La colaboración de hoy consta de dos experiencias de amigas íntimas mías, sobre un tema que también es muy importante para mí: el machismo en la educación y, sobre todo, el machismo en las Ciencias.
Creo que todos sabemos ya que el machismo es imperante en nuestras aulas; que faltan referentes femeninos, no ya porque en su época el acceso de la mujer a la Ciencia fuera todavía más complicado que hoy en día, sino porque a las que sí lo consiguieron las hemos vuelto invisibles y escondido tras sus maridos y compañeros. Que hay estudios que demuestran que los padres son más reacios a contestar las preguntas de las niñas en museos de Ciencia que las de los niños. Que no educamos a nuestras hijas alentando el deseo a construir e investigar, si no (y es igual de importante, no lo dudo) a cuidar y atender. Muñecas en vez de Legos. Cocinitas en vez de juegos de Magnetos.
Sin embargo, a veces se nos olvida que esto repercute en el día a día de las valientes mujeres que, ellas sí, deciden cursar carreras de Ciencias. Yo estudié un bachillerato científico y ya le noté sus tintes machistas; pero en la Universidad cambié de campo y sin embargo estas amigas mías se han enfrentado directamente al machismo, al ser discriminadas personalmente por ser mujeres, por estudiar lo que estudian.
Espero que su experiencia no solo nos indigne, sino que nos abra los ojos y dejemos de negar las experiencias femeninas cuando nos las cuentan.
"Este artículo no está basado en estadísticas, sino en la
experiencia personal.
Ser una mujer en un mundo de hombres es difícil y quien diga
lo contrario miente o es tan inocente que debería meterse en una burbuja y no
salir.
Ya de normal vivimos en un mundo de hombres, sólo hay que
ver que la mayoría del poder, ya sea político o económico, recae sobre
hombres; pero hay subsistemas donde no es que haya más hombres, es que ver
mujeres es raro. Concretamente en mi facultad de ingeniería informática sólo un
10% del alumnado son mujeres (y otro tanto respecto al profesorado, aunque no
tengo cifras exactas). 1 mujer por cada 10 hombres. Hay clases en las que hay
una o ninguna chica.
Me gusta estar con chicos. Y no tiene nada que ver con el
sexo, ni con que así es más fácil liarte con alguien. Simplemente es más fácil
estar con ellos. Al menos en mi experiencia, lo he pasado mucho peor en clases
donde la mayoría eran mujeres. Y he estado mejor con hombres.
Pero eso no quita que sea un mundo donde las chicas no son
lo más normal. Y eso repercute, mucho.
En primer lugar está la cosificación. Es lo primero que
encontré cuando llegué a la facultad. Cada vez que pasaba una chica se quedaban
mirándola y analizándola. A mí se me quedaron mirando y no me considero alguien
a la que valga la pena mirar de esa forma. Cuando estábamos dentro de clase, y
la puerta estaba abierta, si se oían unos tacones la mitad de la clase se
giraba para mirar. Debo decir que estos eran los primeros cursos y que la edad
media era 17-18 años. Pero aún ahora cada vez que pasa una chica, los chicos se
pegan codazos entre ellos y la señalan y comentan. No lo veo mal, al fin y al
cabo yo si estoy con mis amigas tampoco voy a dejar de hablar si pasa un chico
por delante y nos gusta. Lo malo es lo fácil que salen las palabras como
“guarra”. Y de nada sirve que yo diga “No tiene pinta de no haberse duchado”
porque enseguida sale de sus bocas: “feminazi”.
Sí, me alegra comunicaros que soy la feminazi de mi grupo de
amigos de la universidad simplemente por ser feminista. A veces intento
explicarles las diferencias, intento de verdad explicarles cosas importantes
como que una mujer no tiene por qué ser una puta por acostarse con muchos
mientras un hombre es el puto amo. Pero no lo entienden. Y yo me frustro. Y
ellos me llaman feminazi y vuelta a empezar.
Algo que me ha pasado recientemente es que estoy haciendo un
trabajo en grupo, yo contra siete chicos. Me estoy sintiendo bastante dejada de
lado. Primero me recuerdan que haga cosas con un poco de suficiencia y que yo
obviamente sé que tengo que hacer. ¿Por qué me lo recuerdas a mí y no a los
demás que son los que no lo hacen? Por otro lado yo iba a encargarme de hacer
una cosa que se me da bien (diseñar), al final acabó haciéndolo otro al que le
costó el doble de lo que me podría haber costado a mí. Y yo me tuve que dedicar
a hacer trabajo casi de secretaria (acordar ciertas cosas del trabajo con la
profesora), para que después viniera alguien y tocara lo que había hecho yo
porque sí. Me he sentido desplazada y no saber cómo poner solución me trajo más
de un ataque de ansiedad (gracias, chicos).
No es la primera vez que me siento así, pero esta ha sido la
que más me ha afectado porque no han tenido en cuenta mis capacidades y parece
que hayan hecho piña y me hayan apartado.
Sé que puede ser mi percepción y que igual no ha sido su
intención, pero con esto quiero mostraros que no es fácil meterse a hacer una
carrera “de hombres” siendo mujer y salir indemne. Aún así no dejéis de
intentarlo porque lo de las ingenierías para chicos y las letras y sociales
para chicas es una de las cosas que más daño hace a la sociedad, desde mi punto
de vista.
No me arrepiento de estar donde estoy. Pero ojalá la
sociedad estuviera más sana y ninguna mujer tuviera que pasar por cosas así y
mucho peores."
Mari Carmen Fombuena, @BrujaEnLaLuna en Twitter.
"Es
curioso el pensamiento que tenemos sobre el machismo. Luchamos contra ese
monstruo al que aborrecemos, vamos a manifestaciones, evitamos el lenguaje
sexista y denunciamos la degradación del sexo femenino, así como la violencia
hacia éste. Luchamos por la igualdad.
Bien,
esto está más que claro. Pero una cosa es luchar contra ello, que te cuenten
que a una conocida de tu vecina le pasó esto, que a una prima de tu amiga le
paso eso otro…pero vivirlo tú misma, sentir como te menosprecian por ser
mujer…es la peor sensación que he experimentado en toda mi vida.
Estudio
arquitectura. Hace unas cuanta semanas mandaron en clase de construcción un
trabajo por grupos. Teníamos que analizar una vivienda, hacer un PowerPoint, un
documento de mínimo 15 páginas y una exposición en clase. Yo estaba sin grupo
aun y cuatro chicos de mi clase me ofrecieron ir con ellos. Yo acepté, me caían
muy bien y tenían pinta de trabajadores.
Quedamos
un viernes a la salida de clase para hacer el trabajo. Como éramos cinco nos
dividiríamos lo más importante y lo juntaríamos a la semana siguiente, vamos,
lo que hace todo grupo de trabajo que se precie. Aquí viene lo interesante del
asunto. Teníamos que montar el PowerPoint y calcular las cimentaciones de la
vivienda (que son las bases que sirven de sustentación al edificio, para que
nos entendamos, lo que hay abajo que aguanta la casa). Obviamente calcular esto
resulta muchísimo más interesante que hacer un soso PowerPoint, o al menos para
mí, y yo me ofrecí a hacerlo. Y cuál es mi sorpresa cuando uno de mis
compañeros me responde:
- No, no, tú mejor monta el PowerPoint,
que como eres una chica seguro que se te da mucho mejor. Déjanos el cálculo
para nosotros.
Espera,
¿qué? ¿Esto es en serio?
Pues
sí. Pestañea todas las veces que quieras que no estoy de broma.
Al
parecer para hacer cálculos matemáticos y de estructuras es necesario disponer de
toda la fuerza y la inmensa inteligencia que te aporta el hecho de ser un
hombre.
Ante
esta situación yo salí por la tangente de “precisamente por ser una chica lo
haría igual o mejor que tú”, pero cuando uno tiene la mente tan sumamente
cerrada ni a palazos se es capaz de abrir.
Intenté
que mis compañeros me ayudaran, pero en lugar de eso guardaron silencio y le
apoyaron a él.
Acudí
después al profesor de la asignatura, nadie mejor para solucionarlo. Pero para
mi sorpresa según él, el problema era mío al haber escogido ese grupo y no
otro, y por lo tanto yo debía cargar con las consecuencias. Cágate lorito.
Nunca
en toda mi vida me había sentido peor. Me habían insultado de la peor de las
maneras. Yo, por ser mujer, era inferior a ellos, por ser hombres. Y me sentía
tan mal, tan sumamente mal. Me sentí sola e incomprendida, insultada y
humillada. Es un dolor indescriptible.
Después
de esto he de darles las gracias a mis compañeros de delegación de alumnos por
ayudarme tanto y darme soluciones reales y efectivas. También a mis padres por
apoyarme y ayudarme a denunciarlo y, cómo no, a mis niños, por escucharme y
darme fuerzas. Te sientes menos sola cuando comprendes que hay gente que te
quiere."
Experiencia anónima de una amiga mía.
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