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jueves, 17 de enero de 2019

Entrevista: Elana Dykewomon, activista, escritora y profesora lesbiana

Elana Dykewomon es una activista, escritora, editora y profesora lesbiana judía estadounidense. Es autora, entre otras obras, de la novela Beyond the Pale (narrativa lesbiana varias veces premiada); así como de numerosas obras en prosa, poesía y ensayo. Se dedica, en sus propias palabras, a cambiar el mundo palabra por palabra. Aquí va la entrevista (y aquí la entrevista, también en inglés).


·Eres una activista, editora y escritora lesbiana, judía. Para muchas personas, esta elección de palabras, estas palabras hilvanadas no tienen sentido en absoluto o les parecen una contradicción, una imposibilidad. Pero no lo son ¿cómo influye el hecho de que seas judía en tu vivencia como lesbiana, y viceversa? ¿Cómo llegaste a denominarte a ti misma así; a reconciliarte contigo misma siendo ambas?

Soy judía secular, atea y espiritual, así que no tuve que pasarlo mal con las escrituras religiosas una vez me convertí en adulta (aunque mi familia de nacimiento era algo practicante en cuanto a la religión, en el sentido de deberías-saber-quiénes-son-los-tuyos del post-Holocausto). Quizás sea un poco más complicado; yo sabía que era lesbiana cuando era niña, y tenía una profunda sensación de ser una forastera entre los forasteros. Los movimientos de las mujeres y de las lesbianas me salvaron la vida. Muchas lesbianas judías se convirtieron en activistas entonces. Yo descubrí, cuando estaba escribiendo mi novela, Beyond the Pale, que las mujeres judías han sido activistas en Estados Unidos desde que estamos aquí, sobre todo en la Etapa Progresista (1890-1920). Ser judía permea mi sentido del humor, mi noción de ser diferente; no precisamente al contrario que ser lesbiana, en muchos sentidos. He escrito tanto novelas como ensayos sobre esto, y editaré una nueva antología de escritos de feministas judías como número de Sinister Wisdom, con Judith Katz, en 2019.

·Últimamente he estado leyendo sobre teología feminista; me resultó un shock tan grande descubrir que había una teología más allá de las palabras y la violencia de los hombres religiosos y de sus instituciones. ¿Qué papel crees que la teología feminista, y sobre todo la teología feminista judía, juega en nuestra comprensión de nosotras mismas como mujeres espirituales y aun así rebeldes? ¿Y cuáles son los principales retos por afrontar para las feministas espirituales y religiosas hoy en día?

Conozco a algunas feministas judías religiosas, muchas de las cuales sitúan su sentido de la espiritualidad alrededor de la presencia de mujeres, tanto dentro como fuera de las escrituras. Algunas de mis amigas creen en los textos sagrados del judaísmo, y han trabajado re-interpretando y expandiéndolos tanto como inclusivos de, como en forma de celebración de las mujeres. La poesía siempre ha sido mi faro en lo que respecta a nutrirme y encontrar un sendero espiritual; y los antiguos textos están llenos de poesía, así como de la violencia y misoginia que hemos experimentado. Los retos que las mujeres afrontamos en las instituciones religiosas son mayormente políticos, creo yo, como lo son nuestros retos en todas partes dentro de organizaciones jerárquicas. Si yo fuera la encargada de elegir “el” texto religioso, elegiría la poesía y los comentarios de lesbianas como Irena Klepfisz, Audre Lorde, Chrystos, Gloria Anzaldúa.

·Como lesbiana, muy a menudo siento que el activismo LGBTI mayoritario se centra principalmente en las experiencias masculinas de la violencia, del prejuicio y de la opresión. Hoy en día hay un mayor enfoque de las identidades y la Historia de las mujeres lesbianas, bi, trans e intersex; pero aun así siento que nunca se cubren nuestras necesidades cuando se trata de la necesidad de praxis y políticas verdaderamente transversales y centradas en las mujeres. ¿Cómo te sientes acerca de esto? ¿Cuál es tu visión en lo que respecta a la reunión de las personas LGBTI para subvertir el patriarcado y organizarnos contra su violencia, al mismo tiempo que se aboga por un separatismo lesbiano parcial e incluso total?

Esta es otra respuesta de longitud de libro. Mi propio deseo e inteligencia es bastante simple: quiero centrarme en las mujeres y en las lesbianas porque creo que nos merecemos la completa atención de cada una de cada una y de la otra. Ha sido sólo a lo largo de mi vida que la palabra “lesbiana” ha empezado a poderse decir en voz alta en lugares públicos; y aun así, en tantos. Tenemos el derecho de conocernos las unas a las otras en nuestra propia compañía; es el primer paso hacia la auto-definición.
También he llegado a apreciar y participar en trabajos de coalición, y creo que las coaliciones más fuertes son aquellas en que los participantes de la coalición provienen de comunidades de base fuertes, las conceptualicemos o no como separatistas. Sé que debemos ser conscientes de nuestros enemigos de forma interseccional (es decir, estar constantemente alerta respecto a la supremacía blanca, el colonialismo, el clasismo, el capacitismo y la misoginia). Y está claro que todas esas instituciones de la opresión existen dentro de nosotros, consciente o inconscientemente. Ser activista implica estar alerta respecto a tu propia psique, implica crecer y cambiar. Y aun así no quiero que la reacción a la opresión sea lo que define mi compromiso. Quiero trabajar por una visión de un mundo mejor.

·Eres una escritora y editora prolífica. Para mí, como para muchas otras mujeres, la cultura es un arma en sí misma, o como mínimo nos ayuda a hacer de nuestras propias experiencias de vida y nuestras relaciones un arma para combatir el patriarcado. ¿Cómo es el mundo del libro cuando hablamos de ser una mujer que escribe y edita, y sobre todo cuando eres lesbiana sin una pizca de arrepentimiento? ¿Cuál sería tu consejo para las jóvenes lesbianas como yo ahí fuera que sacamos nuestras propias palabras y nuestro propio arte ahí fuera pero seguimos asustadas e inseguras de nuestro propio poder?

El mundo del libro… depende de qué mundo del libro y en qué país. En Inglaterra, por ejemplo, las escritoras lesbianas blancas han tenido bastante éxito mayoritario. En Estados Unidos, no tanto. Pero aun así en Estados Unidos hay un buen número de editoras lesbianas; con mayor éxito en lo que respecta a la ficción de género (misterio, romántica, especulativa), pero también a la ficción “literaria”, la no ficción y la poesía. Hay una conferencia nacional anual específicamente para escritoras lesbianas (Golden Crown) y un buen número de otras regionales. Las conferencias literarias LGBT han sido, desde mi experiencia, acogedoras con la participación lesbiana. Que te publiquen cuando estás empezando es un problema; y la proliferación de plataformas en redes sociales lo hace más complicado, hace más difícil que se te oiga entre el ruido de fondo general.
Mi consejo para las jóvenes escritoras lesbianas: entrad en grupos de apoyo de escritura de otras escritoras lesbianas (u otros escritores con quienes sintáis un compañerismo). No tengáis miedo de empezar a compartir vuestras ideas e inspiración con el resto, y empezad a enviar vuestro trabajo a revistas y publicaciones que sean un reflejo de las comunidades de las que queráis ser parte. Algunas de mis amistades más maravillosas son con las escritoras lesbianas con las que “maduré” en los setenta; a menudo no estábamos en el mismo lugar al mismo tiempo, pero compartíamos el deseo de escribir abiertamente como lesbianas sobre la experiencia lesbiana (así como cualquier otra cosa que quisiéramos abordar). Jewelle Gomez, Gloria Anzaldúa, Dorothy Allison, Irena Klepfisz, Chrystos (y las escritoras que llegaron justo tras nosotras y antes de nosotras) le dieron un sentido a todo mi mundo. Así que encontrad vuestra cohort, haced vuestro trabajo, publicad tan pronto como podáis, no tengáis miedo de lo que pensáis, ni de que lo que el resto piense de vosotras. No os distraigáis con el ruido de Internet o la sensación de que no “estáis ahí fuera lo suficiente”. Escribir no es un trabajo fácil, pero si es lo que experimentáis como lo que necesitáis hacer, seguid trabajando.

·Hablando de libros ¿hubo uno que jugara un papel esencial en tu propio entendimiento de ti misma como la persona que eres hoy en día, una activista y creadora imparable?

La primera novela que leí de una lesbiana con temas “homosexuales” fue Nightwood, de Djuna Barnes; una visión inquietante y confusa de lo que pasa con la intimidad cuando se desprecia a las personas. Y después leí mucha literatura pulp, en la que las lesbianas siempre mueren o se vuelven hetero. Supongo que estas fueron formativas en el sentido de que determiné que escribiría una novela lesbiana con final feliz, y fui afortunada de publicarla con una de las primeras casas editoriales lesbianas, Daughters, Inc. en 1974. Después de eso, Zami, de Audre Lorde, y Les Guérillères, de Monique Wittig, fueron fundamentales para mi desarrollo como escritora. Oí´recitar a la gran poeta bisexual, Muriel Rukeyser, en una concentración contra la Guerra de Vietnam en 1968. Ella era la única mujer entre todos los tíos “guays”, y su determinación moral y su presencia (una emisaria de la conciencia del mundo de las mujeres) tuvieron un profundo efecto en mi capacidad de verme a mí misma como poeta y activista.

·Hoy en día, me da la impresión de que las redes sociales son para todos la principal fuente de conocimiento sobre política y sobre la sociedad, sobre nuestras propias identidades y resistencia también. Todos tendemos a organizarnos a través de las redes sociales, creamos conciencia a través de las redes sociales e incluso llamamos a la acción desde allí, también. Sin embargo, como la joven lesbiana y loca que soy, con algo de experiencia con la organización de las mujeres en un colectivo feminista local en mi ciudad en el pasado, me parece que nunca deberíamos olvidar el papel fundamental que juegan los encuentros comunitarios y el hecho de juntarse con otras mujeres que aman a mujeres para compartir nuestras experiencias, para auto-editar nuestros propios fanzines y para manifestarnos y protestar e incluso para llorar y rabiar juntas. ¿Cómo lo ves tú? ¿Es la escena política y activista muy diferente de como era cuando tú empezabas, y en qué crees que hemos mejorado y hay algo a lo que le estemos perdiendo el rastro?

Volvamos al final de mi anterior respuesta sobre Muriel Rukeyser. Es importante aparecer en persona. Internet está lleno de ruido. Sí, es mucho más factible que muchas más personas se enteren, así como ser consciente de muchas más cosas al mismo tiempo. Eso es importante. Pero dificulta la elección; somos individuos con energía limitada. Tenemos que elegir conscientemente donde queremos invertir esa energía y con quién queremos trabajar. A veces nos sobrepasa tanto la información que todo lo que Podemos hacer es firmar peticiones y ser testigos en la distancia. Es importante juntarse con otras personas y trabajar en cosas específicas. Nadie puede hacerlo todo, pero todo el mundo puede hacer algo. Tendemos a perder la noción de eso; y es una de las primeras lecciones del activismo: elige proyectos que puedas completar y sentirte orgulloso de haber participado en ellos.

·Por último, tengo curiosidad sobre tus próximos proyectos y libros. ¿Podrías hablarnos de alguna cosa en la que estés trabajando? Y ¿cuál es la frase o el mantra con la que te quedas cuando hablamos de resistencia lesbiana?

Actualmente estoy trabajando en una obra de teatro sobre los dilemas morales que confrontamos cuando nuestras personas cercanas (parejas, progenitores, hermanos, amigos) nos piden que les ayudemos a morir. Mi esposa, Susan, desarrolló demencia y un trastorno convulsivo el año vigésimo quinto que llevábamos juntas; y murió el vigésimo séptimo. La obra se inspira en mi experiencia con ella, y la experiencia de buscar consejo de muchas otras mujeres que han lidiado en sus propias relaciones con el derecho a morir. También voy a editar un número de Sinister Wisdom con Judith Katz sobre lesbianas judías el año próximo. Esos son mis dos proyectos principales; también tengo un par de libros de poemas en el ordenador, esperando a que los organice.
¿Un mantra? Llevo atascada en esta pregunta semanas. Porque no es una simple frase; es toda una vida de gestos e interacciones. Es Gloria Anzaldúa sentada en el suelo de su casa de Santa Cruz conmigo, dibujando una imagen del dios azteca que fue enterrado en trozos desmembrados y renació de nuevo entero, para ilustrar el reto que nosotras, como escritoras lesbianas, afrontábamos. Es mi compañera, Susan, después de que Lucy Jane Bledsoe viniera a casa la semana que Susan murió, y nos ofreciera una lectura privada; alzando los brazos de felicidad, diciendo “¡Tantas lesbianas!”. Es mi primera amante, de cuando teníamos 17 años, viniendo al funeral de mi madre sin que hiciera falta que yo se lo pidiera. Es el placer de ir al estreno fuera de Broadway de la obra de Jewelle Gomez, Waiting for Giovanni. Es mi amistad de 40 años con Dolphin, que pasa la mayoría de las noches de viernes conmigo desde que Susan murió. Son todas las conexiones; una letanía de escritoras lesbianas y amigas con las que he tenido el privilegio de conversar, y la profundidad de la amabilidad que nos hemos demostrado las unas a las otras. Ninguna frase sola lo abarca. Pero mantengamos siempre las banderas de la amistad y de la amabilidad a la vista.

lunes, 22 de octubre de 2018

Entrevista: Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz, antropólogo, activista y autor de Bifobia

Os traigo una entrevista con Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz. Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz (Madrid, 1991) está terminando un doctorado en antropología por la Universidad Autónoma de Madrid, centrándose en la promoción turística, el Orgullo LGTBI y la ciudad de Madrid. Es el autor de Bifobia (Egales, 2017), el primer libro sobre la bisexualidad en el activismo LGTBI español. Ha publicado en diferentes formatos y contextos académicos y periodísticos, habiendo impartido también conferencias sobre la intersección de los estudios urbanos y de la diversidad sexual y de género. Activista LGTBI, como miembro de la madrileña asociación Arcópoli, ha estado igualmente vinculado a la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB).


·Eres activista LGTB, luchando desde Madrid por una sociedad libre de LGTBIfobia. ¿Cómo empezaste a moverte en el mundo del activismo, qué te llevó a decidir definitivamente dedicar al menos una parte de tu vida a luchar por una sociedad mejor? Y ¿cuáles son para ti los mayores retos a afrontar por las organizaciones y colectivos LGTBI en la actualidad?

Antes de participar en la asociación Arcópoli estuve varios años militando en Juventudes Socialistas de Madrid y, tras dejarlo, pensé durante meses en volver a militar en alguna organización, dedicando tiempo a algo más que los estudios o el trabajo. En los cuatro años que llevo en Arcópoli los grandes desafíos han ido cambiando, y creo que ahora mismo la mayor barrera es la sociocultural y no la legal: tenemos leyes en gran parte de las Comunidades Autónomas, y lo que queda es que vayamos todos, todas y todes aceptando no solo las leyes sino los principios que hay detrás.


·También eres antropólogo, e investigas el cruce de la diversidad sexual y de género con los estudios urbanos y turísticos. En lo que respecta al fenómeno de que el auge turístico de una ciudad vaya de la mano de la promoción del ambiente LGTBI, y sobre todo G, hay voces a favor y voces en contra; se debate sobre la inclusión y la participación de la ciudadanía, pero también sobre los posibles efectos negativos, como las consecuencias sobre los barrios pobres y los colectivos marginados que comporta la gentrificación. ¿Qué puedes contarnos tú sobre este fenómeno desde una perspectiva más profesional, cuál es tu punto de vista? ¿Por qué se caracteriza, en concreto, el caso madrileño con el Orgullo LGTBI, el Barrio de Chueca…?

El turismo LGTBI —sí, de hecho sobre todo G— lleva unas pocas décadas siendo investigado por cada vez más disciplinas académicas, y gran parte de los estudios o bien no entran en juicios de valor o en visiones dicotómicas, o bien comparan los efectos positivos y negativos de estas formas de turismo, que han de ser en todo momentos descritas en plural. La gentrificación y la turistificación, vayan de la mano o no, son procesos en los que debemos o podemos pensar al hacer turismo, y para las personas LGTBI no es una excepción: al elegir nuestros destinos turísticos, dónde y qué consumir, o qué hacer, estamos incidiendo de formas variadas en nuestros lugares de origen y de destino, que pueden verse como una red. Algunos eventos como la sección LGBT de FITUR, la feria internacional de turismo de Madrid, nos muestran cómo de conectados y comparados están los diferentes destinos y las prácticas turísticas LGTBI. También nos muestran que este segmento no está libre de las inercias del turismo en general: o bien podemos optar por viajes totalmente organizados, distribuidos de forma masiva, o bien podemos buscar un viaje individualizado, o bien podemos caer en la infinita variedad entre los dos extremos. Chueca tiene un papel importante en cualquier caso: puede ser una visita inexcusable para el turismo LGTBI más previsible en Madrid o en el Estado español o, buscando una experiencia menos masificada, puede ser precisamente un punto a evitar. En todo caso, Chueca tiene, como otros barrios similares, características que ayudan a que sea popular para el turismo: una ciudad bien conectada con medios de transporte; una presencia importante en productos culturales como películas, series o novelas; un evento anual que la lleva a pantallas y a redes sociales, etc.


·Ahora, hablemos de tu libro. Eres autor de Bifobia (Egales, 2017), el primer libro publicado sobre la bisexualidad en el activismo LGTBI español. ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro, y qué ha caracterizado el proceso de escritura y, sobre todo, de investigación que ha llevado a que este se materialice? ¿Qué es, para ti, lo más importante que has aprendido gracias a escribirlo?

Bifobia nació desde la asociación Arcópoli. Yo ya tenía la intención de participar como socio en los actos del Año de la Visibilidad Bisexual en la Diversidad, un año temático convocado por la FELGTB, Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales. Pensé en aportar algo más, desde la antropología, y me fijé en la escasa o nula producción académica y de divulgación sobre la cuestión en el Estado español, y pensé, de forma totalmente pragmática, que era un buen nicho que aprovechar y ocupar. Desde esa decisión fueron meses de búsqueda bibliográfica y, sobre todo, de entrevistas y de observación participante con activistas bisexuales en Arcópoli. Ambas técnicas son las más típicas del trabajo de campo etnográfico y de la antropología, y en este caso supusieron ir acompañando a los y las activistas durante los actos de todo el Año Bisexual, entrevistándoles cada cierto tiempo. Fue un proceso apasionante y divertido, aunque con momentos duros, al encontrar formas de bifobia en las que yo había caído en el pasado —soy un aliado monosexual—, incluso entre personas activistas muy politizadas.


·El título del libro, Bifobia, deja bien claro que las personas bis sufren en esta sociedad patriarcal una violencia y una discriminación por ser quienes son, por existir fuera de la norma heterosexual y de la obligatoriedad de la elección “de un sexo u otro, de un género u otro”. Me interesa especialmente saber sobre la fundamentación de este prejuicio tan antiguo pero tan en auge todavía sobre las personas bis, sobre su identidad y sus elecciones de vida: ¿qué relación hay entre el patriarcado que rige nuestras vidas en esta sociedad y la susodicha bifobia?

La bifobia, al igual que la homofobia y la transfobia, puede rastrearse hasta una raíz: el patriarcado o el sexismo. Como sistema de clasificación y de distribución de recursos —como la visibilidad—, el sexismo marca claramente un binarismo que las bisexualidades se cargan. Puede verse ahí la relación, aunque puede argumentarse también que lo binario tiene un papel fundamental en gran parte de las culturas y sociedades del mundo. Puede verse la analogía con la represión de las personas, al margen de su orientación sexual, por resistirse a satisfacer las expectativas del sistema patriarcal.


·Al respecto de la bifobia, en la presentación de tu libro a la que tuve el placer de asistir, nos explicabas que es muy difícil encontrar estadísticas que reflejen los índices de agresiones, de violencia física sufrida con motivo de ser bis. ¿Qué tipo de violencia es, desde tu punto de vista como investigador, la que más repercute en las vidas de las personas bis? En la misma presentación, una mujer comentaba que no hay que olvidar los altísimos índices de abusos sexuales sufridos por las mujeres bis. ¿Pudiste investigar y entender mejor esta epidemia de violencia sexual mediante la investigación para tu libro?

Diversos estudios, incluyendo la investigación que hay detrás de Bifobia, afirman que la invisibilidad y los estereotipos son las formas más comunes de violencia que sufren las personas no monosexuales. La combinación no deja de ser paradójica: se junta una escasa visibilidad de las personas bisexuales con un conocimiento de estas basado en estereotipos y mitos. Estas formas de violencia pueden parecer menores, al compararlas con agresiones físicas motivadas por la homofobia y la transfobia, pero estudios cuantitativos hablan de graves efectos de la bifofia y del monosexismo, sobre todo en cuanto a salud mental. Al investigar un contexto activista y con un grupo reducido de personas no monosexuales tuve pocas ocasiones para encontrarme con violencia más allá de la simbólica, por lo que solo pude encontrar información sobre abusos sexuales en la literatura académica. El cruce del monosexismo con el sexismo, o de la bisexualidad con el género, está por suerte ampliamente estudiado, de formas cuantitativas y cualitativas.


·A menudo, conversando y debatiendo con compañeros y amigos bis, me cuentan cómo algunos de los peores casos de bifobia los han sufrido por parte de gais y lesbianas de su entorno, de los movimientos incluso. ¿Has podido investigar esta violencia interna mientras escribías Bifobia? ¿Qué sucede con el movimiento contra la LGTBIfobia que tan a menudo caemos, nosotros mismos, en bifobia?

Al estudiar la bifobia en un contexto activista LGTB la violencia más presente fue, precisamente, por parte de gais y de lesbianas. Las reuniones, la preparación de actos o incluso las fiestas fueron escenarios diversos en los que pude conocer una bifobia por parte de compañeros que yo también reproduje antes de concienciarme —asumiendo que siempre es un trabajo en proceso—. Una primera explicación de esta fuente de violencia, por parte de compañeros y compañeras, está en la educación: nos hemos criado en el mismo sistema, y, salvo que nos vayamos politizando y concienciando, vamos reproduciendo las mismas formas de opresión, aunque sean incoherentes con nuestros objetivos personales o colectivos. Por otra parte están los factores específicos. Investigadoras como Amanda Udis-Kessler o Paula Rust han estudiado la bifobia en contextos activistas, señalando cómo las personas LG podemos reproducir el monosexismo por intereses personales, políticos, así como por entender las reivindicaciones bisexuales como un agravio comparativo o como una incompatibilidad con las trayectorias personales de activistas.


·Por último, no puedo dejar de preguntarte desde mi propia resistencia como lesbiana y, también, desde la esperanza: a través de la escritura de tu libro y de tu trayectoria como activista del movimiento LGTBI ¿cuál es tu perspectiva de los logros y retos para el colectivo, cómo definirías todo lo que vamos consiguiendo a día de hoy y, por supuesto, todo lo que nos queda por conseguir?

Los meses desde la publicación del libro y sus presentaciones me han ayudado a conocer a muchas personas, así como la situación del activismo y de la política en varias ciudades y comunidades autónomas. Me han animado a pensar que vamos mejorando, y que gracias a las leyes, las redes sociales y la educación, podemos encontrar personas LGTBI cada vez más concienciadas en cualquier parte del Estado español —y no solo en las grandes ciudades, o donde están las asociaciones más visibles—. Las agresiones físicas y simbólicas o el desajuste entre los discursos y vocabularios de los diferentes activismos y del resto de la sociedad me parecen retos importantes para el presente y el futuro más inmediato, pero creo que vamos en buen camino.

sábado, 20 de octubre de 2018

Sol, el cole... y los libros.

En inglés, existe la expresión “get me through”, que significa que algo “me ha sacado adelante”; pero a mí me gusta mucho más la traducción literal, algo “me ha llevado a través”. Los libros me “llevaron a través” del maltrato escolar (qué innecesario se me hace llamarlo “bullying”, como si se tratara de un fenómeno ajeno al que hemos de darle nombre en otra lengua); porque todavía no sé si ya estoy “adelante”, pero “a través” sí que pasé, estoy vivita y coleado a mis veinte años para veintiuno.

Y es que yo sé perfectamente que, de pequeña, la infelicidad y, me atrevería a decir incluso, la depresión ya enraizaban en lo más hondo de mi ser. Mucho antes del colegio, quiero decir; por las noches me echaba a llorar silenciosamente en la cama imaginándome la muerte de mis padres, que me dejaría huérfana a tan temprana edad. En la guardería, me costaba relacionarme con los otros niños y prefería relacionarme con las profesoras. ¿Genética o un entorno del que apenas conservo recuerdos, claro, puesto que era tan pequeña?
No lo sé, pero sí que recuerdo muchos detalles que a la mayoría de adultos de mi alrededor les pasaron desapercibidos de mi entorno a partir de los ocho años o así. Recuerdo cómo empezó todo: yo era una niña solitaria y con la mirada vuelta hacia dentro, que ya entonces se refugiaba en el patio del colegio de su miedo a interactuar con el resto de niños, sumergida en un libro en una esquinita. Cuando otra niña comenzó a acercarse a mí trayéndose sus propios libros al recreo, acabé jugando con ella y con sus amigas.

Años más tarde, no puedo dejar de revivir este suceso como el comienzo del fin, como la semilla del mal; y sí, llamadme exagerada, pero a día de hoy sigo sin poder entrar en un aula de la Universidad sin mentalizarme previamente de que no, nadie me va a pegar, nadie me va a humillar, nadie me va a hacer luz de gas y aun así, no voy casi a clase y cuando voy a veces me derrumbo literalmente y me tienen que levantar del suelo mismo.
El caso es que, en aquel inocente primer juego con las otras niñas, una se empeñó en que teníamos que coger un medio de transporte imaginario que yo no quería coger. Ponedle que la niña quería ir en un coche fantástico a donde fuera y la otra niña, yo, quería coger un autobús igual de fantástico. La discusión, tan nimia, tan trivial, acabó encendiéndonos a las dos; cuando le conté a mi madre lo insistente que se había puesto aquella niña, me dijo que le dijera algo así como que no podía tener razón siempre. Al día siguiente, yo, obediente, se lo comuniqué; la conversación acabó con ella diciéndome que mi madre era malvada y que la iban a denunciar y a meterla en la cárcel. Fue tan cruel y me lo dijo tan seria que creo que me eché a llorar, pero como la mayoría de los recuerdos de aquella época, se trata de un fragmento borroso de mi memoria y no sabría decirlo con exactitud.
Ahí, sí, ahí empezó todo. Recuerdo que se metían con mi ropa, y mis padres se fueron de viaje y me trajeron una chaqueta muy cara, y a mí me daba muchísima vergüenza ponérmela porque a las niñas les parecía una horterada. Recuerdo que se comían mi almuerzo, ay, qué chiste, qué de episodio de serie cómica en que todos nos reímos cuando los “bullies” devoran la comida del chaval vapuleado; pero lo peor no era eso, lo peor era que luego se enfadaban seriamente conmigo porque “me lo había comido todo yo”. Creo fervientemente que estos episodios de mentirme repetidamente sobre la realidad y culpabilizarme por cosas que no había hecho han jodido seriamente mi capacidad de percepción de lo que sucede a mi alrededor.
Supongo que debería contar también cómo aquella niña me pellizcaba, o cómo su amiga me pegaba cachetes; o cómo, una vez que estábamos en casa de la otra amiga a la que le hacían la vida imposible como a mí, estropeé sin querer la persiana intentando bajarla y acabé en el suelo, sin gafas y recibiendo patadas. Fue ya de más mayor cuando me echaron tierra en el pelo por negarme a insultar al niño con el que los chicos de clase se ensañaban a su vez. Pero es que estoy cansada de enumerar vehementemente todos estos episodios de violencia física para sentir, de una vez por todas, que mi historia no es la historia de una exagerada. Y aun así acabo de hacerlo igual.

Podría escribir páginas y páginas sobre la forma en que este día a día de humillaciones que se extendieron durante un periodo de aproximadamente tres años me han jodido la salud emocional. La personalidad, incluso. Porque tengo diagnosticado un trastorno límite de la personalidad. Porque, hasta hace poco, me asustaba (aunque por supuesto me dejaba hacer de todas formas, qué es eso de poner límites) que mis parejas sexuales me rozaran el cuello porque aquellas niñas me inmovilizaban de ahí por aquel entonces.
Y no quiero ser maniquea. Yo sé que no es culpa suya que yo haya vivido ya varios intentos de suicidio, ni que me medique, ni que no pueda contar la cantidad de pasta que se han fundido mis padres en atención psicológica desde que tenía quince años; porque otras personas viven realidades similares o mucho peores y se desarrollan de forma relativamente sana, conocen mucho mejor la estabilidad emocional. Pero sí que estoy enfadada. Y con quienes más enfadada estoy no es con ellas, la verdad.
Quizás porque siempre fueron mis amigas. Quizás porque lo que más me ha jodido es que no eran mis enemigas, no eran niñas que me marginaran y persiguieran, sino niñas que cuando no me estaban maltratando me daban besos, me abrazaban, me hacían magníficos regalos de cumpleaños y jugaban conmigo. Eran mis amigas. Y supongo que eso no es sino parte del maltrato, y es por eso que lo llamo “maltrato” en vez de “acoso”; porque eran mis amigas, mucho más que mis acosadoras.
Pero decía que no son ellas con quienes más enfadada estoy. Y es que ahora mismo con quien más enfadada estoy no es con nadie, porque por fin siento que he cerrado heridas y pasado páginas; pero durante mucho tiempo, por mucha vergüenza y pena que sintiera al confesármelo a mí misma y a mis psicólogas, era con mis padres y con los profesores con quienes más enfadada estaba. ¿Cómo no te dabas cuenta? ¿Cómo, si te dabas cuenta, no me sacabas del colegio o llamabas al director para quejarte?
Hay que tener en cuenta que, cuando yo tenía seis, siete, ocho años; el fenómeno de los malos tratos escolares no tenía ni de lejos la visibilidad y la repercusión que tiene ahora. Yo no conocía ningún caso de colegios y familias multadas porque unos alumnos les hicieran la vida imposible a otros; en mi clase, con uno se metían por gordo, con otro por listo y por gafotas, y a mi amiga y a mí nos pasaba lo que nos pasaba no sé yo bien por qué. Y nunca pasó nada.
Pero aun así, durante mucho tiempo he guardado tantísimo rencor a quienes, como lo he sentido yo mucho tiempo, deberían haberme cuidado y no lo lograron. Yo no me he sentido protegida, no, nunca me he sentido protegida de un peligro mucho más real que los enchufes o las escaleras empinadas; y es ahora cuando entiendo lo difícil que es proteger a una niña que no llega a casa con verdugones en la espalda y en la tripa, que llega con lágrimas en los ojos y ganas de no volver al cole nunca más. Pero me ha costado entenderlo. Me ha costado mucho.

Por eso, aunque este no fuera el propósito inicial de esto que estoy escribiendo, nos pido por favor a todos y todas que escuchemos a la infancia. Porque a mí me hacían la vida imposible en el cole. Pero de otras abusan sexualmente sus padres, sus tíos, sus abuelos, los amigos de la familia más cercanos y de confianza. Si no escuchamos a la infancia ¿cómo vamos a construir vidas adultas de cercanía y confianza verdaderas? Como leí una vez, “eduquemos a niños y niñas que no tengan que recuperarse de sus infancias”.

Y supongo que, ahora que ya he vomitado todo esto que todavía no había logrado poner por escrito, puedo hablaros por fin de los libros. De cómo me “llevaron a través” de los malos tratos en el cole.
No tengo claro a qué edad aprendí a leer, pero supongo que a la habitual. Sí sé que les estaré eternamente agradecida, a mi padre, por inventarse historias para mí antes de dormir; y a mi madre, por conseguirme cuentos de todos los tipos y leérmelos a todas horas. He crecido rodeada de libros. He crecido rodeada de curiosidad y de ganas de saciar esa curiosidad, aun sabiendo que responder a una pregunta sólo traerá otra más complicada todavía; he crecido con “El Porqué De Las Cosas”. Y además, he crecido con “El Color de Nuestra Piel”, aquel libro sobre los distintos colores que puede tener la piel de las personas; y otros tantos que plantaron en mi interior las semillas de una vida que hace mucho que quiero dedicar a luchar y construir por la igualdad y la libertad verdaderas.
Así que recuerdo muy bien, mucho mejor, la verdad, que todo lo que pasaba en el colegio; aprenderme de memoria fragmentos de cuentos y libros de tanto leerlos y escucharlos a todas horas. Recuerdo las ilustraciones, y las cubiertas machacadas, y las esquinitas dobladas de las páginas. Pero, sobre todo, recuerdo Matilda.

Matilda, escrito por Roald Dahl e ilustrado por Quentin Blake, es el libro que cuenta la historia de una niña a la que sus padres no le hacen ni caso y además tratan muy, muy mal; y cómo empieza el colegio, cómo se venga de una directora igual o más malvada que su familia, y cómo toda la magia que brota de las yemas de sus dedos y le permite, en definitiva, construirse esa vida mejor va acompañada siempre de la pura magia de las páginas.

Y ha sido hoy cuando me he encontrado por casualidad con un fragmento de Matilda rondando por Internet. Y ha sido hoy cuando me he decidido a escribir esto. Porque la vida que me estoy construyendo ahora mismo se la debo a los especialistas que me han tratado bien y que me apoyan psicológicamente, a mi familia que me quiere y que me cuida en mi día a día y a esas personas que no son familia, pero que casi (y a mí misma, por supuesto).

Pero la vida que por unas horas me sacaba de aquella rutina de vestirse, desayunar, lavarse los dientes, darle un beso a mamá y que papá nos lleve al cole a mi hermana pequeña y a mí, de la mano, cantando alegremente; para acabar llorando al irme a dormir esa noche porque mañana vuelvo al cole otra vez… esa vida libre de daño y de dolor que, estoy segura, me enseñó el valor de la esperanza y de la ilusión se la debo a los libros.

Así que quizás por eso estoy tan, tan contenta de estar volviendo a ellos, años después de que la depresión se entrometiera entre mi capacidad de concentración y mis ganas de vivir y yo, para poder agradecerles con mi tiempo y mis ganas todo lo que siempre, siempre, siempre; han hecho por mí.

jueves, 18 de octubre de 2018

Entrevista: Abbey C, poeta y YouTuber


Os traigo una entrevista con Abbey C, poeta y YouTuber. Cuando le preguntan qué es, dice que poeta. Más técnicamente es Abbey, aunque ese no es su nombre de nacimiento pero sí es su nombre de verdad. Nació en un año que siempre le ha gustado cómo suena, 1994. Fue en Murcia, al sureste de España, ese es su hogar vaya a donde vaya. Estudió periodismo porque le gusta comunicar.
Lo que más le gusta en el mundo son los sentimientos, ver cómo se provocan, provocarlos, que se los provoquen y escribir sobre ellos.
Después de mundo tiempo, tiene amigos que le llenan de verdad y aprende de ellos cada día.
Su misión en el mundo es no provocar daño al mundo, quiere que a la naturaleza no le pesen sus pasos, así que cada vez intenta cuidarla más.


·Eres poeta, estudiaste Periodismo y tienes una fuerte presencia en redes

sociales. ¿Qué querías ser de pequeña cuando fueras mayor, y qué crees que
pensaría la niña que un día fuiste de ti?

A los 14 años quería salir en la tele haciendo bromas. No sé qué ha podido pasar.
Fuera bromas, encontré mi vocación a los 17 años. Aunque llevaba muchos más
escribiendo, fue a esa edad cuando me hicieron una entrevista para el periódico y me
di cuenta de que con lo que escribía, podía hacer muchas más cosas fuera que dentro de
casa.

·¿Cuándo empezaste a escribir, y qué ha supuesto la escritura para ti? Pero,
sobre todo, y de una poeta a otra poeta ¿cuál crees que es la función de la poesía
en el mundo?

Empecé a escribir a los 8 años y siempre me encanta contar por qué. Mi madre es
poeta, y siempre la veía escribir por las noches, hasta que un día le pedí un papel y
lápiz porque yo también tenía un cuento que contar. Mi madre me dio la vida y la
poesía.
La escritura me define como persona, la mayoría de mí es poeta, no tendría una
identidad si no escribiera.
Mientras el resto de cosas en el mundo nos enseñan cosas sobre lo que mostramos y
tenemos por fuera, la poesía se centra en lo de dentro.

·Has escrito el libro “Mensaje urgente a mis momentos contigo”. ¿Qué ha
supuesto para ti el proceso de escritura y publicación? ¿Qué crees que es lo más
importante que dice tu libro de ti?

Hacer el libro me ayudó a definir mi estilo al escribir. Todos lo poemas anteriores a él
ahora los siento incompletos, sin embargo los que están en él me parece que tienen
un sentido conjunto.
Cuando me ofrecieron publicar un poemario, decidí que iba a escribirlo de cero,
todos los poemas los escribí en el mismo período de mi vida y por eso el libro habla
muy bien de mí en ese momento. No sabría decirte qué es lo más importante, creo
que lo que más se entiende es que mi vida la componen personas, hasta de las
ciudades hablo como si fueran personas.

·Después de un tiempo siguiéndote en redes sociales y viendo vídeos tuyos, la
impresión que me he llevado siempre ha sido de que le das una vital importancia
a la inteligencia emocional, así como a la sensibilidad y la capacidad de ponernos
en la piel del otro. ¿Cuáles son para ti los valores necesarios para construir una
sociedad mejor, y qué crees que podemos hacer cada persona para participar de
la creación de esta otra sociedad?

Últimamente no paro de pensar que tendríamos una sociedad sana si tuviéramos una
sociedad empática. Creo que la empatía es lo más sano que puede construir a un ser
humano, la empatía no deja lugar a la indiferencia frente a otros, no deja lugar a la
insensibilidad, neutralidad, desinterés o el desprecio. Imagina una sociedad sin todo
eso.
Individualmente tenemos que trabajar más este aspecto.

·Hablando de la inteligencia emocional ¿qué le dirías a una persona que quiera
cambiar su forma de habitar y vivir en este mundo, que quiera tener más en
cuenta sus propias emociones pero también las de los demás? Es decir ¿cuál crees
que es la clave para ser mejores personas con nosotros mismos y con el resto?

Sigo en relación con la pregunta anterior. Cada persona debería plantearse durante
una semana por qué hace cada cosa que hace y cómo repercute al resto, y cuando
hablo “del resto” no solo hablo de personas, si no de animales y del planeta. ¿Por
qué uso esta bolsa de plástico pudiendo usar una de tela y así contaminar menos?
¿Por qué uso la expresión “que te den por culo” para situaciones con connotación
negativa cuando para algunas personas homosexuales esa acción es algo normal y
bonito dentro de su vida?
Tenemos muchas cosas implantadas en nuestra cabeza que son incorrectas. Nos
enseñan expresiones y prácticas que son dañinas para otros, y deberíamos
implicarnos en cambiarlo. Pero también nos han enseñado a ser cómodos, y claro, los
cambios nunca son cómodos, aunque a la larga mejoren nuestra vida y la de otros.

·Nuevamente, como poeta, no sé qué sería de mí sin todos esos otros poetas que
me inspiran día tras día y que tantas veces me salvan a través de sus versos.
¿Quiénes son los poetas y escritores en general que más te inspiran a ti, y qué le
recomendarías leer a alguien que por primera vez se atreve con la poesía?

A mí me inspira muchísima gente, desde todas las personas que escucho en los micros
abiertos de poesía, hasta poetas que sigo por instagram, como también los poetas
que están en formato libro en mi estantería.
Para empezar siempre recomiendo a Mario Benedetti y a Silvi Orión. Benedetti es una
poesía del siglo pasado, bonita, tierna, fácil de leer; Silvi es una poesía actual,
rebelde, sin normas. Creo que es una mezcla explosiva.

·Por último, y esta vez, de una mujer a otra mujer: ¿qué piensas de nuestra
situación actual, tanto en el mundo del arte como en la sociedad en general, y
qué ha de suponer para ti el auge de los movimientos feministas del que estamos
siendo testigos?

Esta pregunta tiene una respuesta demasiado extensa.
Todo lo que sea dar a la mujer el lugar que merece tener, todo lo que sea acabar con
la represión que sufrimos, con los roles de género que cargamos y con el techo de
cristal contra el que nos chocamos constantemente, todo lo que luche contra eso me
parece más que bien.
El movimiento feminista actual está destruyendo muchísimas cosas, a mi me
deconstruyó por completo y ahora me asumo de una manera mucho más sana y
segura. Parte de mi estabilidad emocional es gracias al feminismo. Esto lo ha hecho
con muchísimas más personas, con muchísimas más artistas, así que el resumen es
que ojalá el futuro sea feminista.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Entrevista: Irene Ruiseñor, poeta y activista

Os traigo una entrevista con Irene Ruiseñor (Twitter / Instagram / Blog). Se llama Irene Gallego y su alter ego es Ruiseñor. Es poetisa, guitarrista y cantautora, estudiante de Estudios Ingleses en la Complutense, además de activista feminista, LGTB y de salud mental.
Ruiseñor apareció tras meses de tratamiento en el hospital por anorexia nerviosa restrictiva y se convirtió en sus labios, que no eran capaces de pedir ayuda; Ruiseñor lo hizo a versos. 
Ruiseñor ha sido su único mecanismo de supervivencia sano. El único que no le ha dejado ni deja cicatrices, muerte y estragos en ella. Ella es la negrura, Ruiseñor la negrura plasmada en papel, intentando buscar algún retazo de blanco.


·¿Cuál es o debería ser el objetivo, o los objetivos, del feminismo en la actualidad? ¿Qué ha supuesto para ti acercarte al feminismo en tu vida, qué cambios, atisbos de nuevas realidades (o realidades que aún no conocías...)?

El feminismo se podría describir como levantarse cada día de la cama, siempre aprendes algo nuevo. El feminismo es un aprender y desaprender continuo. Sobretodo desaprender lo que esta sociedad cisheteropatriarcal nos ha grabado a fuego en la piel. Por eso (a diferencia de décadas atrás, cuando nuestras precursoras nos dieron mil avances como herencia), nuestro cometido es luchar de manera radical —independientemente del movimiento con el cual nos sintamos más identificadas—, como bien dice la palabra, de raíz, y de esa manera extraer esos cánones, roles y misoginia interiorizada, siempre de manera interseccional, apoyando a todo tipo de mujeres, sea cual sea su situación/condición. En esa parte sí que deberíamos parecernos a nuestras precursoras; el feminismo no deja de ser una lucha, y como toda lucha, ha de hacerse su hueco en la sociedad y ahí, de manera drástica, radical, hacerse oír. "Las feministas de antes no hacían tanta tontería...". Y quizá por eso deberíamos parecernos a ellas, lanzar piedras a escaparates, marear al sistema, destrozarlo y reconstruirlo desde cero. 

Gracias al feminismo he sido capaz de crecer como persona y conseguir corregir en la medida de lo posible los pensamientos de algunos de los trastornos que llevo arrastrando desde hace años, ese que no es más que el fruto de lo que la sociedad nos ha inculcado: el trastorno alimenticio. Sé que, como en la mayoría de recuperaciones de enfermedades mentales, el mérito no es más que mío, pero aprender y comprender que todo lo que me decía la televisión, las revistas, las tiendas y sus tallas, era otra manera de controlarnos. De que fuéramos otra vez la marioneta de la historia, moldeadas de manera "perfecta" a antojo de los gustos de ellos. Estoy intentando reaprender lo que se me borró de la mente desde que tengo uso de razón. Y aunque caiga mil veces sé que ya no será como la primera vez, porque ya me sé de memoria la herida y el arma que la causa, y aunque duela horrores me siento algo más "en control".

Y no solamente me ha ayudado a ver mis derrotas como una segunda oportunidad, sino también a sentir la unión entre todas las mujeres, que pasan por lo mismo todos los días, y apoyarlas, defenderlas, luchar por todas como si fuéramos una. Una contra el mundo. También me ha abierto mundos que no conocía, me ha situado en la realidad que intentan maquillar los medios de comunicación, además de hacerme lo suficientemente fuerte como para no quedarme callada ante esas situaciones. 

·Si tuvieras delante a tu yo unos años menor, en la que haya sido una de las peores épocas de tu vida ¿qué le dirías? ¿Qué le aconsejarías o le harías saber, intentando transmitirle fuerza, esperanza, acompañamiento e incluso ganas de luchar?

Primero le daría mucho, mucho amor. Sin saber por qué estoy ahogándome en soledad día tras día a pesar de estar rodeada de gente, así que le haría saber que nunca estará sola por mucho que le pese el mundo sobre los hombros. También le diría que se cuidara, que no se dejara destrozar como yo lo estoy haciendo con mis propias manos. Me gustaría hacerle saber que, aunque a mí me cueste creerlo, siempre vendrá un nuevo día para volver a empezar de cero, cada día. Que no merece sufrir ni matarse a hambre, ni hacerse daño; que merece el amor que recibe aunque le cueste sentirlo a veces. En resumen, le diría todo lo que me gustaría que me hubieran dicho y me dijeran.

·¿Cómo te diste cuenta de que no eras heterosexual y, más concretamente, de que eras lesbiana? ¿Qué le dirías una chica más joven que tú que se da cuenta de que es lesbiana y se siente sola, aislada, repudiada...?

Hasta la edad de los 16 años (tengo 19) me consideré completamente heterosexual, sin duda alguna, no porque en realidad lo fuera sino porque ni siquiera se me había planteado en ningún momento de mi vida que existieran otro tipo de parejas. Como dije antes, nunca me había ni imaginado estar con nadie de otro género, me daba miedo pensarlo, vergüenza a mí misma incluso. Cuando empecé a conocer a mi actual novia, parecía que mi cabeza hacía nudos en los pensamientos haciéndome sentir más confusa y avergonzada. Fue entonces, cuando las cosas entre ella y yo fueron a más, que me denominé bisexual. Creo que lo hice porque me daba miedo desprenderme completamente del hecho de poder salir con hombres, ¿qué pensaría mi madre? ¿Cómo me miraría si se lo dijese? Al fin y al cabo, ser bisexual, me hacía mitad "pecadora", en vez de "pecadora" entera. Así que un mes después de empezar a salir con mi novia, después de mucho tiempo dándole vueltas y sin atreverme del todo, salí del armario con mis padres, les dije que salía con mi novia y que era bisexual. Hasta hace un año y medio o así no me di cuenta que en realidad no sentía atracción por los hombres, y en realidad jamás la había sentido, desde pequeña era así, mi mínima experiencia con ellos fue simple y nada excitante. Recuerdo el tiempo en que en el colegio, cuando era chiquitita, me gustaban niños de mi clase, por el simple hecho de que eran los niños que les gustaban a todas las demás, y porque en mi mente no tenía cabida más que eso, que los niños. Mi primera pareja ha sido y es una persona de mi mismo género, lo cual me ha ayudado a asimilar y aceptar mi sexualidad y a borrar de mi mente todo lo anterior, todo aquello que está mal visto por algunos. 

Hice vista atrás, al momento en el que salí del armario como bisexual en casa, y cuando llorando y riendo a la vez tras el peso que me quitaba de los hombros le preguntaba a mi madre, que lo había aceptado verdaderamente bien:

—¿Entonces, si fuera lesbiana sería diferente? 

Ella frunció las cejas dejando ver que sí que habría diferencia. Estaba claro. Si era bisexual seguía existiendo la posibilidad para ella de que trajera a casa algún día a algún hombre. Recordando eso, me he dicho a mí misma que debía callar el hecho de que era lesbiana. Bisexual en casa, lesbiana en la calle. Es algo que me dolía completamente porque odiaba hacer eso, por el resto de mis hermanes bisexuales, por mentir poniéndome como etiqueta una orientación sexual que no es la mía.

Ahora que han pasado los años me he atrevido a afirmarle a mi madre, que sí, que solo me gustan las mujeres y me he sentido fuerte. Creo que todes deberíamos sentirnos orgulloses del mínimo avance que hagamos en cuanto a este tema, porque incluso los pequeños pasos son grandes victorias.

·Has publicado un poemario. ¿Qué suponen para ti la escritura, la poesía, tanto en el terreno personal de tu día a día (que no deja de ser, también, político) como en forma de arma política para la lucha social?

La escritura ha sido desde siempre, para mí, una manera de evadirme, tanto leyéndola como escribiéndola. Ha sido/es mi salvavidas en mis peores momentos de salud mental, siendo una herramienta a la que acudir en momentos de crisis, un espejo en el que plasmar el dolor, una manera de dejar correr la sangre sin abrir ninguna herida. Me ha ayudado a liberarme en todos los sentidos de la palabra. He sido capaz de abrir mi mente y escribir sobre cosas que dan miedo y tienen mucho estigma en la sociedad, para así poder ser de ayuda a otras personas que estén pasando por lo mismo que yo y que necesiten esa palmadita en el hombro que susurre "yo te entiendo". También para dar voz a aquelles que no pueden ya gritar o que nunca han podido, como los animales no humanos, víctimas de LGTBfobia, de violencia de género....
Creo que desde siempre la literatura ha sido un modo de mostrar la cruda realidad de manera más suave pero ácida, para así abrir ojos y cerrar bocas. 

·En cuanto al susodicho poemario ¿qué puedes contarnos sobre este? ¿Qué nos dirías para convencernos de que queramos leerlo?

«Heridas con coágulos de rimas» es el poemario que el pasado otoño salió a la venta. Es un recopilatorio de algunos de los mejores poemas de mi blog y otros inéditos. Este poemario es un espejo de mi realidad, como persona con problemas de salud mental, entre otras cosas. Hay poemas de superación de TCA, poemas dedicados a mi yo oscuro, a mi maravillosa novia, del día a día siendo una persona con TLP, además de poemas feministas. Más que un poemario es una carta para conocer los lugares más recónditos de mi ser, para averiguar todo aquello que pienso pero que no me atrevo a decir. Son poemas duros pero a la vez llenos de superación —en cuanto a los que hablan de mi intento de recuperación de la anorexia—, también muy reales, en cuanto a los que hablan de mi vida teniendo TLP. 

Es un gran sueño que estoy viendo hecho realidad, el ver publicados mis versos, y me encantaría que me leyerais. Siempre he soñado con ser escritora. Esto es más de lo que creía poder alcanzar y no pienso rendirme. Espero que pronto pueda mostraros el nuevo poemario que acabo de terminar.

viernes, 6 de julio de 2018

Entrevista: Lara Losada, psicóloga, feminista y escritora

Os traigo una entrevista con Lara Losada (Twitter: @laralosadaa / Instagram: @laralosadaa), que se define así:

"Me llamo Lara, tengo 24 años, soy psicóloga y actualmente estudiante de máster en Estudios de Género. Soy feminista, vegana y escritora (he publicado dos libros con Ediciones en Huida). Actualmente diría que utilizo mis redes sociales no sólo como forma de expresión personal, sino también como un canal de comunicación para debatir, reflexionar y aprender sobre feminismo con otras mujeres. Además utilizo mi propia voz para desde la experiencia personal desestigmatizar la enfermedad mental y empezar a hablar de las cosas que nos incomodan y que la sociedad prefiere ocultar."

1. Eres psicóloga y estudias el máster en Estudios de Género. ¿Qué te llevó a estudiar psicología y qué te lleva después a especializarte desde una perspectiva de género, por qué lo primero y cómo crees que puede ayudar a la sociedad lo segundo (es decir, de qué forma puedes aportar tu granito de arena enfocando la psicología desde una perspectiva feminista)?

Decidí estudiar Psicología en 4º de la ESO. Mi abuela tenía Alzheimer y verla consumirse poco a poco me hizo entender que yo tenía que hacer algo al respecto. Que quería formarme para poder ayudar a otras personas que lo sufrieran y a sus familiares lo máximo posible. En seguida me di cuenta de que yo quería dedicarme a ayudar a los demás y cada vez estoy más segura de que esa es mi misión. Más tarde decido especializarme en Género pero ya no hay una razón sino varias. En primer lugar empiezo a adquirir conciencia feminista y lamento profundamente que en la carrera no se me diera una perspectiva de género que me parecía fundamental. Tampoco se nos habla de la violencia machista ni de la forma de ayudar a las mujeres maltratadas. Yo necesitaba hacer algo al respecto. Mi malestar con la opresión que sufrimos las mujeres siguió creciendo e, investigando, encontré este máster. Tenía muchas dudas por el miedo que genera saber que las expectativas laborales en este terreno tan necesitado de especialistas no abundan pero a la vez sentía la responsabilidad de comprometerme con mis ideales. Creo que la perspectiva de género se debe aplicar a todos los ámbitos de nuestra vida y que, en mi caso, como psicóloga puede suponer un punto fundamental a nivel profesional.

2. Te describes rápidamente como vegana y feminista (no necesariamente en ese orden). ¿Puedes hablarnos de tu primer acercamiento al feminismo o, mejor dicho, a los feminismos? ¿Qué han supuesto estos en tu vida, qué cambios han producido? ¿Y qué puedes contarnos respecto al veganismo, es decir, cuál fue el factor desencadenante que te llevó a hacerte vegana y cómo tratarías de explicarle a una persona que no lo comprende el por qué de este giro vital desde una perspectiva ideológica?

Suelo decir que ahora me doy cuenta de que siempre he sido feminista pero no lo reconocí como tal hasta hace tres años cuando empecé a informarme más sobre el movimiento y a quitar un poco ese barniz negativo que había recubierto a la palabra. Me definía como 'igualitarista' por pura ignorancia. Pero era feminista. El feminismo supuso para mí un cambio total en mi manera de percibir el mundo y mi lugar en él. No sólo como mujer sino como sujeto político, como persona sexual, como agente activa de creación y cambio. También fue duro darme cuenta de las violencias que sufrimos, de los condicionantes patriarcales que había interiorizado y que todavía me quedan, de las conductas discriminatorias que había normalizado y de los estereotipos que intentaba cumplir. El feminismo es, por pura definición, un movimiento que molesta. Sobre todo a los hombres que sienten sus privilegios atacados, pero también nos incomoda a las mujeres porque nos hace replantearnos nuestra situación e incluso nuestros gustos. Ser feminista es estar en constante aprendizaje, revisión y cambio. Y creo que eso es algo maravilloso. El veganismo llegó poco después del feminismo. Creo que adquirir conciencia sobre mi propia opresión me ayudó a empatizar con otras. Además recuerdo haber leído en twitter una frase que lo cambió todo que decía: 'si dices que te gustan los animales pero comes carne a ti no te gustan los animales, te gusta tu perro'. Estaba siendo una completa hipócrita y me obligué a informarme de todo aquello que no quería ver. Documentales, vídeos terribles, todo. Lo vi todo hasta que no pude más y dije 'basta', yo no puedo ser partícipe ni financiar esto. Va en contra de todo lo que yo defiendo. Fue un antes y un después en mi vida porque es una decisión sin retorno y que cada día estoy más contenta de haber tomado.

3. Además, eres escritora ¡con dos libros publicados! Uno es tu primer poemario, "Una chica azul"; y el otro, "Alejandra", la editorial Ediciones en Huida lo describe como un libro "escrito en prosa con un lenguaje claramente poético". Parece que la poesía es un componente crucial en tu vida o, al menos, en tu producción literaria. ¿Podrías hablarnos de tus primeros acercamientos, no solo a la escritura en general, sino a la poesía en particular? ¿De los autores, y sobre todo las autoras, qué más te han marcado e influenciado?

Es curioso porque empecé a escribir desde muy pequeña. Con ocho años ya presentaba pequeños relatos a concursos y esa inquietud se fue alimentando y creciendo hasta día de hoy. Sin embargo no llegué a la poesía hasta los dieciocho y fue a través de las redes sociales y de la nueva forma de entender la poesía que empezaba a surgir en los blogs. Ese primer acercamiento me llevó a profundizar mucho más y poco a poco a crear un gusto particular y también a querer intentar hacer eso que me gustaba consumir. Pronto me di cuenta de que la poesía me aportaba algo que las mejores novelas no habían conseguido transmitirme. No sabría decir muy bien el qué. Quizá cercanía. Hace ya un par de años que decidí leer a autoras, no exclusivamente pero sí sobre todo, por la necesidad primero de visibilizarnos más y, segundo, de encontrar referentes que sientan, piensen y sufran como yo porque compartimos ciertas experiencias vitales. Mi autora favorita (esto no va a sorprender a nadie que me conozca lo más mínimo) es Alejandra Pizarnik porque me hace sentir que ella ya lo ha escrito todo. Pero por supuesto también Sylvia Plath, Virginia Woolf, Wislawa Szymborska, Gloria Fuertes, Cristina Peri Rossi, Ana Rosetti...
 
4. Ahora, centrémonos en tus libros y en la perspectiva de género que podamos encontrar en estos. ¿Cómo crees que el feminismo, o los feminismos, han dado forma a tus creaciones literarias (o han ayudado a dar forma, al menos)? ¿Crees que escribirías historias distintas si no fueras mujer? Y, si es así ¿cómo crees que tus experiencias vitales como mujer en un patriarcado han influenciado tu escritura?

No me atrevería a decir que Una chica azul Alejandra son libros feministas ni con perspectiva de género, porque no creo que lo sean. Quizá en algún momento, alguna frase, pero no de una manera consciente porque cuando los escribí estaba muy lejos aún de la forma de pensar que tengo ahora. De hecho en ellos aún hay mucha inocencia, mucho amor romántico y muchas relaciones tóxicas y actitudes autodestructivas que a día de hoy rechazo totalmente. Pero entiendo que cuando lo escribí lo sentía de aquella manera y no reniego de ello. No nací siendo feminista y me alegro de poder mirar atrás y reconocer ahora actitudes o pensamientos problemáticos. El proceso de deconstrucción parece incómodo pero en realidad es mucho más amable. Sin duda escribiría diferente de no ser mujer. Estoy completamente segura de que al margen de mi interés y mi afición por la escritura y la lectura, son mis experiencias personales las que han marcado un rumbo y también una manera de expresarme y de entablar una especie de conversación con el lector. Hoy en día mi forma de escribir es muy distinta a los primeros libros porque yo también lo soy y siento que mi estilo ha evolucionado de la metáfora y los juegos de las palabras a un estilo mucho más directo, agresivo y activista. Suelo bromear diciendo que antes escribía porque estaba triste y ahora porque estoy enfadada, en realidad siempre ha sido una mezcla de las dos.

5. Nos cuentas que utilizas tus redes sociales "como un canal de comunicación para debatir, reflexionar y aprender sobre feminismo con otras mujeres". ¿Cuál es, o cuáles son para ti (mejor dicho, cuáles deberían ser); los objetivos primordiales de los feminismos en la sociedad actual? Y ¿recalcarías alguna o algunas experiencias concretas de aprendizaje, puertas que te hayan abierto otras mujeres en tu recorrido por el activismo feminista, conclusiones a las que no habrías llegado tú sola?

Para mí el objetivo del feminismo es la liberación de la mujer. Sé que es una respuesta concisa pero me resulta inabarcable hacer una lista de todos los aspectos donde la mujer tiene que ser liberada y todo lo que está mal y tenemos que cambiar socialmente para que esto ocurra, así que espero que así se entienda. Evidentemente hay objetivos como erradicar la violencia machista, la violencia sexual o la mutilación femenina que me parecen primordiales pero no me gustaría hacer una lista que pudiera indicar que jerárquicamente considero unos aspectos más importantes que otros porque no es así. Toda violencia contra la mujer surge de la misma raíz, del machismo, del patriarcado, y por tanto entiendo que la lucha debe ser contra el sistema para que el cambio sea real y no puntual. En cuanto a tu segunda pregunta, desde luego, sin duda. Para mí si no es interseccional no es feminismo y esto me ha llevado a aprender muchísimo de otras mujeres y de otras culturas, a salir de mi eurocentrismo y asumir también, por ejemplo, mis actitudes racistas interiorizadas. He aprendido y aprendo mucho a diario leyendo y escuchando a compas sobre mujeres migrantes, mujeres árabes, mujeres gitanas, feminismo negro o feminismo chicano. Asumiendo además que como mujer blanca cis y europea estoy llena de sesgos y de actitudes que oprimen a otras personas. Como te he dicho antes creo que el feminismo nos mantiene en constante alerta, revisión y cambio. Y el crecimiento que esto supone es lo verdaderamente enriquecedor. 

6. También mencionas el campo de la salud mental (en el que se han centrado tus estudios, además). Volviendo a los objetivos primordiales: ¿cuáles son tus principales exigencias hacia la sociedad en materia de salud mental? ¿Cómo crees que tú misma formas parte de la lucha por la dignidad en el ámbito de la salud mental?

Voy a intentar responder a las dos preguntas en una sola respuesta. Mi principal lucha en este sentido es la desestigmatización de la enfermedad mental. A día de hoy sigue siento un tabú y sigue habiendo muchísima desinformación a pesar de que cada vez trastornos como la ansiedad o la depresión son más comunes en nuestra sociedad. Lucho por exponer la cruda realidad. Otra verdad que incomoda, porque la depresión no es estar triste, la depresión es un vacío inabarcable. Y cuando digo cosas como 'llevo cinco días sin ducharme ni lavarme el pelo y sin comer y sin salir de la cama' lo que pretendo no es victimizarme sino exponer un problema social: existen realidades que preferimos no ver, y del feminismo aprendí que 'lo que no se nombra no existe'. Tenemos que hablar de ello porque si no no podemos empezar a cambiarlo. Necesito que la sociedad entienda que la salud mental es tan importante como la física y que si cuando te duele la tripa no puedes ir a trabajar cuando yo te digo que no puedo salir de casa porque la ansiedad no me deja moverme tienes que respetarlo de la misma manera.

7. Si por mí fuera, podría pasarme horas haciéndote preguntas sobre salud mental. Es un tema para mí crucial, que llega a condicionar mi vida desde mi posición de "loca" para la sociedad. Pero intentaré ser breve: ¿qué opinas de los modelos de la psiquiatría tradicional, y si tienes alguna queja, conoces o propones alguna alternativa a la medicalización llevada al extremo?

Mi experiencia con la psiquiatría no ha sido muy agradable precisamente, por decirlo de una manera sutil. Desde mi punto de vista la manera de abordar cualquier trastorno es la atención psicológica, es decir, la terapia. Es cierto que en ocasiones es necesaria la medicación, normalmente sólo por ciertos períodos de tiempo, y estoy completamente a favor de ello siempre que se haga de forma complementaria a la terapia psicológica. No entiendo que la medicación por sí sola pueda curar ningún trastorno y me parece peligrosa la facilidad con la que en muchas ocasiones se recetan antidepresivos o ansiolíticos en las consultas médicas sin recomendar siquiera el paso previo por la terapia.

8. Por último, estoy segura de que a todas nos gustaría conocerte un poco más. Háblanos de aquellas aficiones, intereses, vínculos que prenden una chispa en la penumbra de tus días más tristes o apáticos. Deporte, espiritualidad, activismo, arte en todas sus formas (tanto como consumidora como desde tu papel de creadora), lazos con otras mujeres y con otras personas en general... ¡háblanos un poquito más de ti!

Ay, jajaja. Siento que ya he dicho muchísimo sobre mí. Qué más, qué más. Bueno, últimamente me he aficionado a la fotografía y creo que puedo estar encontrando otra forma de expresarme sin utilizar palabras y eso me parece muy guay. Estoy segura de que esta semana voy a terminar el que será mi tercer libro [cuando la entrevisté, "Emocional" todavía no se había publicado] y estoy muy ilusionada. Sí puedo decirte que este será sin duda un libro feminista. Cuando tengo un día malo suelo ponerme pelis que, aunque en general se consideran malas, yo soy más del grupo de personas a las que les flipan para alegrarse, tipo Mean Girls, High School Musical o Pitch Perfect. Si te digo la verdad no hago nada de deporte porque soy demasiado vaga y mi fuerza de voluntad para esto ha demostrado ser nula. Me gustaría no ser así, no te voy a mentir. Tampoco me considero una persona espiritual, la verdad. Es cierto que tengo temporadas en las que creo en cosas como las energías o el destino pero en general me considero muy atea, aunque creo que decir agnóstica sería una posición mucho más prudente, pero bueno. Y por último... No llamaría a esto información de interés, pero mi fruta favorita es el mango.