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jueves, 5 de noviembre de 2015

"El Síndrome Lolita: El fenómeno cultural del abuso de menores", Maya Mutter


Este es un artículo de Maya Mutter, publicado en Proyecto Consentimiento. Cuando lo leí, me abrió terriblemente los ojos, y no creo que yo misma sea capaz de explicar esto con semejante claridad y perspicacia. Por eso, lo he traducido y con su permiso lo publico aquí.

"En mi último año de instituto, tuve que escribir un artículo sobre algún libro de una pequeña selección. Elegí Lolita, de Vladimir Nabokov, un libro que nunca antes había leído, esperando encontrar mucho material en SparkNotes. Fui a la librería para conseguir una copia. Por detrás había una breve reseña de Vanity Fair, solo ocho palabras: “La única historia de amor convincente de nuestro siglo.” Habiendo visto sólo escenas de la película de Kubrick, que presentaban a una Sue Lyon ligera de ropa (de sólo 14 años en el momento en que se rodó) holgazaneando con gafas de sol con forma de corazón y chupando piruletas, no sabía qué pensar.
Leyendo el libro, me sentí asqueada. No con el autor—Nabokov describía a su protagonista Humbert Humbert como alguien ”despreciable, vanidoso y cruel” y condenaba sus actos—sino con las reacciones de la audiencia. ¿Cómo podía Vanity Fair haberlo entendido tan mal? Esta no era una historia de amor; esto era Go Ask Alice escrito desde el punto de vista del incitador. Era una niña de 12 años, que justo entraba en la edad de la fijación curiosa con compañeros de clase, a la que un hombre adulto asediaba y de la que se aprovechaba. Dolores Haze, bautizada “Lolita” por el protagonista, es una chica joven inmadura y egocéntrica a una edad en que debe ser inmadura y egocéntrica. Humbert se enamora de ella, y se casa con su madre sólo para acercarse a ella. En cada página se crece poéticamente sobre su cuerpo, sus pecas, el aura brillante y juvenil que la envuelve y que lo intoxica. Fantasea con hacerle el amor, luz de su vida, y con tenerla a su lado para siempre.
Excepto que, ya sabéis. Es una niña.
Después de su publicación en los cincuenta, Lolita le prendió fuego al mundo literario, y se las ha arreglado para mantenerse con nosotros hasta ahora. Pero lo que es más intrigante es la forma en que el público tomó una tragedia satírica examinando la mente de un pedófilo retorcido y la convirtió en un romance épico, responsabilizando a la joven Dolores de su propio abuso, o negando su existencia como abuso directamente. Incluso en 1959, el novelista Robinson Davies describió el tema como “no la corrupción de una niña inocente por parte de un astuto adulto, sino la explotación de un adulto débil por parte de una astuta adulta.” Lolita se convirtió en un clásico, pero su presencia cultural tomó un nuevo significado: Lolita pasó de ser la oprimida a la opresora, una araña preadolescente atrayendo a una mosca de mediana edad a su telaraña.
Sí.
En marzo, se linchó a Kat von D por sacar un pintalabios llamado “Rojo Menor de Edad” (Underage Red). Previamente se la había encontrado culpable de bautizar sus pintalabios “Rubor de Preadolescente” (Jailbait Blush) y “Rosa Pedofilia”, y aunque rápidamente se defendió con “es solo un nombre,” el mensaje permaneció: combinar el sexo con inocentes chicas menores de edad es sexy. Kat von D nunca lanzaría un producto llamado “Rojo Violencia Doméstica” o “Sienna Asalto Sexual,” porque ¿quién quiere pensar en maridos ebrios golpeando o violando a sus esposas mientras se retoca rápidamente el maquillaje? Eso no es sexy en absoluto... pero claramente, algo de la pedofilia o el abuso de menores lo es. ¿Sabías que, en Alabama, tener sexo con un menor puede proporcionarte entre 10 años y toda tu vida en prisión? Eso sí que es sexy.
Tenemos docenas de términos para estas niñas: nínfula, núbil, lolita. La industria pornográfica cada vez las quiere más y más jóvenes. La sociedad adora esos grandes ojos de cervatillo y esos labios acolchados que simbolizan la juventud e inocencia. Mujeres más mayores están cambiando para ser más atractivas sexualmente pareciendo más “juveniles”, y los hombres más mayores se lo están tragando todo. Las chicas experimentan silbidos y piropos callejeros cada vez más jóvenes, y son víctimas de acoso sexual mucho antes de que tengan la edad de descubrir su propio cuerpo. Pregúntale a cualquier mujer por las historias de infancia que tenga con hombres más mayores. Por ejemplo, cuando yo estaba en secundaria, recuerdo claramente estar bajando por mi calle en medio de un verano particularmente caluroso, con pantalones cortos y una camiseta ancha. Pasó un camión y su conductor me pitó, sobresaltándome. Esta fue la primera vez que me sucedía algo así. Cuando la usuaria de Twitter Zellieimani les preguntó a otras usuarias a qué edad notaron por primera vez que las miraban de forma sexual, la mayoría de respuestas eran antes de los 12. Una usuaria escribió, lo cual me ha perseguido hasta ahora, que un hombre adulto le había dicho que sus coletas eran “manillares” antes de que pudiera siquiera entender lo que quería decir.
La obsesión pedófila de Humbert Humbert es extrema, pero aparentemente ya no es la pesadilla psicológica que era en los cincuenta… ahora, es tendencia.
Inmersos en nuestra propia lujuria, nos olvidamos de los niños a los que estamos haciendo daño. Los niños no pueden consentir a ser usados como objetos sexuales, y no pueden consentir a que se sexualice su inocencia, tampoco. Las coletas y los uniformes de estudiante se asocian típicamente con el porno, ahora. Es hora de que empecemos a recordarle a la gente que no hay nada de normal en cosificar a los niños o a las personas infantiles. No es un vicio saludable o una peculiaridad adorable; es perpetuar la idea de que las niñas menores son sexis, y animar a los hombres adultos a que las asedien. Disfrutamos riéndonos de las mujeres adultas que ponen voz de bebé y llaman a sus novios “papi”, pero no reconocemos que hay hombres adultos que piensan que no pasa nada por ver a las chicas jóvenes como objetos sexuales. Lana del Rey es un ejemplo popular de lo que llamo “infantilización sexualizada”: su voz grave que canturrea se transforma en la de una niña burbujeante e inocente mientras canta sobre escandalosas relaciones con hombres mucho mayores, y la yuxtaposición es alarmante.
Es nuestra responsabilidad proteger a estas niñas. Tenemos que transformar cómo se las ve en los medios. Tenemos que luchar porque no se acaben avergonzando de sus propios cuerpos, culpándose de ser acosadas, siendo acosadas en primer lugar. Es saludable y natural para los niños explorar su propia sexualidad, pero es traumático que un adulto se interponga. Hace más de medio siglo, Nabokov describió a un hombre que antepuso sus propios deseos al bienestar de una niña y lo pintó como un marginado. Ahora, los deseos de Humbert han trascendido como la norma, y es a expensas de nuestras jóvenes hijas y primas y hermanas. Tenemos que extender un nuevo mensaje: tenemos que proteger a estas niñas, porque muchas de nosotras fuimos estas niñas."


lunes, 26 de octubre de 2015

La sociedad y las chicas adolescentes

Las chicas adolescentes somos el chiste del que se ríe la sociedad entera: por nuestros gustos, nuestros problemas, nuestras jergas.

Pensadlo por un momento: se puede ser “muy pava” pero no “muy pavo”, te comportas “como una quinceañera” pero no “como un quinceañero”, chillas como una niña pero no gritas como un niño… el término “mojabragas”, que tanto se utiliza entre los jóvenes últimamente, habla por sí solo. Parecer una chica ya es vergonzoso en nuestra sociedad, pero parecer una chica entre los doce y los diecinueve lo es todavía más.
Y es que ¿qué hacen las chicas adolescentes, que tan vergonzoso es? Son fans de cantantes y actores “comerciales”, se compran posters, escriben fanfiction y chillan en los conciertos y los estrenos. Son enamoradizas. Siguen las modas. Suspiran por sus ídolos, sucumben a las hormonas y, en definitiva, están en la edad.

Sin embargo, los chicos adolescentes también están en la edad y yo no veo a nadie recordárselo tan a menudo. Los chicos adolescentes, de hecho, presentan mayores índices de consumo de alcohol a diario (ellas, sin embargo, toman más psicofármacos); y son más proclives al uso de la violencia. Los chicos adolescentes son, también, más homófobos y misóginos; son menos tolerantes y pacíficos. Este es un patrón que se repite en hombres y mujeres adultas, pero yo considero que en la adolescencia se da el mayor brote de reacciones hormonales por parte de los chicos y sin embargo es más vergonzoso cotillear con tus amigas (como una maruja) que pegarte con tus amigos.

Sigamos analizando las diferencias de comportamiento entre chicos y chicas, en la adolescencia. Las chicas adolescentes sacan mejores notas (y sin embargo tienen menos confianza en sí mismas que ellos), son más proclives a realizar cualquier tipo de voluntariado y además ayudan más en casa. También leen más y es que, al parecer, las chicas adolescentes hacen algo más que suspirar por ídolos inalcanzables entre los posters de su habitación.

Pero la verdadera pregunta aquí es ¿acaso los chicos adolescentes no tienen ídolos? ¿Acaso los chicos adolescentes no necesitan, en una edad tan difícil de maduración de la personalidad, grandes iconos a los que admirar e imitar? Por supuesto que sí. Los chicos adolescentes admiran a cantantes, futbolistas, motoristas y otros deportistas (generalizando, sí, porque esta es una comparación de estereotipos; desde luego que existen chicos adolescentes que idolatran a escritores y directores de cine). Pero no los adoran.
Porque los chicos adolescentes quieren ser sus ídolos, mientras que las chicas adolescentes quieren conquistar a sus ídolos. Los chicos adolescentes sueñan con ser futuras estrellas; las chicas adolescentes sueñan con enamorar a sus estrellas. Las chicas adolescentes idolatran a hombres, pero los chicos adolescentes no idolatran a su vez a mujeres. Los chicos adolescentes aprenden de sus ídolos en quién se quieren convertir; las chicas adolescentes aprenden de sus ídolos lo que las chicas adolescentes llevan siglos aprendiendo: de quién quieren ser.

Y esto nos lleva a otra pregunta: ¿por qué necesitan las chicas adolescentes a sus ídolos, por qué con esta desesperación que las lleva, desde a dedicar una parte importante de su vida a desconocidos, hasta a extremos como el #cutforzayn (en que se autolesionaban y subían fotos a las redes sociales por su ídolo)? La respuesta, para mí, está en lo que son: chicas y adolescentes. La adolescencia es una etapa, de por sí, de crecimiento, cambios y complicaciones; pero ser chica complica indudablemente esta misma etapa.

Y es que, cuando las niñas entran en la adolescencia, son arrojadas a un lodazal de misoginia. Se impone el dictatorial canon de belleza. Se entra en el mundo del sexo y de las relaciones amorosas. Es, en definitiva, una preparación para todo lo que implica ser mujer en una sociedad patriarcal como es esta.
Porque lo que espera a las niñas más allá de las cuatro paredes de su habitación empapelada de posters es un mundo inhóspito que se vuelve contra ellas cada vez más al crecer. Y nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos, como si los chicos de carne y hueso que están a su alcance fueran mucho mejores.

Nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos pero la otra opción es, muchas veces, un joven mayor dispuesto a aprovecharse de ellas (todas hemos tenido amigas, o hemos sido esas amigas, que a los 13 años se estrenaban en las relaciones y a menudo también en el sexo de la mano de un chico de 17). Nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos pero la otra opción es, muchas veces, un chico de su edad a años luz de madurez porque no ha crecido con miedo ni le han enseñado a reprimir sus impulsos como a ellas.
Nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos pero la otra opción es, muchas veces, un novio machista y controlador que las aparta de sus amigas. Nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos pero la otra opción es, muchas veces, un chico que compara sus cuerpos desnudos con el de la última porno.
Nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos pero la otra opción es, muchas veces, iniciarse en el sexo bajo presión y jugando con el consentimiento.

Nos reímos de las chicas adolescentes cuando, en definitiva, lo que deberíamos hacer es avergonzarnos de lo desprotegidas que las dejamos. Porque no son sólo los novios. En la adolescencia termina de viciarse la relación femenina con la comida; en la adolescencia despuntan la mayoría de trastornos alimenticios*, empieza la competición por la delgadez, por ocupar el mínimo espacio posible en un mundo que se ríe de ti cada vez que eres algo más que invisible.

Y el mismo canon de belleza que nos roba la comida nos condena a ser mujeres plenas antes de tiempo y permanecer, al mismo tiempo, niñas. A tener pecho, caderas y culo de adulta pero la ausencia de vello, granos y estrías de una niña. A ser perfecta pero parecer natural.
A probar el sexo para no ser una estrecha pero mantenerte virgen para no ser una zorra. Porque, como leí una vez, si follas muchas veces con la misma persona no eres promiscua pero si lo haces con chicos distintos sí.
Así, las chicas adolescentes vemos a nuestras amigas llamar dieta a matarse de hambre, amor al maltrato machista y primera vez a que te viole tu novio.
Las chicas adolescentes nos regalamos pulseras, colgantes y juramentos para ser siempre amigas porque ya está el patriarcado para enfrentarnos como competencia.
Las chicas adolescentes vivimos haciendo equilibrios entre el demasiado y el no lo suficiente.
Y, cuando nos tambaleamos, os atrevéis a llamarnos ridículas. Porque convertir a las chicas adolescentes en el chiste del que se ríe toda la sociedad es el mejor método para criar futuras mujeres inseguras y sin confianza en sí mismas.

*mayor prevalencia de anorexia nerviosa en jóvenes de 13 a 18 años que en adultos y en mujeres que en hombres