veras. Muchas gracias por plasmar todas estas realidades. <3
ResponderEliminarEsto es hermoso, y es real. No lo he sufrido, pro he visto gente que sí, y me parece que al mundo le falta mucho por aprender, empezando por el respeto. Gracias por decir verdades como puños.
ResponderEliminar"Por un segundo fue reina del recital, vistió la plata otra vez que el tiempo le tejió.
ResponderEliminarY se abrió un telón, desafiando el final, y en esa brecha de luz vuelve a bailar.. vuelve a reinar." Es un poco creo el mensaje que me transmites con esta entrada. (Y siento ser tan pesada pero es que me dan muchos feels con este tema). <3
Soy hombre, no soy homosexual, pero tenéis razón. Tenéis que ser libres de cogeros de la mano si queréis.
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