jueves, 5 de noviembre de 2015

"El Síndrome Lolita: El fenómeno cultural del abuso de menores", Maya Mutter


Este es un artículo de Maya Mutter, publicado en Proyecto Consentimiento. Cuando lo leí, me abrió terriblemente los ojos, y no creo que yo misma sea capaz de explicar esto con semejante claridad y perspicacia. Por eso, lo he traducido y con su permiso lo publico aquí.

"En mi último año de instituto, tuve que escribir un artículo sobre algún libro de una pequeña selección. Elegí Lolita, de Vladimir Nabokov, un libro que nunca antes había leído, esperando encontrar mucho material en SparkNotes. Fui a la librería para conseguir una copia. Por detrás había una breve reseña de Vanity Fair, solo ocho palabras: “La única historia de amor convincente de nuestro siglo.” Habiendo visto sólo escenas de la película de Kubrick, que presentaban a una Sue Lyon ligera de ropa (de sólo 14 años en el momento en que se rodó) holgazaneando con gafas de sol con forma de corazón y chupando piruletas, no sabía qué pensar.
Leyendo el libro, me sentí asqueada. No con el autor—Nabokov describía a su protagonista Humbert Humbert como alguien ”despreciable, vanidoso y cruel” y condenaba sus actos—sino con las reacciones de la audiencia. ¿Cómo podía Vanity Fair haberlo entendido tan mal? Esta no era una historia de amor; esto era Go Ask Alice escrito desde el punto de vista del incitador. Era una niña de 12 años, que justo entraba en la edad de la fijación curiosa con compañeros de clase, a la que un hombre adulto asediaba y de la que se aprovechaba. Dolores Haze, bautizada “Lolita” por el protagonista, es una chica joven inmadura y egocéntrica a una edad en que debe ser inmadura y egocéntrica. Humbert se enamora de ella, y se casa con su madre sólo para acercarse a ella. En cada página se crece poéticamente sobre su cuerpo, sus pecas, el aura brillante y juvenil que la envuelve y que lo intoxica. Fantasea con hacerle el amor, luz de su vida, y con tenerla a su lado para siempre.
Excepto que, ya sabéis. Es una niña.
Después de su publicación en los cincuenta, Lolita le prendió fuego al mundo literario, y se las ha arreglado para mantenerse con nosotros hasta ahora. Pero lo que es más intrigante es la forma en que el público tomó una tragedia satírica examinando la mente de un pedófilo retorcido y la convirtió en un romance épico, responsabilizando a la joven Dolores de su propio abuso, o negando su existencia como abuso directamente. Incluso en 1959, el novelista Robinson Davies describió el tema como “no la corrupción de una niña inocente por parte de un astuto adulto, sino la explotación de un adulto débil por parte de una astuta adulta.” Lolita se convirtió en un clásico, pero su presencia cultural tomó un nuevo significado: Lolita pasó de ser la oprimida a la opresora, una araña preadolescente atrayendo a una mosca de mediana edad a su telaraña.
Sí.
En marzo, se linchó a Kat von D por sacar un pintalabios llamado “Rojo Menor de Edad” (Underage Red). Previamente se la había encontrado culpable de bautizar sus pintalabios “Rubor de Preadolescente” (Jailbait Blush) y “Rosa Pedofilia”, y aunque rápidamente se defendió con “es solo un nombre,” el mensaje permaneció: combinar el sexo con inocentes chicas menores de edad es sexy. Kat von D nunca lanzaría un producto llamado “Rojo Violencia Doméstica” o “Sienna Asalto Sexual,” porque ¿quién quiere pensar en maridos ebrios golpeando o violando a sus esposas mientras se retoca rápidamente el maquillaje? Eso no es sexy en absoluto... pero claramente, algo de la pedofilia o el abuso de menores lo es. ¿Sabías que, en Alabama, tener sexo con un menor puede proporcionarte entre 10 años y toda tu vida en prisión? Eso sí que es sexy.
Tenemos docenas de términos para estas niñas: nínfula, núbil, lolita. La industria pornográfica cada vez las quiere más y más jóvenes. La sociedad adora esos grandes ojos de cervatillo y esos labios acolchados que simbolizan la juventud e inocencia. Mujeres más mayores están cambiando para ser más atractivas sexualmente pareciendo más “juveniles”, y los hombres más mayores se lo están tragando todo. Las chicas experimentan silbidos y piropos callejeros cada vez más jóvenes, y son víctimas de acoso sexual mucho antes de que tengan la edad de descubrir su propio cuerpo. Pregúntale a cualquier mujer por las historias de infancia que tenga con hombres más mayores. Por ejemplo, cuando yo estaba en secundaria, recuerdo claramente estar bajando por mi calle en medio de un verano particularmente caluroso, con pantalones cortos y una camiseta ancha. Pasó un camión y su conductor me pitó, sobresaltándome. Esta fue la primera vez que me sucedía algo así. Cuando la usuaria de Twitter Zellieimani les preguntó a otras usuarias a qué edad notaron por primera vez que las miraban de forma sexual, la mayoría de respuestas eran antes de los 12. Una usuaria escribió, lo cual me ha perseguido hasta ahora, que un hombre adulto le había dicho que sus coletas eran “manillares” antes de que pudiera siquiera entender lo que quería decir.
La obsesión pedófila de Humbert Humbert es extrema, pero aparentemente ya no es la pesadilla psicológica que era en los cincuenta… ahora, es tendencia.
Inmersos en nuestra propia lujuria, nos olvidamos de los niños a los que estamos haciendo daño. Los niños no pueden consentir a ser usados como objetos sexuales, y no pueden consentir a que se sexualice su inocencia, tampoco. Las coletas y los uniformes de estudiante se asocian típicamente con el porno, ahora. Es hora de que empecemos a recordarle a la gente que no hay nada de normal en cosificar a los niños o a las personas infantiles. No es un vicio saludable o una peculiaridad adorable; es perpetuar la idea de que las niñas menores son sexis, y animar a los hombres adultos a que las asedien. Disfrutamos riéndonos de las mujeres adultas que ponen voz de bebé y llaman a sus novios “papi”, pero no reconocemos que hay hombres adultos que piensan que no pasa nada por ver a las chicas jóvenes como objetos sexuales. Lana del Rey es un ejemplo popular de lo que llamo “infantilización sexualizada”: su voz grave que canturrea se transforma en la de una niña burbujeante e inocente mientras canta sobre escandalosas relaciones con hombres mucho mayores, y la yuxtaposición es alarmante.
Es nuestra responsabilidad proteger a estas niñas. Tenemos que transformar cómo se las ve en los medios. Tenemos que luchar porque no se acaben avergonzando de sus propios cuerpos, culpándose de ser acosadas, siendo acosadas en primer lugar. Es saludable y natural para los niños explorar su propia sexualidad, pero es traumático que un adulto se interponga. Hace más de medio siglo, Nabokov describió a un hombre que antepuso sus propios deseos al bienestar de una niña y lo pintó como un marginado. Ahora, los deseos de Humbert han trascendido como la norma, y es a expensas de nuestras jóvenes hijas y primas y hermanas. Tenemos que extender un nuevo mensaje: tenemos que proteger a estas niñas, porque muchas de nosotras fuimos estas niñas."


lunes, 2 de noviembre de 2015

Esto es por las enfermas mentales

Esto es por las enfermas mentales.

Esto es por las que nunca, jamás marcharán en una manifestación.

Esto es por las que guardan un bote de pastillas en la mesita de noche.
Por las que dijeron no a las pastillas.
Por las que dijeron PASTILLAS, POR FAVOR.
Por las que no pueden permitirse las pastillas
Porque todavía tenemos que pagar por sobrevivir
Incluso cuando quien sostiene el cuchillo
Duerme en nuestro propio pecho.
"Anxiety Girl- destrozando el patriarcado de colapso en colapso"

Esto es por las de manos sudorosas y hombros temblorosos.
Por las que no pueden gritar por sus derechos porque se les descontrola la respiración.
Por las que lo llaman un buen día
Cuando pueden sostener la respiración.
Por las que lo llaman Renacimiento
Cuando pueden sostenerse ellas mismas.

Por las que intercambiaron secretos de la infancia
Por pintura amarilla,
Pero Freud nunca supo realmente cómo ayudar.

Esto es por las que no solo oyen voces,
Por las que tienen un coro entero en la cabeza.

Esto es por aquellas a las que nos dicen
‘el lugar de una mujer está
En la revolución’
Cuando ni siquiera podemos salir de la cama,

Por las que tienen cambios de humor y le prenderían fuego al mundo hoy
Y se tragarían las cenizas mañana por la noche.

Esto es por las que tienen amnesia y olvidan quiénes son
Aun cuando es de lo que más orgullosas están.

Esto es por las que no pueden ni leer un libro
Cómo van a formarse en una ideología entera.

Esto es por las que no pueden luchar de la mano de hombres
Porque sus voces les disparan flashbacks.

Esto es por las que no pueden beber y rechazan todas las invitaciones
Por las que no pueden beber y siguen yendo
Por las que no deberían beber
Pero se presentan borrachas, drogadas, fumadas en las concentraciones y asambleas
"No te veas a ti misma a través de sus ojos"
Porque no logran dejar de consumir.

Esto es por las que llevan con tanto orgullo las cicatrices auto-infligidas como sus banderas
Por las que se avergüenzan todavía de ambas.

Esto es por las que necesitan avisos de contenido sensible para el mero contacto humano.

Esto es por las que leen liberación sexual
Pero solo oyen: folla, folla, folla así, folla más
Cuando ellas solo quieren poder dejar de follar.

Esto es por las supervivientes de abuso sexual que parece que no son lo bastante revolucionarias por no hacer la revolución follando.
Por las que no pueden parar de follar para hacerse daño y no son “buenas víctimas”.

Esto es por las malas feministas,
Por las tontas,
Por las que no denuncian
Por las que permanecen junto a sus maltratadores.

Esto es por las que no se atreven a llamarlo acoso, abuso
O violación.

Esto es por las que convencen a sus amigas y novias de que se puede estar gorda y ser guapa
Pero se racionan la comida cuando engordan un gramo.
Por las que se hinchan a comida vegana en las cafetas
Pero no pueden acostarse sin vomitarla antes al llegar a casa.
Por las que no pueden dejar de comer
Y no parecen tener derecho a quererse mientras lo intentan.
"Lo normal no es tan normal"

Esto es por las que quieren hacerse vegetarianas o veganas
Pero tendrían que dejar de odiar la comida para empezar
Por las que quieren hacerse vegetarianas o veganas
Pero sienten que ya es bastante cruz para sus padres el tener una hija enferma.

Esto es por las que oyen que el suicidio, la medicación, la psiquiatría son de débiles
Y no pueden recordar nada que les requiriera mayor fuerza que el pedir ayuda.
Por las que se saltan manifestaciones, charlas y asambleas porque tienen terapia
Y terapia no es un capricho, terapia es sudor
Terapia es supervivencia.

Esto es por las que no armarán jamás una barricada capaz de parar el diluvio universal que lloran cada día.
Por las que lloran en público.
Por las que sollozan en las charlas.
Por las que berrean en las concentraciones.

Esto es por las que se saben todo el abecedario del consentimiento
Pero nunca logran articular un “no”.
Por las que se quedan paralizadas de miedo ante una agresión y no pueden nunca ayudar a la víctima,
Sobre todo cuando las víctimas son ellas mismas.
Por las que no pueden soñar con hacer suya la noche
Cuando todavía no es suyo ni su cuerpo.

Esto es por las que no saben distinguir entre el miedo inculcado al violador y sus trastornos paranoides.

Esto es por las que no saben distinguir entre sus paranoias y las microagresiones.

Esto es por las que quieren soñar con un futuro distinto pero están demasiado ocupadas teniendo alucinaciones.

Esto es por las que oyen que hay que acabar con la monogamia y tienen impulsos suicidas ya sólo de que sus amigas hablen con otras chicas.
"El dolor te cambiará pero no tiene por qué definirte"

Esto es por las que ven listados sus síntomas en todas las listas de símbolos de maltrato
Por las que temen ser inherentemente tóxicas.

Esto es por las que quieren reventar el sistema y tienen miedo de los ruidos fuertes.

Esto es por las que imparten charlas entre repeticiones obsesivas y compulsiones manuales
Por aquellas a las que nunca dejarán impartir charlas por estos mismos motivos.

Esto es por las esquizofrénicas que ven su enfermedad convertida en una estética “antisistema”.

Esto es por las locas controladas que oyen hablar de ese “loco” controlador
Por las psicópatas maltratadas cuya enfermedad es un insulto intercambiable por “maltratador”.

Por las supervivientes que buscan espacios arco iris y sólo encuentran fiestas y conversaciones alrededor del sexo.
Por las supervivientes a las que nadie cree porque las agredió su pareja del mismo sexo
Por las supervivientes que tienen que verse cara a cara con sus agresores y maltratadores en espacios “liberados”.

Esto es por las que sufren abusos incluso sexuales a manos a manos de amigos, parejas y psiquiatras y se amplifica la tragedia de que, por locas, nadie las cree.

Esto es por las que quieren que el poder sea para la gente
Pero no son capaces de rodearse de esa misma gente.

Esto es por las que sufren maltrato
Pero nadie lo llama así porque es "sólo" psicológico
Aun cuando esos son los golpes que peores cicatrices dejan.

Esto es por las que no son maltratadas por sus parejas ni sus familias
Pero nadie parece entender que un amigo también puede ser mucho más que tóxico.

Esto es por las que quieren cambiar la realidad
Pero no distinguen bien dónde acaba esta
Y donde empieza su enfermedad.

Esto es por las que quieren despertar a los alienados
Y a veces se preguntan si no será porque ellas ya nunca consiguen dormir.

Esto es por las que no permiten que las defina su reflejo en ningún espejo
Pero hace mucho que no son capaces de mirarse en ellos.

Esto es por las que no se reconocen en los espejos.

Esto es por las que se muerden las uñas, se arrancan la piel, se estiran del pelo
Por las que llevan las marcas de lo mental grabadas físicamente en el cuerpo.
"Cuando la herida no se cure, lleva con orgullo tu dolor"

Esto es por las que se hacen daño sin necesidad del filo de una cuchilla
Por las que usan el fuego, la boca, los puños
Por las que no necesitan echar mano de lo físico para hacerse sangrar.


Esto es por las autistas que no encuentran ni un solo manual de relaciones sanas, de sexo con consentimiento
Que incluya sus formas de comunicación.

Esto es por las que huelen mal, por las del pelo graso, por las del aliento con olor a dientes sin cepillar durante días
Por las que no se pueden ni duchar.

Esto es por las que saben que se ha esterilizado a la fuerza a mujeres por ser como ellas
Y aun así su lucha como enfermas mentales es “de segundas”.

Esto es por las que luchan a través de Internet
Porque todavía no pueden hacerlo en la calle.

Esto es por las que nunca podrán salir a la calle.

Esto es por todas nosotras, porque lo somos todo: no sólo válidas sino valiosas, tan importantes, vitales y cruciales como la más cuerda y la más sana. Porque esta también es nuestra lucha, y doblemente, porque además de ser mujeres estamos enfermas y eso les ha ayudado a mandarnos callar tanto desde fuera como desde dentro.

Pero venimos cargadas de palabras, y a las locas se nos da muy bien gritar.

jueves, 29 de octubre de 2015

"El embarazo y la salud mental: Cómo un psiquiatra me dijo que no debería tener hijos", Marisa Lancione

Esta es la segunda traducción que cuelgo en el blog y se trata de un artículo muy importante para mí. Como enferma mental y lesbiana, no necesito que nadie me explique que ser mujer duplica cualquier estigma que una arrastre y todavía no tengo la edad como para enfrentarme a este problema, pero que esto esté pasando y haya pasado en nuestra sociedad me avergüenza, me indigna y me preocupa. Por eso, he traducido (con su permiso) un artículo muy cercano e ilustrativo de Marisa Lancione, una mujer bipolar que escribe sobre sus vivencias y su enfermedad en su web: madgirlslament.com. Espero que aprendáis de ella tanto como yo.

"Cuando participé en un programa de pacientes hospitalizados, conocí a una mujer cuya familia hizo que un médico le practicara una histerectomía completa cuando tenía dieciocho años (entonces ya tenía más de cincuenta) a causa de su trastorno bipolar. Tanto su familia como su médico creían que no estaría en condiciones para ser madre y no querían arriesgarse a que tuviera un hijo que también pudiera desarrollar el trastorno. Me aterrorizó esta historia. Esta mujer no sólo había sobrellevado una enfermedad mental debilitante, sino que había tenido que sobrellevarla cuando la esterilización forzada era una realidad para aquellos internados en hospitales psiquiátricos.
Avanzamos hasta 2012, y se forzó a una mujer con trastorno bipolar y esquizofrenia de Massachusetts a abortar y sufrir una esterilización. En 2013, el gobierno del Reino Unido le retiró su bebé a la fuerza por cesárea a una mujer nacida en Italia y lo entregó a los servicios sociales a causa de la enfermedad mental de la madre.
Como mujer casada que todavía está decidiendo si quiere o no tener hijos, el estigma del embarazo, la maternidad, y la salud mental es preocupante. Pero hasta hace dos años, estas eran sólo historias que había escuchado o sobre las que había leído. Entonces pasé por mi propia experiencia, aunque en mucha menor medida, traumática.
Estábamos en diciembre (lo recuerdo porque era mi cumpleaños) y tenía una consulta con un nuevo psiquiatra. Como dije en una entrada previa, nunca he conocido a un psiquiatra que me haya gustado y estaba segura de que este iba a ser sólo otro nombre en mi lista. Nunca pensé que iba a ser probablemente una de las peores visitas psiquiátricas de mi vida.

Sentada en la sala de espera, sabía quién me estaba esperando. Iba a ser, indudablemente, un hombre (siempre son hombres). Iba a llevar gafas (siempre llevan gafas). Iba a estar ligeramente despeinado (siempre están despeinados). Iba a hacerme preguntas sobre mi historia por las que me siento culpable y avergonzada. Yo iba a llorar. Me iba a preguntar por qué y yo iba a intentar explicarme incoherentemente a través de las lágrimas. Iba a ser horrible, pero después se habría acabado.
Te estarás preguntando, ¿por qué es una evaluación psiquiátrica tan terrible? Es porque no es simplemente un médico echándole un vistazo al lunar de tu hombro. Estás compartiendo tus experiencias más personales y, muy a menudo, las más vergonzosas.

Imagina el momento más vergonzoso de tu vida entera. Quizás fue aquella vez que te tiraste un pedo durante tu presentación de sexto curso o aquel día en décimo que fuiste por ahí con la camisa metida por dentro de las medias TODO EL DÍA. Sea lo que sea, imagina ese momento y recuerda el miedo a que te juzgaran, la vergüenza, y la shame que sentiste. Ahora imagínate volver a contarle cada momento mortificante a un extraño en el bus.
Y no solo le estás volviendo a contar la historia a una audiencia pasiva, quien te escucha está haciendo preguntas. ¿A qué olía el pedo? ¿Qué habías comido ese día? ¿Alguna vez te habías tirado un pedo en público antes? ¿Tiene tu familia un historial de tirarse pedos en público?
Estas preguntas te hacen revivir no sólo el momento vergonzoso en sí mismo, sino todos los momentos que te llevaron a aquel incidente. Ahora te arrepientes de haber tomado judías en la comida porque deberías haberlo sabido. Tu familia siempre ha murmurado sobre el accidente de tu Tío Frank en 1965.

Y mientras hace las preguntas y tú contestas, toma notas. Inacabables notas. Intentas echar un vistazo por encima de su portapapeles para ver qué está garabateando, pero no puedes verlo. Lo sujeta contra su pecho. Y de estas notas salen archivos – archivos de los que nunca estás al tanto – incluso cuando lo solicitas (creedme, lo he preguntado).

Cuando por fin me llamó, le seguí al interior de la oficina que ahora parecía claustrofóbica con nosotros dos dentro. Rápidamente me lancé de lleno a por los detalles sangrientos de mi enfermedad. (Es como arrancar una venda – hazlo rápido y el dolor dura solo un segundo).
Nos sentamos silenciosamente por un momento mientras revuelvo en mi cartera buscando un pañuelo (¡no es una visita al psiquiatra sin algo de lágrimas!). Justo cuando encuentro un pañuelo errante, inhala y me pregunta, “¿Estás pensando en quedarte embarazada?”
Hago una pausa, momentáneamente pasmada ante la pregunta. Había visto a muchos psiquiatras, pero ninguno me había preguntado esto antes. Un momento después, contesto. “No próximamente.”
“Sabes que es peligroso quedarte embarazada mientras estás con esta medicación,” me contesta, ignorando mi respuesta mientras toma más notas en su portapapeles.
“Sí, conozco el riesgo que supone.” Arqueo la espalda, me siento a la defensiva. “Pero no pienso en quedarme embarazada pronto.”
“Bien, porque es peligroso y no solo para ti. No conocemos los riesgos del uso de medicación en el feto. Podría causar defectos de nacimiento y otros asuntos. No es al 100% pero sigue habiendo un riesgo. Necesitas saber todo esto antes de quedarte embarazada.”

“Sí, he hablado de ello con mi médico antes. Pero dado que no planeo quedarme embarazada próximamente, resolvimos que podíamos revisitar el asunto cuando estuviera pensando en ello. Ni siquiera sé si quiero tener hijos, de todas formas.”
Me mira desde abajo, inclina la cabeza a un lado y se ajusta las gafas antes de volver a bajar la mirada, a su portapapeles. “Sabes que tu trastorno es genético.”
Asiento, sintiendo cómo enrojecen mis mejillas. Interpreta mi silencio como que no lo entiendo (he olvidado mencionar que los psiquiatras también son siempre condescendientes).
“Eso quiere decir que se hereda,” habla despacio, enfatizando cada sílaba, “de la familia…”

“Sé lo que significa genético,” escupo entre dientes. No hay nada peor que la gente piense que eres estúpida.

“Así que sabes que hay una posibilidad de que tu hijo sea como tú.”

Le miro fijamente espantada, decaída ante las palabras que salen por su boca. ¡Aparentemente piensa que soy algún tipo de monstruo que no debería procrear! ¿Sería tan terrible que tuviera un hijo y tuviera trastorno bipolar? No le desearía mi enfermedad a mi hijo, pero mi vida no es horrible. Y me imagino que si mi hijo sí tuviera una enfermedad mental, yo tendría las herramientas para ayudarle a lidiar con ella.
De repente intenté imaginar mi vida sin hijos. Lo que una vez había parecido una elección, ahora parecía que era algo que me estaban quitando a la fuerza. Cualquiera que me conozca sabe que odio que me digan lo que hacer y este médico estaba sugiriendo que no debería tener hijos.
Por primera vez en mi vida, quería hijos desesperadamente. Quería un montón de hijos. Quería criarlos para que fueran saludables y felices y entonces quería empujar sus bellas caras de querubín sobre él como prueba, ¡ves, están bien! ¡Puedo ser madre!
Estaba tan enfadada, y dolida, y completamente estupefacta ante sus implicaciones que ni siquiera recuerdo cómo acabó la cita. Todo lo que recuerdo es abandonar el hospital con lágrimas corriéndome por la cara, pensando, es mi cumpleaños. Me ha arruinado el cumpleaños.
Han pasado dos años desde aquella cita y he compartido esta historia repetidas veces para ilustrar el estigma y el temor penetrantes que existen hacia aquellos con una enfermedad mental. Mi experiencia no es de ningún modo tan traumática como la de alguien a quien se le practicó una histerectomía forzada o un aborto forzado por conspiración de la familia, los amigos, y los médicos. Pero os cuento esta historia para ilustrar mi argumento de que los profesionales médicos son todavía profundamente ignorantes cuando llega el momento de discutir la enfermedad mental y la posibilidad de ser padres. Estos comentarios venían de un hombre que estaba supuestamente formado en este campo. Este es un hombre que trata a una población vulnerable. Este es un hombre que está usando su autoridad para extender el temor y la desinformación.
Aunque mi marido y yo todavía no hemos decidido si y/o cuando tendremos hijos, todavía queda un rastro del dolor y el enfado de este encuentro. Algunos días, cuando veo a mis amigos con sus hijos, pienso “Yo podría hacer eso. Yo podría ser madre un día.” Y entonces oigo su voz, “pero podrían salir como tú…”


lunes, 26 de octubre de 2015

La sociedad y las chicas adolescentes

Las chicas adolescentes somos el chiste del que se ríe la sociedad entera: por nuestros gustos, nuestros problemas, nuestras jergas.

Pensadlo por un momento: se puede ser “muy pava” pero no “muy pavo”, te comportas “como una quinceañera” pero no “como un quinceañero”, chillas como una niña pero no gritas como un niño… el término “mojabragas”, que tanto se utiliza entre los jóvenes últimamente, habla por sí solo. Parecer una chica ya es vergonzoso en nuestra sociedad, pero parecer una chica entre los doce y los diecinueve lo es todavía más.
Y es que ¿qué hacen las chicas adolescentes, que tan vergonzoso es? Son fans de cantantes y actores “comerciales”, se compran posters, escriben fanfiction y chillan en los conciertos y los estrenos. Son enamoradizas. Siguen las modas. Suspiran por sus ídolos, sucumben a las hormonas y, en definitiva, están en la edad.

Sin embargo, los chicos adolescentes también están en la edad y yo no veo a nadie recordárselo tan a menudo. Los chicos adolescentes, de hecho, presentan mayores índices de consumo de alcohol a diario (ellas, sin embargo, toman más psicofármacos); y son más proclives al uso de la violencia. Los chicos adolescentes son, también, más homófobos y misóginos; son menos tolerantes y pacíficos. Este es un patrón que se repite en hombres y mujeres adultas, pero yo considero que en la adolescencia se da el mayor brote de reacciones hormonales por parte de los chicos y sin embargo es más vergonzoso cotillear con tus amigas (como una maruja) que pegarte con tus amigos.

Sigamos analizando las diferencias de comportamiento entre chicos y chicas, en la adolescencia. Las chicas adolescentes sacan mejores notas (y sin embargo tienen menos confianza en sí mismas que ellos), son más proclives a realizar cualquier tipo de voluntariado y además ayudan más en casa. También leen más y es que, al parecer, las chicas adolescentes hacen algo más que suspirar por ídolos inalcanzables entre los posters de su habitación.

Pero la verdadera pregunta aquí es ¿acaso los chicos adolescentes no tienen ídolos? ¿Acaso los chicos adolescentes no necesitan, en una edad tan difícil de maduración de la personalidad, grandes iconos a los que admirar e imitar? Por supuesto que sí. Los chicos adolescentes admiran a cantantes, futbolistas, motoristas y otros deportistas (generalizando, sí, porque esta es una comparación de estereotipos; desde luego que existen chicos adolescentes que idolatran a escritores y directores de cine). Pero no los adoran.
Porque los chicos adolescentes quieren ser sus ídolos, mientras que las chicas adolescentes quieren conquistar a sus ídolos. Los chicos adolescentes sueñan con ser futuras estrellas; las chicas adolescentes sueñan con enamorar a sus estrellas. Las chicas adolescentes idolatran a hombres, pero los chicos adolescentes no idolatran a su vez a mujeres. Los chicos adolescentes aprenden de sus ídolos en quién se quieren convertir; las chicas adolescentes aprenden de sus ídolos lo que las chicas adolescentes llevan siglos aprendiendo: de quién quieren ser.

Y esto nos lleva a otra pregunta: ¿por qué necesitan las chicas adolescentes a sus ídolos, por qué con esta desesperación que las lleva, desde a dedicar una parte importante de su vida a desconocidos, hasta a extremos como el #cutforzayn (en que se autolesionaban y subían fotos a las redes sociales por su ídolo)? La respuesta, para mí, está en lo que son: chicas y adolescentes. La adolescencia es una etapa, de por sí, de crecimiento, cambios y complicaciones; pero ser chica complica indudablemente esta misma etapa.

Y es que, cuando las niñas entran en la adolescencia, son arrojadas a un lodazal de misoginia. Se impone el dictatorial canon de belleza. Se entra en el mundo del sexo y de las relaciones amorosas. Es, en definitiva, una preparación para todo lo que implica ser mujer en una sociedad patriarcal como es esta.
Porque lo que espera a las niñas más allá de las cuatro paredes de su habitación empapelada de posters es un mundo inhóspito que se vuelve contra ellas cada vez más al crecer. Y nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos, como si los chicos de carne y hueso que están a su alcance fueran mucho mejores.

Nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos pero la otra opción es, muchas veces, un joven mayor dispuesto a aprovecharse de ellas (todas hemos tenido amigas, o hemos sido esas amigas, que a los 13 años se estrenaban en las relaciones y a menudo también en el sexo de la mano de un chico de 17). Nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos pero la otra opción es, muchas veces, un chico de su edad a años luz de madurez porque no ha crecido con miedo ni le han enseñado a reprimir sus impulsos como a ellas.
Nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos pero la otra opción es, muchas veces, un novio machista y controlador que las aparta de sus amigas. Nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos pero la otra opción es, muchas veces, un chico que compara sus cuerpos desnudos con el de la última porno.
Nos reímos de las chicas adolescentes por soñar con famosos pero la otra opción es, muchas veces, iniciarse en el sexo bajo presión y jugando con el consentimiento.

Nos reímos de las chicas adolescentes cuando, en definitiva, lo que deberíamos hacer es avergonzarnos de lo desprotegidas que las dejamos. Porque no son sólo los novios. En la adolescencia termina de viciarse la relación femenina con la comida; en la adolescencia despuntan la mayoría de trastornos alimenticios*, empieza la competición por la delgadez, por ocupar el mínimo espacio posible en un mundo que se ríe de ti cada vez que eres algo más que invisible.

Y el mismo canon de belleza que nos roba la comida nos condena a ser mujeres plenas antes de tiempo y permanecer, al mismo tiempo, niñas. A tener pecho, caderas y culo de adulta pero la ausencia de vello, granos y estrías de una niña. A ser perfecta pero parecer natural.
A probar el sexo para no ser una estrecha pero mantenerte virgen para no ser una zorra. Porque, como leí una vez, si follas muchas veces con la misma persona no eres promiscua pero si lo haces con chicos distintos sí.
Así, las chicas adolescentes vemos a nuestras amigas llamar dieta a matarse de hambre, amor al maltrato machista y primera vez a que te viole tu novio.
Las chicas adolescentes nos regalamos pulseras, colgantes y juramentos para ser siempre amigas porque ya está el patriarcado para enfrentarnos como competencia.
Las chicas adolescentes vivimos haciendo equilibrios entre el demasiado y el no lo suficiente.
Y, cuando nos tambaleamos, os atrevéis a llamarnos ridículas. Porque convertir a las chicas adolescentes en el chiste del que se ríe toda la sociedad es el mejor método para criar futuras mujeres inseguras y sin confianza en sí mismas.

*mayor prevalencia de anorexia nerviosa en jóvenes de 13 a 18 años que en adultos y en mujeres que en hombres

jueves, 22 de octubre de 2015

"Mujeres que encogen", Lily Myers

He tenido la idea de publicar periódicamente traducciones de poemas y artículos que me parezcan interesantes para el blog. Hay muchas cosas que me gustaría decir, pero que ya se han dicho (o escrito) antes, y mejor. No creo que pudiera superar este poema, de Lily Myers, sobre cómo las mujeres tenemos una "relación con la comida", sobre cómo nos callamos y sobre cómo, en definitiva, muchas mujeres (como las de su familia) vivimos encogiendo. Es un poema slam, y por eso incluyo el vídeo original y adjunto debajo mi traducción al castellano. Espero que os llegue tanto como a mí.




“Al otro lado de la mesa de la cocina, mi madre sonríe por encima del vino tinto que bebe de su vaso de medir.
Dice que no se priva,
pero he aprendido a encontrar el matiz en cada movimiento de su tenedor.
En cada arruga de su ceja al ofrecerme los pedazos que no se ha comido de su plato.
Me he dado cuenta de que solo cena cuando yo lo sugiero.
Me pregunto qué hace cuando no estoy ahí para hacerlo.
Quizás es por esto que mi casa parece más grande cada vez que vuelvo; es proporcional.
Al encogerse, el espacio a su alrededor parece cada vez más vasto.
Ella mengua mientras mi padre se expande. Su estómago se ha vuelto redondo del vino, las noches tardías, las ostras, la poesía. Una nueva novia que tenía sobrepeso de adolescente, pero mi padre me informa de que ahora está “loca por la fruta”.
Fue igual con sus padres;
mientras mi abuela se volvía delicada y angular su marido aumentaba hasta unas mejillas redondas y rojas, un estómago redondo
y me pregunto si mi linaje es uno de mujeres que encogen
haciendo espacio para la entrada de los hombres en sus vidas
sin saber cómo rellenarlo de nuevo una vez se marchan.
Me han enseñado a acomodar.
Mi hermano nunca piensa antes de hablar.
A mí me han enseñado a filtrar.
“¿Cómo puede alguien tener una relación con la comida?” Me pregunta, riendo, mientras como la sopa de judías negras que he elegido por su falta de calorías.
Yo quiero decirle: venimos de lugares diferentes, Jonas, 
a ti te han enseñado a crecer hacia fuera
a mí me han enseñado a crecer hacia dentro
tú aprendiste de nuestro padre cómo emitir, cómo producir, a que cada pensamiento ruede de tu lengua con confianza, solías quedarte sin voz una semana cualquiera de tanto gritar
Yo aprendí a absorber
Tomé lecciones de nuestra madre de crear espacio a nuestro alrededor
aprendí a leer los nudos de su frente mientras los chicos salían a comer ostras
y nunca pretendí replicarla, pero
pasa el tiempo suficiente sentada enfrente de alguien y adquieres sus hábitos
Es por eso que las mujeres de mi familia han estado encogiendo durante décadas.
Todas nosotras lo aprendimos de las otras, de la forma en que cada generación enseñó a la siguiente cómo tejer
entretejiendo silencio entre los hilos
que todavía puedo sentir al andar por esta casa que siempre crece,
la piel picándome,
adquiriendo todos los hábitos que mi madre ha dejado caer inconscientemente como pedacitos de papel arrugado de su bolsillo en sus incontables excursiones del dormitorio a la cocina al dormitorio otra vez, 
Noches que la oigo deslizarse a comer yogur solo en la oscuridad, una fugitiva robando calorías a las que no siente que tenga derecho.
Decidiendo cuántos mordiscos son demasiados
Cuánto espacio se merece ocupar.
Observando la lucha o bien la imito o bien la odio,
Y ya no quiero hacer ninguna de las dos cosas
pero la carga de esta casa me ha seguido a través del país
he hecho cinco preguntas en clase de genética hoy y todas empezaban por la palabra “perdón”.
No conozco los requerimientos para la carrera de sociología porque me pasé la reunión entera decidiendo si podía o no comerme otro trozo de pizza
una obsesión circular que nunca quise pero
La herencia es accidental
todavía mirándome con los labios manchados de vino desde el otro lado de la mesa.”


martes, 20 de octubre de 2015

Manifiesto de Amor a las Tetas

Para mí, el feminismo es, en gran medida, una reclamación. Una re-apropiación. El feminismo, más allá de exigir lo que merecemos, es recuperar lo que (en el fondo) siempre ha sido nuestro.

La cultura. El sexo. La infancia. La calle. La noche.

Nuestros cuerpos.

El feminismo lleva mucho tiempo revalorizando nuestros cuerpos; enseñándonos a verlos desde una nueva óptica, la óptica de la aceptación, de la diversidad, del amor propio. El feminismo lleva mucho tiempo, también, re-definiendo la belleza. Como dice Salma Hayek en una de mis frases favoritas, “La gente dice a menudo que la belleza está en los ojos del que mira, y yo digo que lo más liberador de la belleza es darte cuenta de que tú eres la que mira”.
El feminismo reivindica la libertad de encontrar belleza y, sobre todo, validez en todo aquello que, más que de feo, se ha tachado de inválido. De indeseable. El feminismo reivindica que me quiero ocupe lo que ocupe, gorda en una sociedad que ha decidido que “gorda” es lo peor que puede ser una mujer, con curvas o sin ellas, con estrías y arrugas y cicatrices y pene (porque sí, porque las mujeres trans son mujeres). Maquillada y al natural. Operada y al natural.
Pero, en mi humilde opinión, muchas veces desde el discurso mediático body positive (vertiente feminista de amor al propio cuerpo y filosofía de vida de muchas y cada vez más de nosotras) nos olvidamos de algo. Algo que siempre está ahí, que inunda los anuncios, los paneles publicitarios, las películas, el porno, las conversaciones, el arte, la salud, la enfermedad, el amor y, en definitiva, la vida.

Las tetas. Nuestras tetas. Otra parte cualquiera del cuerpo, un carácter sexual secundario como lo son la nuez o las estrías y que sin embargo en la cultura occidental arrastra una innegable carga erótica. Carolyn Latteier, la autora de “Pechos, la perspectiva de una mujer de una obsesión americana”, escribe: “Mucha gente piensa que la fascinación por los pechos es sencillamente naturaleza humana, pero en muchas culturas los pechos ni siquiera son sexuales. Entrevisté a una joven antropóloga que trabajaba con mujeres de Mali, un país de África donde las mujeres van por ahí con los pechos descubiertos. Están siempre alimentando a sus bebés. Y cuando les dijo que en nuestra cultura, a los hombres les fascinan los pechos, hubo un instante de shock. Las mujeres se echaron a reír. Se reían con tanta fuerza, que se cayeron al suelo. Decían, ¿Quieres decir que los hombres actúan como los bebés?”

http://whennurturecalls.org/
Y la sexualización de los pechos los convierte en objetos de deseo a censurar en el espacio público, en apéndices políticamente incorrectos. Así, nos encontramos con la expulsión de una clienta de Primark por amamantar a su bebé dentro de la tienda; nos encontramos con que Instagram censura los “pezones de mujer” pero no los “de hombre”; nos encontramos con que no llevar sujetador es lo raro cuando el sujetador no es una prenda en absoluto necesaria para el cuidado del pecho.

Sally Hewett
Pero no es esto de lo que yo he venido a escribir. Yo he venido a escribir sobre cómo el canon de belleza no se olvida, por supuesto que no, de las tetas; sobre cómo hay un “canon de tetas” y, por supuesto también, miles y miles de tetas que no se ajustan a las exigencias de belleza patriarcales.
Blanca Suárez para Intimissimi
Lo demuestra la popularidad de los aumentos de pecho dentro de la cirugía plástica. Lo demuestran las técnicas para librarse de las estrías en las tetas y artículos como este, en que la autora se pregunta (no sin un deje crítico) cuál es el mejor método para exfoliar de vello su pezón. Lo demuestran los incontables modelos de sujetadores con relleno y push-up para levantar (porque aparentemente la belleza va reñida con la gravedad).

Y yo estoy convencida de que, como yo, somos cientos, miles las niñas que hemos crecido y crecen acomplejadas por sus tetas. Que crecen mirando sus tetas con desconfianza, si tienen suerte, y virulento odio si no la tienen; deseando que haya más, que haya menos, que estén más juntas, que no haya pelo, que no cuelguen y que parezcan siempre, en definitiva, tetas de anuncio. Tetas de desnudo de actriz de película. Tetas retocadas y artificiales.
Así que hoy escribo esto, para esa niñita de 13 años que se saltaba excursiones del colegio cuando íbamos a bañarnos, que se enfrentaba con angustia a las compras veraniegas de bikinis y dormía con sujetador (con relleno, por supuesto) por no notarse tan plano el pecho. Para esa niñita que no era capaz de imaginar que algún día alguien le iba a desabrochar apresuradamente otro sujetador.
Esa niñita era yo, éramos y somos muchas, y no se me olvida aunque ahora escriba esto y mire, desde arriba y con satisfacción, a estas dos compañeras que espero tener siempre conmigo. Al alcance de mis manos.

Y porque no se me olvida, escribo esto. El Manifiesto de Amor a las Tetas, sí, por ellas.

Las tetas son todas maravillosas. Intentad no escuchar a cualquier hombre (y a cualquiera en general) que opine lo contrario.

Vuestras tetas son jodidamente maravillosas. Intentad libraros de cualquier hombre (a lo de arriba me remito) que os las vea, toque, chupe, muerda y no piense lo mismo.


Vuestras tetas enanas son maravillosas. Vuestro pecho plano es maravilloso. Vuestras tetas enormes son maravillosas.


Vuestras tetas que cuelgan son maravillosas. Vuestras tetas “de gorda” son maravillosas. Vuestras tetas pequeñas son maravillosas.

Vuestras tetas pequeñas en un cuerpo que no lo es tanto (un cuerpo que no es de reloj de arena) son maravillosasVuestras tetas peludas son maravillosas.

Vuestras tetas de areola amplia son maravillosas. Vuestras tetas de pezón imperceptible son maravillosas. Vuestras tetas de pezones invertidos son maravillosas.
minuty.tumblr.com

Vuestras tetas sin sujetador son maravillosas. Vuestras tetas con push-up, foam, relleno  y aros (que no os hacen falta) son maravillosas.


Vuestras tetas vendadas son maravillosas. Vuestras tetas henchidas de leche son maravillosas. Vuestras tetas asimétricas son maravillosas.


Vuestro pecho post-quirófano es maravilloso. Vuestras tetas en crecimiento son maravillosas.


the Nutty Tarts
Vuestras tetas blandas son maravillosas. Vuestras tetas arrugadas son maravillosas. Vuestras tetas “de niña” son maravillosas.

Vuestras tetas cubiertas de cicatrices son maravillosas. Vuestras tetas tatuadas son  maravillosas.

Vuestras tetas picudas son maravillosas. Vuestras tetas con estrías son maravillosas. Vuestras tetas con granos son maravillosas.

Vuestras tetas después de tres hijos lactantes son maravillosas. Vuestras tetas negras, marrones, de cualquier color son maravillosas.

Vuestras tetas reducidas en quirófano son maravillosas. Vuestras tetas aumentadas en quirófano son maravillosas.

Vuestro pecho que no llena el sujetador es maravilloso. Vuestras tetas a las que injustamente les hacen falta sujetadores carísimos para caber son maravillosas.

Vuestras tetas de chico, de chica, y de ninguno de los dos son maravillosas.

Nuestras tetas son maravillosas. Mis tetas son maravillosas. Tus tetas son maravillosas. Sus tetas son maravillosas.

Nuestras tetas, así como la falta de ellas, son maravillosas porque son nuestras; ocupen lo que ocupen y sean cómo sean.

Nuestras tetas son maravillosas, pero no son ni de lejos lo más importante de nosotras. Lo más importante es el corazón que late debajo.